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EL ANÁLISIS por Edward Piñón
Los siete títulos mundiales, la exuberancia de manejo en las pistas movedizas por culpa de las intensas lluvias, sus zarpazos ganadores, su llamativa capacidad para transformar a una escudería, su hambre de triunfos y récords, todo lo que hizo para convertirse en el piloto más ganador de la historia, nada de eso merecía este segundo final.
La imagen de leyenda jamás podrá ser borrada, no hay manera de que su nombre se elimine de los libros de historia de la Fórmula Uno, pero los errores cometidos en este último ciclo en Mercedes empañan el vidrio. Y a muchos se les hará más fácil observar los choques, los despistes, la pérdida de velocidad y hasta las dificultades que tuvo para ser mejor que su compañero de equipo.
Aquel Michael Schumacher que levantó trofeos, campeonatos y que se aburrió de entrar antes que todo a la recta final de los circuitos no tenía que haber pegado la vuelta.
Lo hizo y se equivocó como otros grandes del deporte que no supieron asumir que el primer adiós era el definitivo. Hoy, vuelve a decir que se le acabó la energía, qué lástima que antes la recargó.
¿Y vos qué decís?
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