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DESDE EL ARCO por José Mastandrea
Todos hablan de Gonzalito Bueno. Todos elogian al "Chino" Recoba. Todos le apuntan a la entrega del "Cacique" Medina, pero pocos son los que se acuerdan de Rodrigo Muñoz, uno de los pilares que sostuvo (y sostiene) a Nacional a lo largo del Torneo Apertura.
Claro, el arquero no hace goles, ni moñas, ni festeja corriendo desaforadamente besando la camiseta, ni puede ofrendarle los triunfos a la tribuna.
El arquero vive los partidos de otra manera. Atado, contenido por esa jaula imaginaria que es el área, lejos del arco de enfrente, a cien metros de donde se desata la locura, de los abrazos y los festejos.
El arquero apenas si puede apretar sus puños y gritar, pero nadie lo escucha, nadie lo enfoca, nadie le saca fotos. Es el único que mira cómo los demás disfrutan y sólo aparece en escena cuando tapa algún gol o cuando va a buscar la pelota adentro de su propio arco.
No hay que olvidarse de Muñoz. De lo que salva y lo que ataja.
El País Deportivo
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