Nueva profesión de riesgo: censista

VIVIANA RUGGIERO

Golpear la puerta de los hogares y preguntar sobre la intimidad de las familias uruguayas no es tarea sencilla para los 6.200 censistas que recorren el país. Algunos fueron insultados y hasta golpeados. Otros recibieron regalos y fueron invitados a comer.

El miedo a que el censista sea en realidad un delincuente, los cuestionarios censales y la desconfianza de que el gobierno utilice los datos de los Censos 2011 para nuevos impuestos, son las principales dificultades que enfrentan los encuestadores en el trabajo de campo.

En algunos casos simplemente reciben una queja verbal, pero también hay quienes vivieron situaciones de violencia. Un joven en Punta Carretas fue golpeado por "las preguntas desubicadas" que hizo. Una censista fue temporalmente privada de libertad en un apartamento y otra sufrió la rapiña del dispositivo que utilizaba para realizar el cuestionario en la zona de Piedras Blancas.

Además de soportar las quejas, muchas veces se dan cuenta que el entrevistado está faltando a la verdad. Sin embargo, no pueden anotar lo que ven sino lo que la persona declara.

El salario y la forma de pago, el tener que dejar su número de teléfono en la casa de extraños y el deber ingresar a zonas "rojas" en compañía de sus propias familias para no hacerlo solos, son factores que pesan para que muchos censistas evalúen la experiencia como negativa y no quiera volver a trabajar para el Instituto Nacional de Estadística (INE).

También hay quienes reciben los cuestionamientos pero, por el contrario, evalúan la experiencia como positiva. Destacan que gracias al censo están conociendo cómo viven los uruguayos y afirman que "como todo trabajo tiene cosas buenas y malas".

El País entrevistó a diez censistas de diferentes edades y zonas del país para conocer como evalúan la experiencia y si volverían a desempeñarse como censistas. A continuación se transcribe el testimonio de alguno de ellos. Los nombres no son reales para evitar complicaciones a los entrevistados.

También se transcribe el testimonio de una ciudadana que prefirió mentir en algunas preguntas del Censo, además de mensajes de lectores de El País, que llegaron a la sección Ecos.

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Pablo tiene 27 años, estudia en la Facultad de Economía y se anotó para trabajar en Censos 2011 porque la tarea no le interfería con el estudio. Le tocó censar en la zona de Punta Carretas. Eso lo dejó tranquilo, y más a su madre. Con el correr de los días el barrio lo sorprendió. "La gran mayoría me recibió con agresividad, no aceptan que es obligatorio responder y a todos les he tenido que explicar que las preguntas no las hice yo".

Dice que nadie quiere dar su nombre y que los insultos son "comunes". Aunque su experiencia no es buena, peor es la de su hermano. "Mi hermano, que está en la misma zona que yo, entró a una casa y el hombre puso un arma sobre le mesa, apuntándolo. Así estuvo toda la entrevista. ¿Sabés los nervios que pasó? Porque no sabés cómo puede reaccionar el otro", dijo.

Los malos momentos no terminaron ahí. "Otro señor se le puso muy violento y por la mitad del cuestionario se le vino arriba y le entró a pegar. Por suerte estaban en el hall del edificio y el portero lo sacó", relató. Y agregó: "También sé de una compañera que estaba haciendo el censo y en determinado momento el hombre le agarró la mano y la empezó a acariciar. Cuando terminó, no la quería dejar salir y la tuvimos que ir a buscar. El estado de nervios que pasó fue tremendo".

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Mariana tiene 18 años, es estudiante y le tocó censar en La Paz, Canelones. Sin vacilar, destaca varios aspectos negativos de la experiencia y cuando se le consulta por los buenos, no sabe qué responder. La joven afirma que no volvería a trabajar como censista.

"Sin saber me metí en una boca de venta de pasta base. Llegué a la casa y vi a tres flacos afuera fumando. Les dije que tenía que censarlos y me dijeron que me contestaban. Entramos y entre pregunta y pregunta me decían si todas las censistas eran como yo y que las ponen lindas para que contesten. Después en la casa de al lado, donde vivía una pareja de policías, me dijeron que estaba ´regalada´ porque en esa casa funcionaba una boca y estaba lleno de pastabaseros. Me quería morir, pero a la vez agradecí porque por suerte no me pasó nada, más allá de los comentarios incómodos", dijo.

Mariana comentó que conoce censistas que les ha tocado trabajar en zonas rojas, y tienen que ir en compañía de su propia familia (ver aparte).

"Son lugares en lo que ni la Policía entra y a vos te mandan solo", aseguró.

La joven reconoció que en varios hogares la recibieron de manera "muy amable" porque la conocían del barrio. "Me hicieron pasar, me preguntaron si quería tomar algo; pero después hay, en general, mala disposición con el Censo. Te encontrás con gente que está adentro y no te atiende. O vas tres veces, dejás el papel y nunca te llaman. En los locales te ladran. Me tocó ir a una iglesia de una religión media rara y la persona no me declaró que eso era una iglesia. Me decía que era una casa y estábamos parados en el altar y tenía un papel colgado con las actividades diarias que hacían con los fieles".

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Camila es estudiante, tiene 23 años y es censista de la zona de Capurro. Asegura que la población la recibió "muy bien" y, en la mayoría de los casos, no tuvo que ingresar al hogar sino que la entrevista fue en la puerta. "No tuve ningún problema, a lo sumo algún cuestionamiento a las preguntas, pero les explicás que no las hacés vos y ahí se termina el problema", dijo.

Camila tampoco tuvo problemas con el dispositivo tecnológico y dice que como todo trabajo tiene "cosas buenas y malas". Encontrar a algún miembro de la familia en el hogar es lo más "dificultoso" de la tarea, según dijo Camila. "Hay casas que ya fui más de tres veces".

Su balance general es positivo, incluso afirmó que volvería a desempeñarse como censista. "Conocés más en profundidad Montevideo y diversas formas de vida de la gente. Te encontrás con un montón de realidades diferentes a la tuya", afirmó.

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Rodrigo tiene 28 años, trabaja y se anotó como censista para tener un ingreso extra. Le tocó censar la zona del Centro. Lleva realizadas, desde el 7 de septiembre, 300 entrevistas: la mayoría a locales comerciales y oficinas. "Los locales son terribles. Todos me dicen que ahí no vive nadie y a todos los tengo que explicar cómo es el censo de locales. Como es la primera vez que se hace, nadie sabe", comentó y aseguró que faltó una buena campaña previa de información.

Dice que los comerciantes no lo han tratado bien. "Se enojan con vos, pero en realidad critican al gobierno, a la DGI y al INE porque no creen que la información es para fines estadísticos", afirmó.

También se dio cuenta, en más de una oportunidad, que el encuestado le estaba mintiendo y también necesitó de la ayuda de un portero para calmar a un hombre que se puso violento. "Estaba como loco. Al final aceptó responder, pero me mintió. Me dijo por ejemplo que no tenía moto y tenía".

La entrevista más larga que le tocó hacer fue en un estudio contable. "Cada pregunta que hacía el hombre me decía ´no te pienso decir´, entonces le tenía que explicar que yo eso lo tenía que poner, pero él me daba su explicación de que no confiaba y que pensaba que gobierno iba a hacer como (Hugo) Chávez que utilizó todos los datos del censo para hacer una base de datos y modificar la ley. En ese caso dejé que me responda lo que quisiera porque si no no terminaba más".

Más allá de las complicaciones, Rodrigo afirma que le gustó la experiencia. "Conocés la intimidad de la sociedad uruguaya, aunque sea un porcentaje mínimo. Conocés lo malo y lo bueno. A mí no me pasó, pero tengo compañeros a los que les han regalado libros, chocolates y hasta los invitaron a comer. En los días que faltan espero recibir algo yo", dijo entre risas.

El joven destacó como negativo de la experiencia "la forma de pago del salario" y que la encuesta nacional no está "bien estructurada ni organizada". "Ahora nos están exigiendo terminar el 10 de octubre. Yo voy bastante bien, pero en la calle me encontré con una jefa de equipo que estaba como loca porque le habían renunciado pila de censistas e iba re atrasada con la zona", relató.

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Raúl tiene 53 años, está desocupado y trabajó para el censo durante diez días. Renunció cuando se enteró de que el pago por su tarea no sería a mes vencido, sino que las entrevistas realizadas después del 19 de septiembre serían pagas en el mes de noviembre. "Yo me lo tomé como un trabajo, en ocho horas hacía 23 entrevistas. Pero dejé porque no me gustó el manejo que hacen con el salario de la gente", explicó.

El hombre trabajó en la zona de La Unión y aseguró que no tuvo "ningún problema" con los ciudadanos. "El único tema es que hay mucha gente que le da miedo la presencia del censista, pero no te dejan pasar y listo".

Raúl comentó que varios jefes de equipo está "enojados" porque tenían que bajar la información que les dan los censistas en las escuelas y como no les da el tiempo lo tienen que hacer en su casa. "La realidad es que se hace así por una cuestión de tiempo, pero no está bien", se quejó Raúl.

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Vivián de Montevideo escribió un carta a la sección Ecos del diario El País en la que cuestiona aspectos del censo que, a su entender, afectan a la confidencialidad de los datos. "¿Por qué eligen vecinos de zona para censistas? ¿Qué seguridad nos dan que nuestros datos no pasen a convertirse en el chismerío de turno del barrio? También me pregunto: si es todo anónimo, si se puede hasta mentir en el nombre, ¿por qué lo piden? ¿Y por qué se les pide el número de RUC a los negocios? ¿No era que no iba a haber datos cruzados?".

El ciudadano menciona que "todo le parece raro" y cuestiona también que los censistas sean acompañados a realizar la encuesta.

"Cuando son jóvenes, sobre todo chicas, suelen acompañarlas adultos de su familia, lo cual es entendible porque tienen miedo ya que la inseguridad no nos deja vivir, pero ¿cómo puede uno estar tranquilo cuando el censista desarrolla su trabajo con un convidado sin autorización para estar allí? Hemos tratado de evacuar nuestras dudas a los teléfonos del INE y al número gratuito otorgado a esos efectos".

"En este último me atendió muy amable un tal Jerónimo y me comunicó que tengo razón pero las cosas son así, así que ´no se pueden cambiar´, que es lo mismo que decirme que no pierda tiempo en investigar", concluyó Vivián.

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María tiene 55 años. Vive en Sayago con su esposo y su hija. Dice que su familia es de clase media. Ella es empleada de un almacén, su esposo empleado público y su hija estudiante. La semana pasada recibió al censista, y la entrevista duró unos 15 minutos.

María dice que la joven que la entrevistó era "muy bien, muy educada". Las preguntas le parecieron "correctas". Sin embargo confesó a El País que "mintió en algunas".

"Dije que mi hija no fue a colegio privado y en realidad sí lo fue. Y dije que nos calefaccionábamos con estufa a gas y leña pero en realidad tenemos aire acondicionado", relató la mujer.

María explicó que no dijo la verdad en algunos puntos porque si no después "te matan" con los impuestos.

"El tema es que por todo te cobran y yo tengo miedo que después utilicen todos los datos para cobrarte más. Entonces prefiero no decirlo. No les interesa qué tengo y qué no en mi casa, porque lo que tengo lo hice rompiéndome el lomo trabajando", aseguró la mujer.

INE dice que "zonas rojas" son censadas en grupos

En el Instituto Nacional de Estadística (INE) explicaron a El País que el trabajo en las zonas rojas comenzó en el mes de julio con las mesas locales y asistentes sociales.

"Ellos nos contactaron con los referentes de cada barrio. A ellos les trasmitimos que en septiembre se iba a hacer un censo y la importancia que tenía que colaboraran con el censista para que después se lo comunicaran a los demás vecinos y todos estuvieran enterados", explicaron en la oficina de Comunicación del Instituto.

Ante la consulta de si el censista iba solo a las zonas rojas la funcionaria explicó: "cuando es una zona muy complicada se les dice que salgan de a grupos, de cuatro o cinco. Pero cada uno censa individualmente las viviendas que le corresponde".

CIFRAS. El jueves 29 el INE reveló los primeros datos de la encuesta nacional. Hasta ese entonces habían sido censados en todo el país un total de 1.339.722 uruguayos. De ellos el 47,14% son hombres (631.511) y el 52,86% mujeres ( 708.211).

El viernes el instituto hizo una actualización de los datos e informó que el total de personas censadas eran 1.397.603. Es decir que en un día se encuestaron 57.881 uruguayos.

Las mujeres pasaron a ser 738. 537 y los hombres 659.066. En todos los departamentos del país hay más mujeres que hombres, según los datos parciales de Censos 2011.

Además, el 97,08 % de la población registrada vive en las áreas urbanas del país (1.356.381 personas), mientras que el 2,92 % reside en áreas rurales (40.822 habitantes).

Una proyección del instituto en base a los datos que se llevan recabados en Censos 2011, dice que Uruguay tiene 3.368.595 habitantes, que se dividen en 1.627.611 hombres y 1.740.984 mujeres.

La cifra

57.881 Son las personas que fueron censadas en un día. El jueves el INE tenía 1.339.722 censados y el viernes 1.397.603.