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VOLVIENDO DE LA CANCHA por Víctor Hugo Morales
Tarde de voces apagadas
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Pezzota observó hacia la otra cabecera del estadio y vio que se formalizaba una descomunal agresión al alambrado. Cuando llegó, alguien le dijo que al parecer había muerto un hincha de San Lorenzo en una refriega afuera del estadio. Como una mortaja las dudas lo envolvieron y permaneció algunos minutos indeciso hasta que convocó a los jugadores y declaró que el partido se había suspendido.
La famosa fiesta del fútbol se había terminado a los seis minutos.
Un hombre de 36 años salió de su casa al mediodía. Si esa edad no es la de la flor de la vida, ¿cuál es? ¿Qué hizo Ramón por su propia muerte? Es doloroso preguntarlo, pero en principio cabe imaginarlo como uno de los miles de Ramones que van al fútbol atrapados en la espiral de la violencia, bebedores de una atmósfera de locura que al cabo pagan con sus lágrimas familias que nada tienen que ver con esa violencia. Se fuman el humo de la pólvora de los explosivos, baqueanos de balaceras y pedreas, hasta que una los mata, y mueren sin llegar a reprocharse de qué estúpida manera el machismo, la bravata, la cultura de la guapeza, les lleva los pocos gramos que se lleva el alma, dejando sobre una calle cuerpos que nunca más se moverán, voces apagadas para siempre que no podrán recuperar los cantos de amenazas de los domingos por venir.
Ovación digital
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