Perfil del dictador

TRÍPOLI | THE NEW YORK TIMES

El dominio de Muamar Gadafi sobre Libia terminó después de 42 años. Sin embargo, mediante incontables decretos caprichosos y purgas con mano de hierro, produjo profundas cicatrices en cada faceta de la vida libia. El misterio y la especulación que lo rodean marcaron un cierre adecuado a un reinado quijotesco.

Gadafi, quien era un oficial subalterno de 27 años de edad cuando su golpe de Estado destronó al rey Idris en septiembre de 1969, se veía a sí mismo como un filósofo del desierto, y declaró que su sistema político de "revolución permanente" remplazaría tanto al capitalismo como al socialismo. Sin embargo, al paso de los años, esa revolución también arrasó con casi todas las instituciones que podrían desafiarlo -o guiar al país cuando él ya no estuviera-. Para cuando terminó, Libia no tenía parlamento, comando militar unificado, partidos políticos, sindicatos, sociedad civil, ni organizaciones no gubernamentales. Sus ministerios estaban huecos, con la notable excepción de la compañía petrolera paraestatal.

"¡Este es mi país!", rugió en un discurso televisado cuando estalló la revuelta a finales de febrero, sacudiendo el puño y pisoteando el estrado. "¡Muamar no es un presidente que renuncie a su cargo! ¡Muamar es el líder de la revolución hasta el final de los tiempos!".

Para asegurar su papel singular, Gadafi ejerció la violencia de tiempo atrás, tanto interna como externamente. Financió y armó a una cornucopia de organizaciones violentas, incluido el Ejército Republicano Irlandés, la fracción Ejército Rojo en Europa y guerrillas africanas. Respaldó ataques terroristas.

Gadafi aterrorizó e intimidó a los libios con espasmos de violencia al menos una vez por década. A finales de los años 70 y principios de los 80, eliminó aun las críticas más ligeras mediante juicios y ejecuciones públicos. Se montaron farsas de juicios en canchas de fútbol, donde se sometió a cada uno de los acusados a interrogatorios intensos, quienes a menudo imploraban clemencia mientras una muchedumbre aullaba pidiendo la muerte. Se televisaron los juicios en vivo para asegurarse de que entendieran todos los libios. Se dice que se dejaron pudrir los cuerpos de un grupo de estudiantes que colgaban en la plaza principal de Trípoli durante una semana, mientras se desviaba el tránsito para maximizar la cantidad de automóviles obligados a pasar por ahí.

"La capacidad de Gadafi para haber sobrevivido tanto yace en su posición conveniente de no estar comprometido con una sola ideología y su uso de la violencia en una forma tan teatral", explicó Hisham Matar, el autor de "En el país de los hombres", una novela que describe la devastación de la vida normal bajo Gadafi.

VIEJAS ESPERANZAS. Al principio, no obstante, proporcionó una prosperidad relativa. Libia había sido desesperadamente pobre, vivía de las magras ganancias de la exportación de la chatarra que quedó de grandes batallas de la II Guerra Mundial, hasta que se descubrió el petróleo en 1959. Sin embargo, una década después, los libios habían tocado poco de su riqueza.

El golpe de 1969 cambió eso. El nuevo gobierno libio forjó un profundo cambio mundial en la relación entre las grandes compañías petroleras y los países productores, obligando a los gigantes del petróleo a ceder intereses mayoritarios a cambio de acceso constante a los yacimientos de Libia. Los productores también demandaron una parte mayor de las ganancias. Se emuló el patrón en todos los Estados productores de petróleo.

Con el incremento en los ingresos, Gadafi emprendió la construcción de caminos, hospitales, escuelas y viviendas. La esperanza de vida, que era de 51 años en 1969, ahora es de más de 74 años. El alfabetismo saltó a 88%. El ingreso anual per cápita creció a más de 12.000 dólares en los últimos años, aunque es marcadamente más bajo que las cifras de otros países dotados de grandes cantidades de petróleo. Sin embargo, los cambios impulsivos en la política y la personalidad confundieron a los libios durante gran parte de su régimen. Para consolidar su poder, eliminó o aisló a los otros 11 integrantes del consejo de comando revolucionario original. Las huelgas o los artículos periodísticos no autorizados terminaban en sentencias en la cárcel, y la actividad política ilegal se castigaba con la muerte. Se quemaron libros occidentales y se prohibió la empresa privada.

ERA DEL TERROR. El financiamiento de Gadafi a organizaciones terroristas lo colocó en ruta de colisión con Occidente. "Hizo toda su carrera, al menos internacionalmente y con el mundo árabe, siendo el chico malo", señaló Lisa Anderson, la rectora de la Universidad Estadounidense en El Cairo. "Le encantaba ser un provocador".

A principios de la década de 1980, después de que Gadafi trató de extender el mar territorial de Libia hasta el otro lado del golfo de Sidra, el entonces presidente Ronald Reagan cerró la embajada libia en Washington, suspendió las importaciones de petróleo y derribó a dos aviones de combate libios.

En Londres, en 1984, disparos desde la Oficina del Pueblo Libio, como se llamaba la embajada, mataron a una policía e hirieron a 11 manifestantes. En abril de 1986, se vinculó a agentes libios que trabajaban en la embajada en Berlín Occidental con el bombazo de la disco La Belle en esa ciudad, en el que murieron dos militares estadounidenses y una mujer turca, y resultaron heridas 200 personas. Reagan tomó represalias 10 días después bombardeando blancos en Libia, incluida la casa de Gadafi en su complejo en el cuartel militar de Bab al Asisia en Trípoli. Gadafi dijo que su hija adoptiva Hana estaba entre los al menos 15 muertos, aunque algunos libios indicaron que la adoptó a título póstumo. En 1988, en el acto terrorista más letal relacionado con Libia, murieron 259 personas a bordo del vuelo de Pan Am, cuando explotó el avión en el aire. Los fragmentos que cayeron mataron a 11 personas en tierra, en Lockerbie.

Casi una década de aislamiento comenzó en 1992, después de que Libia se negó a entregar a dos sospechosos acusados por Estados Unidos y Gran Bretaña en el caso del bombazo de Lockerbie. La ONU impuso sanciones económicas internacionales, y cuando sus compañeros árabes las hicieron cumplir, Gadafi se alejó del mundo árabe. Inició su búsqueda de convertirse en líder de África, un objetivo que logró en 2009, cuando fue nombrado presidente de la Unión Africana por un año.

En 1999, Libia finalmente entregó a los dos sospechosos de Lockerbie. Se levantaron las sanciones en 2003, después de que aceptó su responsabilidad en el bombazo y estuvo de acuerdo en pagar US$ 2.700 millones a las familias de las víctimas. Trípoli realmente empezó a emerger del aislamiento después de los ataques de Al Qaeda del 11-S. Gadafi los condenó y compartió con Washington su propia recopilación de inteligencia sobre la organización. Después de la invasión de Irak, Gadafi anunció abandonaba sus esfuerzos por adquirir armas de destrucción masiva, incluido un naciente programa nuclear encubierto, y dijo que cooperaría con la comunidad internacional en la destrucción de sus reservas.

Un ex oficial militar, Gadafi adoptó una serie de títulos al paso de los años: el Hermano Líder, el Guía a la Era de las Masas, el Rey de Reyes de África y, más a menudo, el Líder de la Revolución. Sin embargo, siempre se presentó como el querido guía y jefe clarividente, en lugar de gobernante. En efecto, se puso furioso cuando el levantamiento popular inspirado por revoluciones similares en las vecinas Túnez y Egipto buscó sacarlo.

Trató de aplastar el levantamiento con la misma violencia que ejerció para mantenerse en el poder, desplazando tanques y bombas contra no sólo los rebeldes, sino también los civiles desarmados. Dependió cada vez más en mercenarios africanos en sus últimos intentos desesperados por someter a su propio pueblo.

El creciente número de muertos provocó que interviniera la OTAN, y Occidente reconoció diplomáticamente al gobierno rebelde, con frecuencia caótico y dividido. Las primeras victorias rebeldes llegaron a un punto muerto, pero el congelamiento de los activos libios, los continuos asaltos de la OTAN y las crecientes deserciones cobran su precio cada vez mayor.

Tras meses de combates no decisivos, el asalto contra Trípoli que al fin sacó a Gadafi del poder, se desarrolló precipitadamente. Los insurgentes capturaron una base militar de la pregonada Brigada Jamis, donde esperaban encontrar una resistencia feroz; después se apresuraron a ir a Trípoli y pasar por varios barrios de la capital. Y finalmente acabaron con la vida del líder, en su ciudad natal, Sirte.