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 Sábado 12.01.2013, 16:51 hs l Montevideo, Uruguay
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Qué Pasa

El camino de salida

Para rehabilitarsede la droga hay que pagar 30 mil pesos en un instituto privado, 700 en una comunidad religiosa o depender del estatal Portal Amarillo, con sus tiempos siempre más lentos.

SOFÍA VANOLI

Claudia Caballero empezó a drogarse a los 17 años. Consumía marihuana, cocaína y también alcohol. Un pastor de la iglesia evangélica Misión Vida para las Naciones se le acercó un día que estaba borracha cerca del túnel de 8 de Octubre. Él la llevó a una de las comunidades Beraca, administradas por la ONG religiosa Esalcu, que dan alojo a personas con problemas de adicciones. Hoy, Caballero administra una de esas comunidades junto a su esposo. Se encuentra ubicada en Progreso y ahí tienen a cargo a 14 chicos adictos que viven allí y trabajan criando cerdos.

Aunque no figuran en el directorio de centros de atención y tratamiento para adicciones de la Junta Nacional de Drogas, el número de comunidades Beraca creció de solamente dos en 2003 a más de 30 en 2011. Ese año consultaron para atenderse 1.234 personas, de las que efectivamente ingresaron 590. Son una alternativa religiosa a la red pública de atención y a las comunidades terapéuticas privadas que brindan servicios de rehabilitación.

Para el doctor Juan Triaca, director del Portal Amarillo, el centro de referencia de la red pública de atención de adicciones, estas comunidades brindan una contención basada en un lugar donde vivir, comida y un orden laboral, sin embargo, no tienen una base técnica ni profesional que trabaje en pro de la reinserción del adicto. "No se promueve la autonomía ni tampoco se piensa que esa persona es producto de una familia y esa familia de una sociedad, y que hay que trabajar todo eso conjuntamente", dice Triaca.

En su revista anual, Beraca estableció como su objetivo principal "proveer amor y contención, además de techo, ropa y alimentación; buscando encaminar a las personas en el aprendizaje de oficios y realizando tareas orientadas a la autogestión de la Comunidad".

Así, en cada centro los chicos deben cumplir con una rutina diaria de trabajo que permita a la comunidad sostenerse económicamente. Cada lugar, a su vez, es administrado por matrimonios que ofician de encargados. Muchas veces ellos mismos son adictos rehabilitados. En Beraca no se cobra, pero a las familias que se encuentran en condiciones de hacerlo se les solicita que giren 700 pesos mensuales a un supermercado de la zona, donde los encargados luego retiran los alimentos que necesitan. Esta es una cifra notoriamente más baja que la que piden en la mayoría de las comunidades terapéuticas privadas.

En los centros privados de rehabilitación también se trabaja con una estricta rutina cotidiana. Sin embargo, a ella se le integran sesiones de terapias individuales, grupales y familiares, así como diversos talleres.

Manantiales es uno de los 29 centros privados que figuran en la web de la Junta Nacional de Drogas. Sintia Negrin, licenciada en psicología de la fundación, explica que una comunidad terapéutica implica "que las personas convivan y se gestionen el diario vivir, desde la casa, la comida, levantarse a una hora, limpiar sus cuartos y asearse".

La rutina es impuesta porque "generalmente las personas adictas vienen sin ningún tipo de rutina ni de horarios". El tratamiento en la fundación lleva aproximadamente dos años, con una primera etapa residencial de unos ocho o nueve meses de duración, a la que le siguen una serie de etapas que apuntan a la reinserción social.

Juan Geronés tiene 22 años y lleva ocho meses en Manantiales. Para él, el tratamiento es como "una maqueta de la vida real", porque hay cargos y roles, trabajo, un horario que cumplir y responsabilidades. "A mí la rutina me costó muchísimo, yo me levantaba a las cuatro de la tarde", dice Geronés.

Para el tratamiento en Manantiales es necesario abonar una cuota mensual, aunque desde la fundación prefirieron no decir cuál es el monto. De todos modos, Melisa Cuadro, encargada de comunicación, dice que se imparten becas para familias que no puedan pagar la cuota en su totalidad. A su vez, la institución tiene arreglos con mutualistas y un convenio de 50 cupos anuales con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). Más allá de eso, es un hecho que en Uruguay quienes pertenecen a familias de clase baja tienen muchas menos posibilidades de recuperarse que los que sí cuentan con cierto nivel económico como para financiar un tratamiento largo.

Aconcagua es otro centro privado que trabaja con la modalidad de comunidad terapéutica. Tiene una sucursal en Cordón para 14 personas y una en Pocitos para 20. Martín Gedanke, director terapéutico del centro, cuenta que "la persona que viene con una problemática de adicciones en general ha perdido la estructura de la vida cotidiana, vienen muy desorganizados, y la idea es primero ponerle límites y responsabilizarlo por las tareas que tiene que hacer".

Una cartulina roja colgada en el comedor del centro ofrece un detallado horario semanal, día por día, con todas las actividades que tienen que seguir los chicos, incluso se marca la hora en la que se les permite fumar un cigarro.

Al igual que en Manantiales, los residentes toman talleres y asisten a terapias grupales, individuales y familiares. Aconcagua también trabaja con diferentes mutualistas, y cobra una cuota mensual de 30.000 pesos, con posibilidad de brindar becas. Tanto Manantiales como Aconcagua están nucleados en la Federación Uruguaya de Comunidades Terapéuticas.

En relación a la múltiple oferta de centros, Sintia Negrin, de Manantiales, dice que hay personas que se pueden adaptar a un dispositivo de trabajo de comunidad terapéutica y hay otras a las que les puede resultar más útil dispositivos de instituciones religiosas.

"Si la persona vuelve a insertarse en la sociedad y deja de consumir, para mí todo sirve", opina. Martín Gedanke, director terapéutico de Aconcagua, coincide: "Cuanto más dispositivos haya, mejor. Siempre para alguien puede ser útil un tipo de dispositivo por diferentes motivos". Sin embargo, Gendanke dice también que sería importante que se regularizara cómo se trabaja en las comunidades religiosas, cuál es el equipo trabajando y cuál es la metodología: "Que se apruebe o que haya un organismo que diga que ese centro está habilitado para tratar pacientes con problemas de adicción".

LA OPCIÓN ESTATAL. El centro público de referencia en atención y tratamiento de adicciones es el Portal Amarillo, denominado formalmente como Centro de Referencia Nacional de la Red Drogas. Comenzó a trabajar en 2006 y combina tres métodos de atención: residencial, diurno y ambulatorio.

El dispositivo residencial implica que el adicto pasa las 24 horas del día en la institución, e incluye un abordaje médico, farmacológico en los casos en que sea necesario y terapéutico, incluyendo espacios de terapia y diversos talleres desde manualidades, plástica, teatro y educación física. Juan Triaca, director del centro, explica: "Nosotros planteamos que el síntoma consumo problemático es la punta del iceberg, que por debajo de eso siempre hay una serie de elementos bio-psicosociales que se expresan por esa conducta de consumo".

Para acceder a un tratamiento en el Portal Amarillo es necesario ser usuario de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Los chicos pueden ir directamente a la institución ubicada en Nuevo París o ser derivados desde algún centro público. Tiene una capacidad de 35 camas para el dispositivo residencial, divididas en 15 para los menores de 18 años y 20 para los mayores. El tratamiento de internación tiene una duración promedio de 20 días, y luego se continúa de manera ambulatoria. A su vez, allí se atienden 350 personas por mes y 15 asisten al centro diurno cada día desde las 8.30 hasta las 16 horas.

En Montevideo, es la institución pública destinada exclusivamente al tratamiento de adicciones, y ha sido criticada por tener largas listas de espera. Cristina Freda, integrante de la asociación civil Madres de la Plaza, que nuclea a madres de adictos a la pasta base, dijo en octubre ante la Comisión de Salud del Senado, según consta en la versión taquigráfica, que el Portal Amarillo no ofrece contención con la rapidez necesaria, aunque para ella es un buen proyecto.

"Si un familiar de un adicto llama para decir que su hijo aceptó someterse a un tratamiento, la respuesta que recibe es que la semana siguiente va a tener una entrevista y, según la evaluación que se haga, se verá", explicó Freda en la comisión parlamentaria. "Por supuesto que se trata de un caso perdido porque ese adicto que dijo que sí en un momento de lucidez, a la media hora puede manifestar que no y mucho más a los cinco, seis o siete días. El adicto necesita la contención inmediata".

Juan Triaca responde que las plazas destinadas a los menores nunca han estado colmadas, mientras que aquellas destinadas a los mayores sí se han encontrado llenas varias veces. Sin embargo, el director del centro dice que, más que lista de espera, en el Portal Amarillo tienen "un proceso de ingreso, de preparación para el dispositivo". Y eso "lo tenemos muy probado, porque quien ingresa así como por la ventana muchas veces le cuesta más sostener el dispositivo y se va. Pero nadie demora mucho más de 15 días en entrar" al centro.

Lo que no tienen, explicó Triaca, es una puerta de emergencia para crisis o casos agudos, en esas instancias es necesario recurrir a hospitales donde se trate inicialmente y luego se pueda derivar.

Tanto a nivel público como privado se coincide en que la deserción a los tratamientos es muy alta. De acuerdo a Triaca, "hay mucha gente que viene una o dos veces a un grupo y deja de venir, y es porque se le pide al centro lo mismo que a la droga: que mágicamente resuelva los problemas sin que yo me involucre demasiado, y eso es muy difícil".

Según aventuró Triaca, cerca del 30% de las personas en tratamiento no dejan de consumir o lo abandonan. En la Fundación Manantiales el porcentaje de deserción es de 24%, y las razones no son tanto por ganas de consumir, de acuerdo a la terapeuta de la fundación Sintia Negrin, sino porque no logran adaptarse a la estricta rutina cotidiana.

Gedanke, director terapéutico de Aconcagua, coincide sobre la alta deserción y dice que "es muy difícil que la persona se rehabilite en el primer centro al que asiste, tal vez luego de pasar por varios en alguno logra enganchar; porque también depende del momento que está pasando la persona, tal vez está presionado para hacer el tratamiento pero no está convencido, y así no es tan eficaz".

EL EFECTO BURBUJA. Sobre la proliferación de comunidades religiosas, Miguel Silva, supervisor del equipo técnico del Portal Amarillo, apunta que "es un riesgo no sólo de esas comunidades, sino también de algunas profesionales, lo que se llama el efecto burbuja: vos funcionás bárbaro pero en una especie de mundo artificial, donde después el impacto frente al mundo real otra vez y ante tu familia de origen genera muchas veces un retorno al consumo".

Así parece haberle pasado a Martín Espinosa, quien vive en la comunidad Beraca de Progreso desde hace cinco meses. Tiene 26 años y proviene de La Colorada. La primera comunidad en la que estuvo fue en Aeropuerto, luego lo trasladaron a Punta de Rieles, donde estuvo cuatro meses y se fue. "Me fui a mi casa creyendo que estaba bien", cuenta.

Tiempo después recayó. Se fue para una comunidad en la provincia argentina de San Juan. Allí estuvo un año, pero cuando volvió recayó nuevamente. Hoy es en Beraca Progreso lo que llaman un hermano mayor: un chico con experiencia en las comunidades, que ayuda a los encargados en el cuidado y la contención de los más nuevos.

"A mí me va bien dentro de la comunidad, pero afuera me va bien un tiempo y después todo mal; fuera de la comunidad fracaso", admite Espinosa.

Servando Dilema, de 35 años, es de Piedras Blancas y está hace casi un mes en Progreso, trasladado desde otro centro Beraca. Antes, había estado cinco años en la calle. "En una comunidad hay paz, afuera está el mundo", dice. Pese a ese riesgo de efecto burbuja, Juan Triaca afirma que es tan complejo el tema que nadie puede decir que un dispositivo no sirve.

"A mí me ha ocurrido de recibir a gente que ha pasado por esas instituciones y que luego continúa el proceso terapéutico en el portal", apunta Triaca. "Y en ese momento la comunidad fue lo que a la persona le sirvió, ese orden mínimo de tener dónde dormir, dónde comer y dónde trabajar. Capaz que lo que le pedíamos desde el portal era muy exigente para esa persona en ese momento".

Silva, supervisor del Portal Amarillo, dice, a su vez, que algo que caracteriza al ser humano es la necesidad de estar unido al otro. "En salud mental hasta está cuantificado, el mayor indicador de calidad de vida es la matriz social de una persona, la cantidad y calidad de sus vínculos". Así, Silva indica que una persona promedio tiene alrededor de 20 y 22 vínculos significativos, un neurótico baja a 14 y un psicótico cuatro o cinco.

Entonces, en las comunidades religiosas los adictos pasan de tener cuatro o cinco compañeros de consumo "a tener gente que los recibe con calidez, que les organiza su vida cotidiana, que los ordena". Y Silva concluye: "No es poca cosa para esas personas en ese plano de vulnerabilidad, es como un salto cuántico en su vida. No hay que subestimarlo".

UNA HISTORIA

Moña a la muerte

Fernando Menck, periodista.

Yo sí que hoy, con 53 años de vida, puedo decir que le hice una "moña" a la muerte. De tenerlo todo -enseñanza en colegio inglés, casa en Punta del Este- pasé a absolutamente nada, salvo la pena, lástima y hasta el desprecio que le daba a amigos o conocidos, que cambiaban de vereda para evitarme. Desde chico me gustaba el juego, pero en 1993 pasé de ser un bebedor social a un alcohólico que no quería admitirlo. Después llegó la cocaína. Eso me costó mi primer divorcio. Me fui a vivir a un apartamento sólo, era un caos. Sólo tenía una cama y la heladera. Y un auto, un Fiat Uno.

Soy periodista. Cuando me echaron del diario en 2011, fue el acabose. Mi segunda mujer no soportó más la situación y me fui de casa a vivir en pensiones. Pensé que los 15.000 dólares del despido iban a durar siempre.

Y pensé en matarme, pasé por más de 15 internaciones en "loqueros" cinco estrellas. Me desintoxicaban 30 días y de vuelta a tomar. Hasta que toqué la puerta del hospital Maciel, donde conocía a la directora. Al verme, barbudo, flaco, casi sin dientes, me preguntó: "¿Fernando, sos vos? ¿Y tu hijo, tu mujer, tu trabajo?". A la semana siguiente me internaron para desintoxicarme.

Venía de un refugio -no terminé en la calle porque Dios lo decidió así- donde pagaba 40 pesos diarios mientras trabajaba de cuidacoches y donde conocí la pasta base, esa droga que siempre me había prometido no tomar. Si algo puedo aconsejar es que nadie consuma pasta base, esa droga mata. Y no es solo de adolescentes: vi tipos de 70 años encajándose base.

Después del Maciel me pasaron a una comunidad terapéutica, Izcali, para cambiar mi vida. El tratamiento allí dura un año y en el primer mes no tenés salidas. Con 50 años aprendí a cocinar y hacerme la cama. Me emociono cuando recuerdo la ceremonia de entrega de la medalla de un año limpio. Hoy estoy escribiendo un libro y, como dice la filosofía de Izcali, "soy enseñable, puedo aprender y estoy dispuesto a cambiar". Hoy apuesto a la vida, no a la muerte.

LAS 24 HORAS

SERVICIO GRATUITO

La línea *1020

Dentro del Portal Amarillo funciona un servicio gratuito de atención telefónica, las 24 horas del día, para orientar sobre tratamientos.

Allí trabajan ocho personas: cinco licenciados en psicología y tres licenciados en enfermería. Cuentan con una base de datos de centros y grupos de ayuda de alcance nacional. Y pueden agendar horas de atención en el Portal Amarillo.

La psicóloga Ana Laura García indicó que a través del servicio pueden acordar el inicio del tratamiento, que es a través de grupos transitorios de usuarios. De acuerdo a Claudia Rosendo, también psicóloga, se reciben "llamadas sólo para consultar, así como hay gente que llama en una situación de crisis". Entre las situaciones de crisis que reciben, hay "madres llorando porque su hijo le robó todo, hasta personas que quieren terminar con su vida". A su vez, suelen llamar chicos tratando de evitar una recaída. "Se le hace el aguante, se le dice que busque a alguien con quien estar, alguien que no consuma. Si está sufriendo una crisis de abstinencia que se pegue una ducha medio fresca, que coma algo dulce, que vaya a una emergencia". "Siempre se da una opción", explicó Rosendo, "siempre se busca lo más cercano que tenga y, si no hay nada, se le dice que venga acá". El servicio funciona gratis por celular, a través de cualquier compañía, discando el *1020 a cualquier hora del día; y, si no, a través del 2 309 1020.

OPINIÓN OFICIAL

LEY DE INTERNACIÓN COMPULSIVA

"De pesado, no"

Medio año después de haber sido anunciado en conferencia de prensa como parte de un grupo de medidas para combatir la inseguridad, el proyecto de ley de internación compulsiva -que prevé que un adicto pueda ser trasladado a un centro asistencial contra su voluntad- aún no tiene la aprobación siquiera de una de las cámaras. La bancada oficialista no aprobó la redacción original enviada por el Poder Ejecutivo.

Juan Triaca, director del Centro de Referencia Nacional de la Red Drogas, Portal Amarillo dice que, considerando lo que se ve en el Portal Amarillo, la situación no se arregla con "meter a alguien para adentro de pesado". A su vez, Triaca alerta que así se le "está quitando todo derecho a las personas".

El director del centro público de rehabilitación indica también que, si fuera necesario, por riesgo para sí mismos o para terceros, proceder a la internación compulsiva de una persona, eso ya está previsto actualmente en la Ley del Psicópata (N°9.581 de 1936).

"Creo que hay que discutirlo más", concluye el doctor. Y así se entendió también en el Parlamento ya que, pese a que se esperaba que la ley fuera sometida a votación antes de culminado el 2012, se ha postergado.

Esto debido a que legisladores oficialistas se pronunciaran en desacuerdo con aspectos de la iniciativa y propusieron la elaboración de una nueva, que tendrá un tono más enfocado a la rehabilitación. A su vez, según solicitó la organización Madres de la Plaza ante la Comisión de Salud del Senado, se manejará la posibilidad de que el proyecto contemple también la internación de adictos que consuman en ámbitos privados y no solamente públicos, como se incluía en la iniciativa anterior.

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