CARNAVAL DEL URUGUAY UNA TRADICION BICENTENARIA
La pasi�n del pueblo uruguayo hacia el Carnaval es un fen�meno dif�cil de explicar por los soci�logos. Junto con el mate y el f�tbol son los elementos m�s distintivos de nuestra idiosincrasia. Para alguien que no resida en nuestro pa�s, le resultar�a muy dif�cil entender una fiesta de tan extensa duraci�n (r�cord mundial en la materia) y que transforma el ritmo de vida de los montevideanos. Durante un mes y medio, el bullicio se prolonga hasta altas horas de la madrugada, en los barrios m�s dis�miles, desde las zonas de clase baja, hasta las de clase media y media alta, porque el espectro de gente que atrapa el Carnaval es muy amplio y pr�cticamente abarca todas las clases sociales.
Si en el presente tiene una enorme repercusi�n, a�n m�s la tuvo en el pasado. Datos estad�sticos de principios de siglo, indican que un 90% de la poblaci�n montevideana participaba, de una u otra manera, en los festejos. Esto era f�cil de constatar teniendo en cuenta los nombres de connotados pol�ticos que, voluntariamente, interven�an en las comisiones encargadas de la organizaci�n de las celebraciones del Carnaval; un ejemplo de ello, son los nombres de Jos� Batlle y Ord��ez y Luis Alberto de Herrera -dos de la personalidades m�s notorias y representativas de los partidos tradicionales- quienes sumaron sus aportes durante un tiempo muy prolongado.
CARNAVAL EN LA EPOCA COLONIAL
Los primeros rastros de festejos de Carnaval en nuestra historia se remontan a 1760, all� nos encontramos con un edicto que regulaba la celebraci�n, prohibiendo - entre otras cosas - el uso de armas de fuego y el disfrazarse con uniformes oficiales. Ignoramos si ese fue el primer festejo o si ya hab�a existido otros, algunos historiadores especulan que fue una moda importada de Europa apenas se fund� Montevideo, lo que s� sabemos es que ese es el primer documento escrito que alude al Carnaval.
La comparsa de negros es la expresi�n folcl�rica m�s antigua con mayor vigencia en nuestros d�as.Sus or�genes se remontan a la �poca colonial, m�s precisamente a mediados del siglo XVIII, all� por 1760.
Un Montevideo muy diferente, tal como describ�a Isidoro de Mar�a. Era una poblaci�n sumida en las tinieblas, con calles llenas de huecos, zanjas y pozos. Un Montevideo muy religioso por cierto, con misas que registraban una asistencia masiva y a la que se acud�a con las prendas m�s lujosas, ya que era una de las citas sociales m�s difundidas. Un Montevideo muy apegado a las tradiciones, entre ellas las procesiones de Corpus Christi...
Fue, justamente en las procesiones de Corpus Christi en donde los negros comenzaron a ganar la calle. En aquella �poca eran un porcentaje �nfimo de la poblaci�n, aunque con el devenir de los a�os se fueron multiplicando de tal forma que al llegar a fines del siglo XVIII se calculaba que constitu�an un tercio del total de los habitantes.
Un d�a al a�o era consagrado a ellos: El d�a de San Valent�n o San Baltasar. En esa fecha, los negros esclavos eran autorizados por sus patrones a gozar de vacaciones, descansar y divertirse disfraz�ndose como sus amos e imitarlos.
Las comparsas como tales comenzaron a aparecer en la d�cada del sesenta del siglo pasado, m�s precisamente en 1865 bautizada "Raza Africana". �C�mo eran esas comparsas originales? Una respuesta parcial a la pregunta la hallamos en los versos que escribi� el poeta popular Francisco J. Gonz�lez para "Raza Africana" en 1970:
"Brilla negro tus canciones
que ilusi�n hace ver
flautas, guitarras, g�eseras
panderetas y otras cien.
Cirarum morena
Cirarun paya
quibrando zambumba
que ate har� gurtar...
Yo no puedo negrito
quibrar la cintura
quibrando la tuya
las dos cimbrar�n.
Bailan tango las negritas
y los negros a su vez;
penas aqu� no se sienten,
solo se goza placer.
Ni�as bellas que tanto desean
ver a los negros bailar y cantar
poned atentos ojos en ellos
y elogios mil habr�is de lanzar."
Como se desprende del texto, podemos apreciar el vocablo "tango" o "tang�" como se pronunciaba en aquel entonces, denominando de tal forma a un nuevo ritmo musical que impusieron las comparsas de negros y que luego hizo furor en ambas m�rgenes del Plata.
La expresi�n "negros lubolos" (blancos pintados de negros) data de 1876, como puede comprobarse en el diario "La Tribuna" del 26 de febrero de dicho a�o, donde detalla la aparici�n de una comparsa "Negros Lubolos" conformada por blancos que bailan y cantan "con la misma perfecci�n que hemos visto m�s de una vez a los propios negros ejecutar en sus sitios o candombes... Auguramos �xito a esta sociedad que ha tomado con empe�o la idea de hacer conocer las costumbres de los amiguitos."
En 1903, la comparsa "Esclavos de Asia" promovi� una aut�ntica rebeli�n. Junto a los presidentes de las agrupaciones "Pobres Negros Cubanos", "Lanceros Africanos", "Negros Hacheros", "Esclavos de Nyanza", "Negros del Congo", "Esclavos Africanos", "Negros Libertadores", "Esclavos de La Habana", "Hijos del Congo", "Esclavos de Mozambique" y "Libertad Esclavos de Asia" suscribieron una iniciativa en la que se�alaban que no se presentar�an en ning�n tablado donde no se premiara, por separado de las restantes, a las comparsas de negros, creando de hecho una nueva categor�a.
Muchos son los t�tulos de destaque que contribuyeron a enriquecer el prestigio de esta expresi�n art�stica. En su g�nesis es necesario recordar a "Esclavos de Nyanza", que al igual que otros dos s�mbolos del Carnaval como "El Carro del Chan�" y "Un Real al 69" fueran declarados "fuera de concurso". Con el devenir del tiempo se fueron sucediendo t�tulos de gran prestigio "Libertadores de Africa", "A�oranzas Negras", "Fantas�a Negra", "Miscel�nea Negra", "Morenada", "Serenata Africana", "Marabunta" y en los �ltimos a�os la rivalidad es entre "Kanela y su Barakutanga", "Yambo Kenia" o la fugaz "Sierra Leona".
LAS LLAMADAS
Para hablar de "Las Llamadas" deber�amos remontarnos a aquellas procesiones de San Valent�n o San Baltasar, a las que ya hicimos referencia. Esa tradici�n, precisamente, es recordada anualmente en la fiesta de Llamadas. Lauro Ayestar�n, el mayor music�logo del Uruguay, define la llamada como la convocatoria que hac�an los tamboriles de una comparsa para concurrir a ella. Se llamaban haciendo sonar sus parches en el barrio y reclutaban sus adherentes. El historiador Antonio Pl�cido cuenta que "en el viejo barrio Palermo, sede de algunas agrupaciones famosas, sol�a ser costumbre que tres o cuatro tambores de cada grupo salieran independientes, durante el Carnaval, a convocar a sus componentes, por ese y otros barrios alejados, los que se iban incorporando a sus respectivos n�cleos para terminar reuni�ndose en el mismo punto, donde se organizaban para iniciar sus actividades."
En 1956, la Intendencia Municipal de Montevideo decidi� oficializar el desfile de llamadas y se le dio un recorrido que conserva la esencia de las Llamadas, ya que sal�a de un punto volv�a a �l tras recorrer las calles de los barrios Sur y Palermo.
Ese primer desfile sali� de Cuareim y la rambla hasta Durazno, por �sta hasta Minas, San Salvador, Ansina, Isla de Flores, Curuguaty, Jos� Mar�a Roo y nuevamente la rambla.
LA COMPARSA
Al frente de la comparsa se sit�an los estandartes o emblemas que distinguen a unas de otras, sus portadores suelen hacer dif�ciles malabares, como sostener con el ment�n la pesada estructura. Son seguidos por los portabanderas, con sus gigantescas banderas, sus colores son los mismos a�o tras a�os, ya que representan a las naciones africanas de las cuales eran originarios los ancestros de los integrantes. Tambi�n van haciendo gala de su habilidad con pases complicados y dif�ciles, a veces acost�ndose en el suelo y volviendo a pararse sin perder el ritmo de su baile.Para alumbrar su paso en la noche carnavalera descienden del cielo estrellas y medias lunas, con su carga religiosa a cuestas y que son sostenidas por j�venes bailarines, que al igual que el resto de los componentes suelen esconder su rostro con m�scaras recordatorios de los m�sticos antepasados de los negros o bien la integraci�n m�gica de los esp�ritus, con la ayuda propiciatoria de la alucinante m�sica del tamboril y la danza de atenuada convulsi�n del gramillero, al decir de Flor de Mar�a Rodr�guez de Ayestar�n.
El gramillero es una de las figuras m�s atractivas desde el punto de vista coreogr�fico. Sus movimientos, para el espectador no entendido, parecen obedecer a la decadencia de la vejez, mientras pretender alcanzar a la coqueta Mama Vieja, mientras tiemblan sin cesar y no dejan de frotarse con su mano la cintura dolorida. Una explicaci�n muy alejada de la realidad. El gramillero representa al m�dico, que va siempre acompa�ado por su valijita portadora de yuyos y gramillas y no persigue a la mama vieja para enamorarla o seducirla. Sus pasos de avance y su rodeo a la negra vieja, no son otra cosa que el despliegue m�gico de hechicero, m�dico o brujo, quien la se�ala con su brazo y mano extendidos y con su dedo �ndice, conjurando la decadencia senil y la enfermedad para que se aleje de su cuerpo y su baile temblequeante es su lucha interna contra el mal.
La Mama Vieja , Abuela o Mam� In�s, como tambi�n se la denomina va caracterizada con su eterna sombrilla (la cual va girando constantemente), su abanico y su canasta, a veces repleta de humeantes pastelitos. No faltan ocasiones en que arrulla a un beb� en sus brazos. Visten trajes largos, a veces blusas escotadas y amplias polleras con abundantes lunares grandes o pintas. Cubren su cabeza con un pa�uelo anudado sobre la frente y usan un gran n�mero de collares y pulseras multicolores y grandes pendientes.
Junto a los nombrados hay una tercera figura de indudable importancia en lo tradicional: El escobero. El encargado de barrer con su escobilla los malos designios que acechan y que tratan de ser expulsados por el gramillero. Los escoberos de las comparsas son aut�nticos malabaristas que ejecutan con precisi�n su arte, manteniendo en constante movimiento la escobilla, la cual en un instante se desliza r�tmicamente entre sus dedos y unos segundos despu�s realiza incre�bles piruetas por los aires para luego descender durmi�ndose sobre el pecho desliz�ndose por su cuerpo hasta la punta de su pie y volver a cobrar altura, siempre al son del tambor. Algunos cambian la escobilla por un bast�n y a veces son adornadas por cintas o listones de celof�n. Los escoberos visten con un buzo y un bombachudo, se calzan los pies con zapatillas u alpargatas y usan medias negras, sobre las que se destacan cintas rojas o blancas que sujetan las alpargatas hasta la rodilla rodeando la pierna en forma cruzada y sirven, adem�s de sost�n, como recordatorio de los latigazos que recib�an los negros esclavos por parte de sus amos. Llevan adem�s una torera de color. De su cintura penden dos cueros, siendo llevado uno adelante y otro atr�s, que son de zorro, oveja y a veces de perro. En estos cueros cuelgan espejitos, cuenta de colores y diversidad de adornos y cascabeles que simbolizan amuletos que alejan a los esp�ritus malignos.
Tras ellos vienen los j�venes bailarines, de ambos sexos. Sus movimientos de danza son de balanceo o de giro, contorsionando sus cuerpos, sacudiendo sus caderas, alzando sus hombros, temblando convulsivamente, con sus �ndices se�alantes, elementos todos rescatados de antiguos y modernos rituales africanos, emparentados con la danza sagrada de la fertilidad, donde la sexualidad es proclamada para la procreaci�n, en exaltaci�n de la vida y el olvido de la muerte. Algunas danzarines se transforman merced a su belleza y ardor en refinadas vedettes, las cuales abandonan la cl�sica pollera -cuyo ruedo se levanta hasta la cintura- por bikinis o mallas, a veces caladas, de raso, gasa y lam� y adornan sus cabezas con vinchas, pedrer�a y profusi�n de plumas. Algunas adquirieron gran prestigio y su nombre reconocido internacionalmente, tales lo caso de Rosa Luna o Marta Gularte.
Los restantes componentes de la comparsa son los tamborileros, com�nmente conocidos como "la cuerda de tambores". Van avanzando r�tmicamente y su danza o paso es acorde al peso y la forma de su tambor, el cual va sujeto a su hombro por un colgante denominado talig o tal�n y es apoyado en su muslo izquierdo. Al avanzar empuja a su tamboril a cada paso de su pierna izquierda.
EL TAMBOR
Existen varias clases de tambores. Volviendo a la autorizada opini�n de Lauro Ayestar�n responden a los cuatro registros de la voz humana.
El chico es el soprano, con una altura de 65 cm. y un di�metro de la membrana de 62.
El repique es el contralto, con una altura de 70 cm. y un di�metro de 20.
El piano es el tenor, o m�s bien bar�tono, con una altura oscilatoria de los 73 cm. y un di�metro de 24.
Un cuarto tipo es el bombo, que corresponde al bajo, con una altura de 78 cm. y un di�metro de 27, aunque cabe aclarar, que hoy en d�a ha ca�do en desuso.
Las medidas que se�alamos son promediales, pudiendo varias en alg�n cent�metro de m�s o de menos.
De los nombrados el imprescindible es el chico, quien fue bautizado como "la llave de los tamboriles", su r�tmica es fija y sirve de apoyo al resto de la cuerda.
Su construcci�n es un verdadero arte y suele emplearse listones de madera de pino brasil, flejes de hierro, cuero vacuno, tachuelas, clavos, alambre grueso, tiras de lona o cuero y pintura al aceite.Las herramientas que se emplean para la tarea son el serrucho, cepillo de carpintero, martillo, cortafierro, l�piz de marcar, alicate, papel de lija.
En la parte superior del tambor, conocida como boca se ubica la lonja, cuero o parche, la cual es de piel rasurada de vacuno o de ovino y su espesor depende del tipo del tamboril para la cual se va aplicar llegando a un m�ximo de dos mil�metros.
Esa lonja es golpeada con las manos para obtener el sonido y a veces por un palo o palillo, un percutor de madera que siempre se acciona con la mano derecha. Su di�metro o longitud depende del tipo de instrumento y suele utilizarse para su fabricaci�n la madera del "�rbol de pajarito".
Para obtener un mejor sonido en la ejecuci�n es necesario "templarlo" o afinarlo y para ello se recurre a diarios viejos y se los incinera d�ndole fuego por la culata, la parte inferior del tambor, la apuesta a la lonja, en direcci�n al hueco interior.
Ya se siente el cl�sico borocoto-ch�s ch�s. All� vienen los negros de Figari al igual que en una noche de Llamadas. Los �mulos de los Nyanzas, de Los Lanceros Orientales, de los Guerreros del Congo... De la vieja Miscel�nea, de A�oranzas y Fantas�a Negra... Son los hijos de la Morenada, de la Marabunta, de la Serenata Africana... Recordando las ense�anzas que nos legaron los Melogno, Pedro Ferreira, Carlos P�ez Vilar�, Hugo Alberto Balle, Ram�n Collazo, Fern�n Silva Valdez, Pint�n Castellanos... Con la magia de Kanela, de Kathy Gularte, de Jos� De Lima, de Eduardo Da Luz... Con el ritmo de Ruben Rada y con la voz inconfundible de L�grima R�os... All� viene la comparsa y a su frente, al igual que ayer, hoy y siempre ese s�mbolo siempre vigente... Rosa Luna.
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Fuente: Archivos . Montevideo, Rep�blica Oriental del Uruguay