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DE CONTRAGOLPE por Jorge Savia
JORGE SAVIA
El deseo manifiesto -aunque no en forma pública- de jugadores a los que se les identifica con un club y quieren volver a él porque allí se sienten como en "su casa" es una forma de expresión genuina, cristalina, sana.
No tiene nombre y apellido, además. Es casi una práctica habitual en el fútbol de los días actuales, que habla de un sentido de pertenencia saludable, para todos: los que lo experimentan y quienes a través de ellos tendrán un espejo al que mirarse.
Sin embargo, tanta espontaneidad a veces llega a convertirse en un arma de doble filo para la institución involucrada, y más concretamente para sus dirigentes, y entrenadores más que nada.
Por poner dos ejemplos: "Tony" quiso volver a Peñarol y Lembo ahora quiere hacerlo a Nacional; y está bien, tienen derecho, se lo ganaron. Pero en esos como en otros casos similares, la potestad soberana de los técnicos de contar con futbolistas tan relevantes, queda acotada por la presión visceral de la hinchada.
Es ahí, entonces, donde el sentido de pertenencia pasa casi a ser de propiedad. ¿Cómo decir que no vuelvan a " su casa"? No hay forma, casi; y, si la hay, no es otra que la máxima verdad del fútbol: el resultado, como quedó demostrado cuando el "Mariscal" tuvo que hacer escala en Danubio al regresar desde España. Pelusso no dio el OK, pero Nacional salió campeón y por eso no pasó nada.
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