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El análisis por Edward Piñón
Tres de las seis derrotas que sufrieron los locatarios en la Copa Santander Libertadores se registraron en Montevideo.
Dos de ellas fueron por goleadas, en uno de esos partidos con baile incluido, y la otra de atrás después que el dueño de casa estuviera en ventaja. Fuerte. Demasiado para el prestigio de los equipos charrúas y sobre todo desalentador para las ilusiones coperas.
Y no es un problema menor, porque a la selección uruguaya, por ejemplo, le costó una barbaridad hacerse respetar en el estadio Centenario en las Eliminatorias pasadas. Claro que en lo que respecta al combinado de la Celeste, este nuevo proceso está siendo muy diferente porque a Chile se le hicieron cuatro goles.
Lo que está claro es que todavía hay que mejorar mucho en la manera de afrontar los partidos como anfitriones. En primer lugar, lo que hay que perder es el sentido del oído, porque el empuje de las tribunas es lo que generalmente termina ocasionando el descontrol y con ello se desmorona el orden táctico. Así se dan ventajas que los rivales de turno aprovechan al máximo.
Para mejorar hay que superar ese problema. Es una cuenta pendiente.
El País Deportivo
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