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JOSÉ MASTANDREA
"Vengo a levantar una Copa con Peñarol. Quiero salir campeón". Esas fueron las primeras palabras de Damián Frascarelli cuando pisó Los Aromos. Fueron espontáneas, sinceras, mucho más cercanas al hincha que al jugador. No imaginó todo lo que le tenía deparado el destino.
"Je... con todo lo que sufrí para llegar a Peñarol", tiró de primera y dejó escapar un largo suspiro. Es que la historia de Frascarelli no es muy común.
Con apenas un año en Primera División, tapando una docena de pelotas de gol por partido en el arco de Miramar Misiones, pasó a un grande. "Al club que siempre soñé llegar. Pero bueno... no me quejo, las cosas se dieron así", dijo el arquero de 23 años y todo un futuro por delante.
Llegó al arco aurinegro para suplir a Juan Castillo, un golero que dejó una huella imborrable en su breve paso por Peñarol. Y lo hizo ilusionado en los primeros días del verano de 2008.
El pase estuvo a punto de hacerse pero se frustró en varias oportunidades. Que sí, que no, que Miramar pedía mucho dinero, que esto, que aquello.
Al final se concretó sobre el cierre del período de pases para alivio de Damián y su familia. "Pasamos unos días de locos. No dormía. Vivía pendiente al teléfono. Me decían que me iban a llamar en cualquier momento pero nunca llamaban", recuerda.
Le tocó debutar en los torneos de pretemporada. Se calzó por primera vez el buzo de Peñarol el 30 de enero. Fue en el partido que los aurinegros jugaron frente a Defensor Sporting por el tercer puesto en la Copa Ricard. Y fue figura. Contuvo un penal en la serie final.
Su segunda presentación se dio pocos días después, cuando Juan Pedro Damiani anunciaba públicamente que Peñarol iba a poner "toda la carne en el asador".
Fue en el clásico por la Copa Suat, el 2 de febrero de 2008. Allí ya no le fue tan bien. Y él lo recuerda. "Fue el día que (Bruno) Fornaroli me hizo dos goles. Le levanté la cotización un par de millones de dólares ¿no?", acota con una sonrisa.
Ese sería su último partido en Peñarol. Él no lo sabía, ni lo había imaginado.
Cuando todo pintaba bien, cuando se afirmaba en el arco y parecía adueñarse del buzo aurinegro, llegó la imprevista lesión. "No quiero ni acordarme. Fue en el primer entrenamiento que hicimos en Hong Kong. Sentí un ruido en la rodilla y no me pude levantar. Fue horrible, después de todo lo que había luchado para pasar a Peñarol... no lo podía creer. Fue el club al que quise llegar desde que era niño".
SIN FÚTBOL. El diagnóstico fue duro: rotura de ligamentos y seis meses de inactividad.
"Siempre tuve fe en volver a atajar. Todo el mundo me decía que era una lesión jorobada, pero yo hice toda la recuperación al pie de la letra. Ahora me siento muy bien", dijo el hoy arquero titular de Central Español.
"Cuando me recuperé pensé que podía tener otra oportunidad en Peñarol. Hablé con los dirigentes y ellos me querían. El que no me quiso fue (Mario) Saralegui. No sé... me fui en buenos términos, sin rencores, sin problemas. Y sé que algún día voy a volver a atajar en Peñarol. Así como se me dio una vez, puede sucederme de nuevo. Sé que voy a volver...", dijo convencido.
LA EMOCIÓN. Y si es por fe, va por buen camino. Porque con su fe siguió adelante y echó por tierra los malos augurios.
Hoy se siente "espectacular". Con ganas de volver a trascender con sus atajadas. "Sentí una gran emoción cuando volví a jugar. Se me hizo eterna la espera".
Y como hace un año y monedas, el período de pases lo tuvo a mal traer. "Primero se había hablado de Cerro. El pase estaba por cerrarse pero surgió una diferencia económica con Miramar y al final se dio lo de Central Español. Hasta el último día estaba convencido de que iba a atajar en Miramar".
El cambio no fue grande. Es más, bromea con sus nuevos compañeros al respecto: "Me joroban... me dicen que cruzo por la cancha de Miramar y salto el muro para entrenar en el Palermo. Me queda pegadizo al `Méndez Piana`, es como si siguiera entrenando en Miramar", bromeó.
"Yo quería jugar de cualquier manera estuviera en donde estuviera. En ese sentido nunca tuve problemas. Estaba pronto para atajar. Tenía unas ganas bárbaras. Por suerte se me dio y aquí estoy. Volví a vivir".
Pasaron trece meses. Ese año y monedas se hizo interminable. Sólo entrenó, se preocupó por cuidarse, por trabajar el tren superior y cuando obtuvo el alta, comenzó a trabajar sin apremios. No quería volver a lesionarse.
"Estuve esperando con una ansiedad bárbara el poder entrenar otra vez. Y uno siempre regresa con algo de temor. Por más que digan que está todo bien, que la recuperación fue buena, a uno le queda algo y eso lleva a un cuidado extremo. Pero después que empecé, ya fue diferente, fue como si nunca me hubiese lesionado. Sé que todo se me dio muy pronto y que puede volver a darse. Tengo 23 años, es una edad ideal para el arquero".
La llegada a Central Español lo puso en rodaje nuevamente. Estaba mentalizado para jugar con Miramar Misiones el Campeonato Uruguayo de Segunda División, pero se quedó en Primera.
"Lo de Central vino muy bien. Es un club similar a Miramar, es tranquilo, con buena gente, con una hinchada que siempre está... me siento muy bien, muy a gusto, hay un grupo bárbaro que me recibió notablemente", confesó el arquero.
El pase, la lesión, el regreso. Todo en un mismo combo. No fue fácil superarlo. Pero su fe lo llevó a creer en el regreso.
"Me costó, pero hoy pienso que todo el esfuerzo que hice valió la pena. Me emocionó el volver a atajar. Fue una sensación bárbara. La lesión me afectó y el no poder entrar a una cancha me tenía todo el día de malhumor. No era sencillo. Se hizo largo pero sé que tengo mucho para dar".
Las metas cambiaron. Hoy quiere afianzarse en Central Español. Quiere jugar, atajar, sentir otra vez la pelota entre sus manos. Volver a vivir esa sensación intransferible de volar de palo a palo, ahogar un grito de gol, amargarle la vida a los delanteros rivales.
"Mientras me recuperaba, mi objetivo era volver a jugar como sea y en donde sea. Así como llegué una vez (a un grande) puedo hacerlo de nuevo. Tenía todo y de un día para otro me quedé sin nada", dijo, convencido de que su nombre ocupará las marquesinas del fútbol.
Frascarelli volvió a vivir. Y se le nota. Estuvo más de un año en el anonimato. Pensando en el día del regreso. Y se le dio. Como siempre, con una sorpresa bajo la manga. En vez de atajar en Miramar, pasó a Central Español.
"Tuve fe. Yo creo que eso fue lo más importante. Y el apoyo de mi familia para salir adelante. No le deseo a nadie que pase por lo que pasé. Pero sé que son las reglas de juego en el fútbol".
Frascarelli se calzó los guantes. Ataja en el arco de la fe.
Cuando Juan Castillo dejó el arco de Peñarol para enrolarse al Botafogo, los aurinegros se encontraron con un problema: no tenían un suplente apto como para que supliera la ausencia de una de las figuras que había tenido el conjunto aurinegro en esa temporada 2006-2007. Sebastián Sosa fue cedido en préstamo y se apeló a otros goleros juveniles que estaban en el club como Gonzalo Salgueiro y Guillermo Reyes. Gustavo Matosas, técnico de Peñarol por aquel entonces, necesitaba un arquero con mayor fogueo. Así fue como llegó Damián Frascarelli, de gran campaña en el arco de Miramar Misiones, fundamentalmente, cuando los `cebritas` enfrentaron a los grandes en el Centenario. Pero no todo fue color de rosas. Jugó un partido y medio y se lesionó los ligamentos en el primer entrenamiento de Peñarol en Hong Kong. Se salió a buscar otro arquero y llegó Nicolás Biglianti que estaba en el fútbol boliviano. También se fracturó uno de sus dedos en una práctica. La mala racha de los arqueros preocupó y dejó la valla desguarecida cuando ya dirigía Mario Saralegui. Incluso hasta se pensó en llamar a una curandera para que `limpiara` los arcos de Los Aromos.
Desde niño supo que quería ser golero. No hubo ningún otro puesto que lo sedujera tanto. El arco fue un tema de elección. Comenzó a atajar en el baby fútbol y ya ahí se destacó. Primero en el Libertad-Washington, el club de Colón, el barrio donde dio sus primeros pasos futbolísticos. "Después, cuando nos mudamos para el Prado, jugué en el Mauá, hasta que llegué a la Séptima División de Miramar Misiones", contó Frascarelli.
"Estuve once años en Miramar, hice todas las formativas hasta que me tocó jugar en Primera cuando cumplí los 21 años. En una temporada se me dio todo. Ser titular en Miramar y pasar a un grande. No lo podía creer", confesó.
Hoy, no tiene materias pendientes. "Porque esto recién empieza. Si me hubiese lesionado a los 28 o a los 30 años, por ahí la cosa hubiera sido diferente. El puesto de arquero es distinto a los demás, el golero empieza a madurar a los 25, a los 26 años... tengo un buen trecho todavía".
El 2 de junio cumplirá los 24 años. Su inactividad no lo perjudicó. Sigue teniendo el mismo peso que cuando jugaba: 82 kilos.
Frascarelli quiere volver a ser el que fue.
Ovación digital
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