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EL ANÁLISIS por Jorge Savia
Pobre del que se queda...
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La muerte, bajo cualquier forma, no se merece. Se sufre. Sería algo fuera de lugar, pues, decir que Diego Rodríguez -buen muchacho, por lo poco que uno lo conoció y según datos- se merecía lo que se consumó ayer de mañana.
Sin embargo, en contra del dicho popular que reza "pobre del que se va, que el que se queda se arregla", se puede decir que la muerte de Diego no se la merecía Juan Jacinto, su padre; como, seguramente, el resto de los familiares.
Jugador primero, y técnico después, correcto, humilde, abnegado, amable, de nunca tener una queja por nada.
Arriba, Juan Jacinto; aunque la vida le hizo un foul del que, normalmente, es imposible levantarse.
¿Y vos qué decís?
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