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"Si Menem gana las elecciones se producirá una quiebra social"

24/12/2002 - EL PAÍS DE MADRID

FRANCESC RELEA

Un año después de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, el presidente Eduardo Duhalde, de 61 años, aparecía relajado en su despacho de la residencia de Los Olivos, donde recibió a EL PAIS.

Antes de pasar revista a la situación, Duhalde reiteró que cumplirá su palabra de retirarse de la política activa, porque, según dice, hay que dar paso a las nuevas generaciones. "Me siento prehistórico", declara. "Me preguntan siempre mis amigos, pero yo no me imagino volviendo a tener una función ejecutiva, porque la verdad es que lo he pasado muy mal".

—¿Qué conclusiones saca de lo que pasó hace un año?

—Se habían derrumbado los dos pilares del modelo que ya tenía una década de vigencia: la convertibilidad —el peso ya no valía un dólar en ningún lado— y la creencia generalizada de que había un sistema bancario y financiero indestructible. Estas dos visiones del modelo se derrumbaron y se produjo una fragmentación social tremenda. Fue el "sálvese quien pueda". Y no se salvó nadie. No se salvaron las grandes empresas, que vieron cómo su capital se esfumó, ni las pequeñas, que desaparecieron. Se produjo un empobrecimiento muy rápido de los sectores medios, que pasaron a la categoría de pobres, y los pobres, a indigentes.

—Argentina lleva un año en suspensión de pagos. ¿Hasta cuándo se puede vivir fuera del sistema financiero internacional y sin crédito externo?

—Me han avisado el presidente Aznar y el Departamento de Estado que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) está a punto de concretarse. Estamos esperando. Para Argentina es muy importante. Algunos pueden creer que no pagar es bueno, pero es muy triste, es una vergüenza. Necesitamos crédito, estar bien con el mundo. No puede ser que nuestro país sea la oveja negra.

—¿Qué significaría la firma del acuerdo con el FMI?

—Nuestra insistencia no es pedir plata, porque Argentina no tiene que endeudarse más. No podemos pagar. De aquí a junio tenemos vencimientos de deuda del orden de 10.000 millones de dólares, que son todas nuestras reservas. Hemos hecho una licitación pública para que nos ayuden a detectar cómo están distribuidos nuestros acreedores en el mundo. El que va a negociar es el Estado, no las entidades bancarias y financieras. Argentina va a tener un límite con el cual pagar, pero, si pudiéramos conectar con nuestra producción la capacidad de pago a nuestros acreedores...

—¿Quiénes son los principales acreedores privados?

—España, Italia y Japón.

—Usted y su ministro de Economía aseguran que Argentina ha salido de la recesión.

—Sí. Todos los economistas, incluidos los enemigos, discuten si el año próximo creceremos el 2%, el 3% o el 4%, pero todos coinciden en que habrá un crecimiento de la economía. La desocupación ha caído bastante en este último trimestre, tenemos superávit todos los meses de 1.500 millones de dólares. Argentina puede producir y vender.

—Algunas encuestas indican una tendencia favorable a que compita en las próximas elecciones, pese a su compromiso de retirarse.

—En el año que tengo de Gobierno hay una sola cosa que la gente no discute, el tema de la ejemplaridad. Es decir, no hay una sola denuncia de corrupción contra mi Gobierno. He prometido que no iba a competir y no competiré.

—Pero ante la escasez de candidatos que despierten simpatías, ¿no siente la necesidad de seguir en la arena política?

—Tengo 60 años y gobierno desde los 30. He sido alcalde dos veces de un municipio de un millón de habitantes, dos veces gobernador de mi provincia. Sé gobernar, conozco esto, pero es imprescindible en Argentina tener nuevas generaciones de gobernantes.

—Los principales candidatos parecen representar lo viejo.

—Va a aparecer una renovación. La gente no quiere votar lo que está en el escaparate, y me incluyo en ese escaparate.

—¿De dónde pueden surgir los nuevos candidatos?

—Voy a propiciar una renovación, para que aparezcan dirigentes jóvenes. Argentina estaba en terapia intensiva y hoy estamos en terapia intermedia. Pero podemos volver a la terapia intensiva si no hacemos las cosas bien.

—¿Se imagina que le toque entregar la banda presidencial a su eterno rival Carlos Menem?

—No espero que suceda eso. De todas maneras, puedo estar equivocado. La democracia tiene esas cosas.

—¿Qué escenario imagina si Menem ganara las elecciones?

—Tengo miedo a una quiebra de la sociedad.

—¿Usted y Menem representan a dos peronismos?

—Son dos visiones distintas de cómo se debe gobernar. Yo creo en el trabajo, porque he sido gobernador de la provincia más productiva de Argentina. Y Menem cree en una economía financiera, especulativa. Son diferencias serias pero no son la guerra. Estaba (Menem) más de acuerdo con De la Rúa que conmigo.

—¿No es hora de que aparezcan nuevas formas de organización, nuevos partidos?

—Puede ser. Menem me lleva 11 ó 12 años y yo ya estoy en la edad también de dedicarme a otra cosa. Los nuevos no tienen tantas cicatrices, y es bueno que no vengan con las peleas que hemos tenido nosotros.

—¿Qué perfil debería tener el próximo presidente de Argentina?

—Primero, saber gobernar. Hay gente con experiencia. Están el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota; el de Santa Cruz, Néstor Kirchner; el de Buenos Aires, Felipe Solá.

—Pero esa no es gente nueva.

—Sí, es nueva. Tienen 50 años. Ninguno de ellos ha estado en la política nacional; han estado siempre en la provincial. No pretendo poner a un chico de 30 años sin experiencia. En la capital federal tenemos varios dirigentes como Daniel Scioli (secretario de Turismo), gente nueva que ha aparecido.

—¿Es usted contrario a unas elecciones internas en el Partido Justicialista?

—Creo que nos puede pasar como al radicalismo en esta elección. En las encuestas, los tres primeros favoritos son peronistas. ¿Cuál es el motivo para ir a una interna sangrienta entre ellos y no a una elección general autorizando a los tres candidatos? Es la gente la que va a votar, los justicialistas más los independientes, lo más democrático que puede haber.

—¿Qué planes tiene para cuando deje de ser presidente?

—No voy a ocupar ningún cargo. Soy titular de cátedras universitarias que abandoné, pero voy a seguir con mis estudios y seguramente haciendo política.

—¿Qué objetivos no ha logrado cumplir en su año de presidente?

—Hubiera querido poner en marcha mucho antes programas sociales y no lo pude hacer. Me equivoqué muy fiero cuando asumí. Yo venía muy convencido de que tenía una alianza con los sectores del trabajo y la producción y lo largué muy a destiempo. Fue malo, porque se generaron expectativas cuando en realidad teníamos que estar apagando el incendio. Cometí errores de cálculo.

—Imágenes de niños muriendo de hambre en Tucumán ¿son un golpe a su proyecto?

—Yo no lo veo así. Lo que le pido a los medios es que sigan insistiendo con el hambre, porque ayuda a que se solucione. ¿Cómo puede haber hambre en Argentina? Tiene que ver con la desorganización de la sociedad.

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