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Especiales - Irak - EE.UU
 
   

El dilema del Gobierno chileno: la indefinición frente a dos aliados imprescindibles

Por BLANCA ARTHUR

Cuentan que apenas conoció el comienzo de los bombardeos, la cara de Lagos fue de espanto e incomprensión. Por lo menos así la describió el Presidente del Senado, Andrés Zaldívar, quien compartía la mesa en la cena que se realizaba en los patios de La Moneda en honor de la reina Beatriz de Holanda.

Y poco más tarde, el propio Mandatario confirmó ante las cámaras de TV el impacto que le provocó el estallido de la guerra. Contrastaba su actitud de pesadumbre con el llamado a la tranquilidad que intentó transmitir a los chilenos. El Presidente se limitó a reiterar los esfuerzos de Chile por evitar las acciones bélicas que a esa hora Estados Unidos había iniciado en contra de Irak, anunciando que a partir de hoy se abocaría a estudiar las medidas tendientes a minimizar los efectos que la guerra podría tener en nuestro país.

Fue lo que hizo durante la mañana de ayer en la reunión del comité político ampliado que citó en forma extraordinaria precisamente para dicho efecto. Pero ni en sus declaraciones en la noche del miércoles ni en las que pronunció ayer al llegar a La Moneda, Lagos se definió frente a la determinación de Bush de iniciar los bombardeos en la zona del Golfo.

Por el contrario, de manera explícita manifestó que no emitiría una declaración de condena, dando por descontado que tampoco la aprobaría.

La decisión tomada con antelación y ratificada después del Consejo de Gabinete extraordinario efectuado a última hora de la tarde, fue limitarse a lamentar los acontecimientos.

El verbo - el mismo que usó la declaración de la Cancillería tras conocerse el ultimátum de Bush a Hussein- fue escogido por las autoridades para mantener su posición frente a EE. UU. ni tan cerca que me queme, ni tan lejos que me hiele.

Porque la postura respecto a la decisión norteamericana ha sido la contradicción vital que ha sufrido el Gobierno tras haberse autoconminado a tener un papel decisivo en este conflicto, con su ingreso como miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Era impensable que tras el estallido de la guerra las autoridades adoptaran esa definición categórica que intentaron esquivar - no con el éxito que esperaban- hasta el último momento. De allí que la apuesta, a partir de ayer, es tomar distancia de este conflicto bélico tratando de aparecer como los adalides de la paz. En esa estrategia se inscriben tanto las palabras presidenciales y de sus ministros, como las determinaciones de sumarse en la ONU a las iniciativas de ayuda humanitaria.

¿Por la paz?

La estrategia, de acuerdo a los análisis de las autoridades, es la única que podría tener cierto éxito para conseguir ese difícil equilibrio que enfrentan de tratar de pagar el mínimo costo en su relación con Estados Unidos, como también evitar un lío político interno especialmente con la izquierda a la cual Lagos pertenece.

Existe coincidencia en que este dilema pudo haberse evitado - o al menos aminorado- si el Mandatario no hubiera mostrado sus cartas anticipadamente ni al gobierno norteamericano, ni a los partidos políticos. Porque ello fue lo que creó el recelo en los dos frentes con que quiere evitar discordia.

Pese a que la reunión a que citó el jueves 13 a los presidentes de todas las colectividades se justificó con el argumento de que un tema de Estado debía compartirse, en los hechos le significó comprarse el lío del que ahora trata de escapar.

En ese encuentro, tal como revelan quienes participaron en él, Lagos dejó entrever que su postura ante la resolución de Washington - apoyada por Gran Bretaña y España- , que daba plazo a Irak hasta el 17 para su desarme, se inclinaba por la abstención. Pero a pesar de que él mismo hizo ver que eso era en los hechos lo mismo que el rechazo, planteó que podía a lo menos dar un indicio de que no estaba en contra de la actitud de Bush y sus aliados.

Pero entendió que esa postura le crearía un problema insalvable con los partidos de izquierda si es que se interpretaba como apoyo a los norteamericanos. Y de allí que esa misma noche, en una actitud inesperada, la Canciller Soledad Alvear se apresuró a aclarar a los periodistas que en caso de que Chile tuviera que votar la resolución tal cual estaba - que se suponía que ocurriría al día siguiente- , la rechazaría.

Dicha precisión pudo haber tranquilizado al frente interno, pero fue el detonante del malestar de los norteamericanos que se enteraron por la prensa de que un aliado como Chile - cuyo voto estaban demandando- estaba en contra. Tanto es así que, con el fin de aminorar las iras de Estados Unidos, Lagos dio a conocer pocas horas más tarde su propuesta - que solicitaba ampliar los plazos a los inspectores de la ONU en Irak- , que pocos visos de éxito tenía, puesto que ni siquiera contaba con el apoyo de México, país con el cual la había trabajado según lo reveló el propio Lagos a los presidentes de partido en su reunión.

Tanto es así que, aun cuando la propuesta chilena era explícita en cuanto a que si no se cumplían dichos plazos ni las condiciones que también incluía, se sumaría a la postura norteamericana y de sus aliados de aceptar las acciones bélicas contra Irak, Estados Unidos tardó sólo horas en descartarla de plano por extemporánea, según se dedujo de las declaraciones posteriores del embajador en Chile, William Brownfield.

El intento de mejorar su posición frente a Bush con dicha proposición, no sólo fracasó, sino que le costó a Chile el récord de que también fue rechazada, con su tono virulento e irónico, ni más ni menos que por su enemigo en esta guerra, Saddam Hussein, quien acusó a nuestro país de estar al servicio de los diabólicos propósitos de Estados Unidos.

No usó esos términos la izquierda criolla, pero sí reclamó al entender que la postura de Chile - si bien daba cuenta de un último esfuerzo diplomático por la paz- distaba de rechazar la acción bélica decidida por Washington, sino, por el contrario, había explicitado su decisión de apoyarla si fracasaban las gestiones diplomáticas.

Fue así como el Gobierno se quedó atrapado entre sus frentes externo e interno, no quedando bien ni con uno ni con otro.

Eso explica que tras los estallidos del fuego antenoche, la estrategia fuera lamentar lo sucedido y tratar de distanciarse de este conflicto, en el que tomó un papel protagónico al incorporarse al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sin medir sus riesgos.

La pregunta ahora es si el Gobierno conseguirá el equilibrio que busca entre estar bien con Estados Unidos y con sus aliados políticos internos. Porque mientras los norteamericanos han dejado sentir su malestar, también distintas voces, incluso al interior del Gobierno, comenzaron a preguntarse si es posible votar por la paz y no condenar la guerra.

El dilema quedó en manos del Presidente Lagos, quien más tarde o más temprano podría verse nuevamente conminado a definirse entre pagar el costo del acuerdo comercial con los norteamericanos o aceptar el distanciamiento de su gobierno de los sectores de izquierda encabezados por los socialistas.

Una definición que a la luz de lo sucedido no parecería que le será fácil tomar.

El doble tironeo

Tan claro es que el Gobierno se verá presionado tanto por su frente interno como por Estados Unidos, que ni unos ni otros han quedado pasivos ante la seudoneutralidad que Chile adoptó luego de iniciada la guerra.

En el país, socialistas y pepedés no han escatimado adjetivos para condenar la acción emprendida por Bush, mientras algunos diputados de la tienda de Escalona incluso han pedido que no se concrete la compra de los aviones F-16, solicitud descartada de plano ayer por las autoridades de gobierno. También para hoy el PS tiene preparada una marcha de protesta en la Plaza de la Constitución que liderará el propio diputado y timonel de esa colectividad.

El PPD, aunque no ha pedido medidas concretas, con Guido Girardi a la cabeza ha concurrido a la puerta de la embajada de EE. UU. a protestar, coincidiendo incluso en el lugar con protestas encabezadas por Gladys Marín.

En Estados Unidos, en tanto, aunque no han emitido un pronunciamiento oficial mostrando el malestar que le causó la indefinición chilena de no apoyarlos, analistas de esa nación informaron que en el Departamento de Estado preocupó especialmente que ni México, ni Chile, ni Argentina, ni Brasil ni Uruguay figuren entre las 35 naciones que - de acuerdo con lo indicado por Bush- apoyan la decisión de su gobierno.

No se explican que entre los latinoamericanos sólo aparezcan al lado de Estados Unidos El Salvador, Nicaragua, Honduras, Panamá y Colombia, en circunstancias que los intereses del resto - y en concreto de Chile- son tanto o más claves que los de estos últimos. El experto del organismo con sede en Washington Diálogo Interamericano, Michael Shifter, reseñó el futuro diciendo que además de una esperada frialdad política, habrá un revés en el campo económico. Y concluyó aludiendo a que cuando se reanuden los diálogos por el TLC habrá algo que ciertamente afectará el tono... la atmósfera.

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