JORGE SAVIA
La diferencia, que por obra y gracia del orden que mostró Peñarol en líneas generales, pero sobre todo desde el mediocampo hacia la retaguardia, no se reflejó en forma más amplia en el resultado, estuvo en la aceleración.
Incluso, más allá de los desniveles en materia de jerarquía individual, que los hay, pero que ayer -quizá por tratarse de un amistoso jugado muy encima del inicio de la temporada oficial para ambos- no se notó tanto como se suponía de antemano.
La aceleración larga de Marcelo en el primer tiempo y la de Di María en la segunda parte, y la más corta y potente de Benzema en los 45` que estuvo en la cancha como también la de Cristiano Ronaldo, aunque casi siempre escapó en la primera -casi con el mismo amague- y en la segunda, o para la definición, llegó alguien de Peñarol para taparlo.
Visto así, pues, el partido de ayer para los aurinegros fue una buena práctica; un curso intensivo de esa materia -aceleración- en la que, lógicamente, porque el rival se trataba de un equipo europeo, Peñarol fue superado, pero por un margen que, si acaso, deja una reflexión como saldo.
Esto es: en partidos del medio local, con un ritmo más pausado, el orden y la personalidad que expuso Peñarol, le hace un lugar a su esperanza de entrecasa.