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VOLVIENDO DE LA CANCHA
Una plaza roja en Avellaneda
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VÍCTOR H. MORALES
Rojos los pañuelos, el color de la piel desnuda ante tanto sol de primavera y las camisas y las remeras rojas que rompen el aire de la tarde como si fueses hélices. Festeja Independiente en las tribunas y en la cancha. Un rojo grupo escultórico de hombres que se amontonan como bolsas en el puerto, convierte en una plaza la cancha, una plaza por la que caminan suplentes, fotógrafos, policías. Una plaza de la que se alejan hacia el vacío de la derrota los jugadores de Racing.
La escultura se deshace como cuando se hace un replay.
Y los jugadores quedan otra vez de pie, con ambos brazos colgando del cuerpo de los otros hombres vestidos de rojo. Es la media tarde en Avellaneda.
El turco Mohamed sabe que la cosa ni empezó todavía.
Que ganó porque Dios tiene tantos asuntos entre manos que lo deja hacer al diablo. Y porque los técnicos que debutan, no pierden. Por lo que quieran decir, menos por haber jugado bien. Dentro de la pobreza tan previsible, lo de Racing había sido mejor, desde el principio y, salvo el cuarto de hora inicial del segundo tiempo, hasta que terminó el partido.
Ambos están condenados a trabajar para el futuro un asunto en el que son especialistas: empezar de nuevo. Pero, ¿por dónde?
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