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EL ANÁLISIS por Edward Piñón
Como antes: metiendo y jugando
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Dos goles en cinco minutos. Así se levanta la cabeza. Así se demuestra la grandeza. Con coraje, pero también con fútbol. Porque Peñarol salió al frente del que era el inexpugnable Beira Rio con una entrega encomiable, pero con mucha entereza futbolística.
Y emerger de la forma que lo hizo, después de haber recibido un gol en el comienzo del partido, es sinónimo de fuerza espiritual. También de confianza en los atributos que se tiene en el grupo, porque el carbonero no se desesperó y aunque tuvo momentos de sufrimiento, marcó definitivamente su presencia en la Libertadores con una de esas victorias que dejan la huella.
Los goles de Martinuccio y Olivera se convirtieron también en una señal muy grande para lo que viene. A este Peñarol no se lo tumba fácilmente. Ni siquiera con un dolor de cabeza en Montevideo o con un amague de nocáut en la revancha.
La imagen ofrecida por el equipo de Diego Aguirre hizo acordar a las grandes actuaciones de otros tiempos. En los que se defendía con alma y vida. En los que se hacia fuerte en cualquier reducto. Fue igualito a lo de antes.
Ovación digital
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