A la cancha van los nuestros

A la cancha van los herederos de viejas hazañas, los que tienen recuerdos de triunfos épicos. Los que saben que su camiseta hizo hablar al mundo.

A la cancha van los que nacieron defendiéndose de países poderosos, los que aprendieron a forjar sus destinos con hombría. Los que respetaron siempre al rival, pero nunca fueron entregados.

A la cancha van los hijos de un país acostumbrado a fortalecerse a partir del sufrimiento. Los que no tienen problemas en trancar con la cabeza, en jugar lesionado, en meter una mano para impedir un gol.

A la cancha van los que no se avergüenzan de sus raíces. Los que vibran en todos los rincones del planeta escuchando a Los Olimareños o a Alfredo Zitarrosa. Los que se jactan de ser de la misma tierra de "China" Zorrilla, Eduardo Galeano o Julio Sosa.

A la cancha van los que juegan por el respeto a la sangre de Nasazzi y Obdulio. Los que quieren inmortalizarse como Scarone y Schiaffino. Los que saben que Uruguay es humildad y sacrificio.

A la cancha van los que llegaron sin hacer ruido, pero ya les armaron flor de alboroto. Los que no tenían cámaras de cadenas internacionales, los que todavía son ignorados por los medios europeos.

A la cancha van los que algunos dicen que son "tramposos", los que quieren enchastrar para ocultar lo vergonzoso que fueron sus actuaciones.

A la cancha van los nuestros. Los hijos de hombres y mujeres que se enorgullecen de haberles enseñado a dar la vida por su tierra.

A la cancha van los alumnos del maestro. Qué suerte que son los uruguayos.