EL PAÍS DE MADRID
En los últimos tiempos, la presión internacional para acabar con la compra de órganos ha aumentado. Incluso el gobierno chino ha dado pasos públicamente en esa dirección. Sin embargo, la realidad es que las puertas del país asiático parecen abiertas para aquellos que buscan una oportunidad.
En agosto pasado, Pekín anunció que ponía en marcha un sistema de donaciones para reducir la dependencia de los órganos de presos ejecutados. Huang Jiefu, viceministro de Salud, reconocía esas prácticas, pero aseguraba que se hacían previo consentimiento.
"Si vas a ser ejecutado, especialmente en un sistema tan poco transparente, no tienes opciones reales", respondía Human Rights Watch. Song Wenli, director del departamento de trasplantes de riñón del Tianjin First Center Hospital, aseguró en una consulta telefónica desde Pekín destinada a un supuesto paciente extranjero, que en este hospital no se realizan actualmente trasplantes a extranjeros.
Preguntado si el año pasado se habían efectuado ese tipo de intervenciones, respondió: "Ahora no las hacemos. El Departamento Estatal de Sanidad ha ordenado que no las hagamos".
Días después se hizo la misma llamada en nombre del diario El País de Madrid. Jiang Wentao, responsable del departamento de trasplantes de hígado, respondió a las mismas cuestiones. "No, ya no hacemos, es política estatal". ¿Desde cuándo? "No es oportuno decirlo. Deberías preguntar al director. Mi responsabilidad es el cuidado médico".
Muy distintas fueron las palabras cuando, desde España, un periodista se comunicó por correo electrónico con una de las personas que mediaron en la operación de Óscar. Esto es un resumen de la conversación:
"Mi nombre es Antonia y vivo en España. Mi marido, Jaime, necesita un trasplante de hígado y estamos desesperados. No tenemos oportunidad en el servicio de salud español y sois nuestra última opción. Él quiere viajar a su país. ¿Qué tenemos que hacer? Los médicos nos han dicho que no vivirá más de un año y hay que moverse rápido. Gracias".
Las respuestas a los mails siempre fueron muy rápidas. "Hola, Antonia. Le paso el caso al hospital y trataremos de ayudar a su marido. Necesitamos su informe médico para hacer el diagnóstico y preparar la posible operación. Espero respuesta".
Escribe Antonia: "Me dijeron que la operación cuesta alrededor de 115.000 dólares. No somos una familia con mucho dinero y si vamos a viajar a China deberíamos ir hablando ya con los bancos. ¿Es éste el coste en 2010? ¿Cómo debemos pagar? Estamos muy preocupados porque el tiempo corre".
Pocas horas después llega la contestación más concluyente: "Realmente antes costaba 125.000 dólares, pero según transcurre el tiempo el precio está subiendo (`is getting higher and higher` decía exactamente). El costo de 2010 aún no lo tenemos cerrado. Te informaré según tenga más noticias".
A partir de ahí, los siguientes correos entran en la forma de pago y queda claro que debe entregarse todo el dinero antes de entrar en el quirófano. El hospital queda a la espera de recibir el informe médico desde España.
A los Jaimes, como en su día a Óscar y a los otros dos casos españoles, en algunos lugares de China les siguen dando la bienvenida.
Pero no todos los que allí van corren la misma suerte que Óscar. En marzo de 2006, un estadounidense, Eric de Leon, viajó a Shanghai para un trasplante de hígado. Pagó 110.000 dólares. En su país no cumplía los protocolos y a los 50 años le habían dado un año de vida. Un caso muy similar al de Óscar, salvo que Eric y su mujer, Lori, fueron contando y documentando gráficamente todo el proceso en tiempo real a través de un blog.
Eric tenía dos hijos y quería verlos crecer, explicó entonces al San Francisco Chronicle. Según los datos que manejaba el periódico californiano, alrededor de 17.000 estadounidenses necesitaban un trasplante de hígado en 2004 y sólo 6.100 lo consiguieron. Tasas mucho más bajas que las de España. El 17 de marzo, Lori escribe: "El doctor le dijo a Eric que era muy afortunado. Le habían puesto un hígado de 20 años. Joven y saludable. Hmmm... ¡Quizá por eso Eric se siente ya tan bien! Está aburrido de pensar. En parte porque no ha sido capaz de dormir mucho. Además está un poco paranoico. Piensa que las enfermeras están jodiéndole. Tony dice que la paranoia es normal y que es uno de los efectos secundarios de las medicinas antirrechazo. Creo que también tiene algo que ver con la barrera del idioma".
La última entrada en el blog dice: "In loving memory of Eric G. De Leon. 20 de abril de 1955-22 de septiembre de 2008".
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