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EL ANÁLISIS por Jorge Savia
Lejos del relumbrón por la participación de la selección celeste en el Mundial, el fútbol uruguayo tiene por delante un desafío que puede no parecer muy seductor, pero que es muy importante; tanto que tiene que ver con su propia esencia y con la posibilidad de capitalizar el impulso removedor nacido en Sudáfrica, con el que la realidad -económicamente deprimida y depresiva- del medio local contrasta en una forma que impacta.
Como ocurre en otras partes, incluso del primer mundo, aquí no hay plata ni grandes pases. No es lo mejor, claro; pero "es lo que hay valor", como dice Kesman. Y, ya sea para armar equipos competitivos para la actividad de entrecasa, como -en los casos de Peñarol, Defensor Sporting y River Plate- para jugar la Copa Sudamericana, el fútbol uruguayo se ha caracterizado por haberse sabido "revolver" con ingenio en ese tipo de escenarios.
Por ejemplo, el Nacional del 80 y el 88, y el Peñarol del 82 -salvo la inversión para el regreso de Morena- y el 87, no se armaron a partir de grandes gastos. Así que manos a la obra. Hay que atarla con alambre. A la uruguaya.
Ovación digital
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