MATÍAS CASTRO
Hugh Jackman bailó nuevamente hoy en el segundo día de rodaje del comercial de té que vino a protagonizar.
Temprano esta mañana filmó en la Ciudad Vieja y en Carrasco y ayer hizo lo mismo en las playas de Piriápolis, rodeado de fuertes medidas de seguridad.
Se podría decir que fue "el baile de Wolverine". Jackman, más conocido por interpretar a ese personaje de historietas en las películas de X-Men, repitió una y otra vez, siempre con la misma sonrisa y sin perder la gracia, una coreografía. Se puso delante de la cámara en el set de filmación, instalado delante de la puerta de la Ciudadela, hacia las nueve de la mañana, y acompañado por unos cincuenta bailarines con ropas coloridas, bailó durante unos cincuenta minutos.
El equipo de rodaje, integrado por técnicos británicos, estadounidenses y uruguayos, se instaló en las inmediaciones del cruce de Buenos Aires y Ciudadela desde antes del amanecer. Los extras comenzaron a llegar hacia las siete de la mañana. Ensayaron varias veces sus pasos de baile, acompañados por la música que salía de altoparlantes instalados desde la entrada a la peatonal Sarandí.
Un policía, un hippie con un ukelele, una hawaiana, una morena en bikini, un ejecutivo con maletín y un niño eran algunos de los personajes que encarnaban los extras. Todos estaban vestidos con ropas veraniegas y coloridas y bailaban la misma secuencia de pasos mientras cruzaban desde la Plaza Independencia, pasando por debajo y por los lados de la puerta de la Ciudadela, hacia Sarandí. Hicieron sus pasos varias veces, cada vez que el equipo de producción les daba una señal, ya que el tránsito no estaba cortado y solamente se detenía entre toma y toma.
Jackman llegó sin mayores anuncios, se instaló en medio del grupo de bailarines e hizo sus tomas. La idea del comercial, al igual que los que antes protagonizó para esta marca de té, es que al beberlo helado no puede evitar ponerse a bailar. Por eso mismo casi todos los bailarines llevaban en la mano botellas de té.
Mientras estuvo filmando, el actor se comportó casi como uno más. Aunque era imposible dejar de reparar en su presencia, no solo por ser el más alto del conjunto sino por encabezar la coreografía, se lo notó sin pretensiones. El equipo de seguridad había dispuesto un perímetro para mantener a los curiosos alejados, quienes fueron aumentando en número conforme avanzaba la mañana. Con la misma simplicidad que entró al rodaje, lo dejó, camino a Pocitos, para filmar otra secuencia. Allí y en Punta Gorda seguirá, por hoy, el baile de Wolverine.