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Especiales - Irak - EE.UU
 
   

Una sonrisa puede esconder la muerte

Por Elisabetta Piqué
Enviada especial

PUESTO DE POLICIA DE UMM QASR, en la frontera Kuwait-Irak.- La bandera blanca que lleva una carreta tirada por un burro puede ser un engaño. El vendedor de tomates podridos vestido con dish-dasha -la típica túnica iraquí- puede ser un activista del partido Baath a punto de cometer un atentado contra los occidentales asaltándolos o, directamente, pegándoles un tiro. El hombre de la estación de servicio que te carga nafta diciéndote: "Welcome, americans good", haciendo con los dedos la "V" de la victoria, puede ser el ideólogo de una emboscada mortal.
.
* * *
.
Así es el clima que se respira hoy en el sur de Irak, una zona aún no controlada por las fuerzas anglo-norteamericanas, donde, ahora está claro, va tomando forma el peor de los escenarios que podían haberse imaginado: la guerrilla urbana. Un escenario que algunos habían pronosticado para Bagdad, pero no para el sur del país, que pese a una presencia masiva de hombres y medios militares se ha convertido en tierra de nadie.
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Pudimos constatarlo en carne propia el grupo de cerca de cien periodistas que anteanoche nos vimos obligados a una atroz fuga nocturna para escapar de un ataque de fuerzas hiperfieles a Saddam, armadas con kalashnikovs y cohetes RPG -según alertó la inteligencia británica-, y que ayer volvimos a este puesto de frontera porque no había condiciones mínimas de seguridad para trabajar.
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Después de dormir tres horas en una lengua de desierto al borde de la autopista que desde el sur de Irak lleva hasta Bagdad, en medio de campos minados y explosiones, con la luz del día la inseguridad seguía siendo la misma. Atrapados porque tanto al norte como al sur de donde estábamos había combates, ningún oficial de las tropas británicas sabía decirnos si tal o cual vía era "safe" (segura) o no, confirmando esa sensación de descontrol total que tuvimos desde el primer momento que pisamos el país de Saddam.
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"¿Por favor, podría comunicarse vía radio con el check point Tampa (donde teníamos el campamento) para vercómo está la situación ahora?", preguntó LA NACION a un soldado británico que controlaba el virtual estacionamiento en medio de minas donde nos habían ubicado los marines la madrugada anterior. "Imposible, la radio podría ser interceptada. Vayan hacia el Sur y pregúntenles a los norteamericanos", contestó.
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Aunque es lógico que en medio de una guerra los soldados no tengan por qué hacer de "babysitters" de los periodistas, sino que su trabajo es justamente combatir, es un hecho la descoordinación entre norteamericanos y británicos.
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Estos últimos no ocultan que no soportan a los primeros porque manejan más la situación, algo que resulta evidente a la hora de la toma de decisiones.
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Imposible, por ejemplo, un acuerdo entre los dos socios para proveer de una escolta al convoy de periodistas -formado por unas más que visibles 4x4, con bidones de nafta y provisiones en el portaequipajes en un país muerto de hambre-, evidente bocado no sólo para asaltantes, sino también para gente furiosa por la llegada de los invasores, occidentales y cristianos, como los periodistas.
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Blancos fáciles
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Largarse solos hasta la frontera era un riesgo grande: más de una vez los primeros de la caravana tuvieron que volver para atrás, pisando el acelerador a fondo, porque se encontraron con iraquíes armados, supuestamente listos para tendernos una emboscada. Antes, un oficial nos había asegurado que las operaciones de combate en esa zona habían terminado y que el camino estaba "fairly safe" (bastante seguro).
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"Lo que pasa es que en Umm Qsar o Safwan -pequeños poblados del otro lado de la frontera que al igual que Basora aún no han sido tomados- los soldados iraquíes se quitaron los uniformes, dejaron ingresar a las tropas norteamericanas y pasaron a actuar como francotiradores", explicó luego el capitán John Hawkins, que pedía por favor que no estacionáramos los autos frente a su puesto de campaña porque resultaba peligroso que llamáramos la atención.
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"Esto es como en Mogadiscio, pero con la diferencia de que aquí no hay ninguna agencia humanitaria en dónde hospedarse o refugiarse", comentó un colega de The Washington Post, que tampoco tuvo dudas de que había que regresar a Kuwait, vista la imposibilidad de trabajar en un sitio en el cual uno es el blanco.
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La anarquía domina al punto de que hasta la zona de frontera es totalmente insegura. Paradójicamente, las fuerzas de la coalición avanzan a la velocidad de la luz hacia Bagdad, pero ni siquiera pueden controlar la puerta de entrada a Irak.
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Ayer, en Safwan, antes de cruzar el límite escapando de los francotiradores, los periodistas fuimos testigos de enfrentamientos de fuego. Y al ingresar en Kuwait los policías tenían sus máscaras antigás puestas por un enésimo alerta químico tras un misil lanzado desde Basora.
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No sorprende entonces que las fuerzas aliadas decidieran hacer retroceder a las famosas "desert rats" (ratas del desierto) británicas, que habían emplazado a las puertas de Basora. En otro golpe bajo para las tropas de su majestad, en Al-Zubayr, un poblado cercano, cayó en combate el primer soldado británico.
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Basora, la segunda ciudad de Irak, en tanto, sigue en manos de las fuerzas de elite de Saddam, que están arrastrando a los soldados de la coalición a una guerrilla urbana, casa por casa, edificio por edificio, para que la guerra sea infinita. El peor escenario de todos los que se podían imaginar.
.<< Comienzo de la notaPUESTO DE POLICIA DE UMM QASR, en la frontera Kuwait-Irak.- La bandera blanca que lleva una carreta tirada por un burro puede ser un engaño. El vendedor de tomates podridos vestido con dish-dasha -la típica túnica iraquí- puede ser un activista del partido Baath a punto de cometer un atentado contra los occidentales asaltándolos o, directamente, pegándoles un tiro. El hombre de la estación de servicio que te carga nafta diciéndote: "Welcome, americans good", haciendo con los dedos la "V" de la victoria, puede ser el ideólogo de una emboscada mortal.
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Así es el clima que se respira hoy en el sur de Irak, una zona aún no controlada por las fuerzas anglo-norteamericanas, donde, ahora está claro, va tomando forma el peor de los escenarios que podían haberse imaginado: la guerrilla urbana. Un escenario que algunos habían pronosticado para Bagdad, pero no para el sur del país, que pese a una presencia masiva de hombres y medios militares se ha convertido en tierra de nadie.
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Pudimos constatarlo en carne propia el grupo de cerca de cien periodistas que anteanoche nos vimos obligados a una atroz fuga nocturna para escapar de un ataque de fuerzas hiperfieles a Saddam, armadas con kalashnikovs y cohetes RPG -según alertó la inteligencia británica-, y que ayer volvimos a este puesto de frontera porque no había condiciones mínimas de seguridad para trabajar.
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Después de dormir tres horas en una lengua de desierto al borde de la autopista que desde el sur de Irak lleva hasta Bagdad, en medio de campos minados y explosiones, con la luz del día la inseguridad seguía siendo la misma. Atrapados porque tanto al norte como al sur de donde estábamos había combates, ningún oficial de las tropas británicas sabía decirnos si tal o cual vía era "safe" (segura) o no, confirmando esa sensación de descontrol total que tuvimos desde el primer momento que pisamos el país de Saddam.
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"¿Por favor, podría comunicarse vía radio con el check point Tampa (donde teníamos el campamento) para vercómo está la situación ahora?", preguntó LA NACION a un soldado británico que controlaba el virtual estacionamiento en medio de minas donde nos habían ubicado los marines la madrugada anterior. "Imposible, la radio podría ser interceptada. Vayan hacia el Sur y pregúntenles a los norteamericanos", contestó.
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Aunque es lógico que en medio de una guerra los soldados no tengan por qué hacer de "babysitters" de los periodistas, sino que su trabajo es justamente combatir, es un hecho la descoordinación entre norteamericanos y británicos.
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Estos últimos no ocultan que no soportan a los primeros porque manejan más la situación, algo que resulta evidente a la hora de la toma de decisiones.
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Imposible, por ejemplo, un acuerdo entre los dos socios para proveer de una escolta al convoy de periodistas -formado por unas más que visibles 4x4, con bidones de nafta y provisiones en el portaequipajes en un país muerto de hambre-, evidente bocado no sólo para asaltantes, sino también para gente furiosa por la llegada de los invasores, occidentales y cristianos, como los periodistas.
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Blancos fáciles
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Largarse solos hasta la frontera era un riesgo grande: más de una vez los primeros de la caravana tuvieron que volver para atrás, pisando el acelerador a fondo, porque se encontraron con iraquíes armados, supuestamente listos para tendernos una emboscada. Antes, un oficial nos había asegurado que las operaciones de combate en esa zona habían terminado y que el camino estaba "fairly safe" (bastante seguro).
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"Lo que pasa es que en Umm Qsar o Safwan -pequeños poblados del otro lado de la frontera que al igual que Basora aún no han sido tomados- los soldados iraquíes se quitaron los uniformes, dejaron ingresar a las tropas norteamericanas y pasaron a actuar como francotiradores", explicó luego el capitán John Hawkins, que pedía por favor que no estacionáramos los autos frente a su puesto de campaña porque resultaba peligroso que llamáramos la atención.
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"Esto es como en Mogadiscio, pero con la diferencia de que aquí no hay ninguna agencia humanitaria en dónde hospedarse o refugiarse", comentó un colega de The Washington Post, que tampoco tuvo dudas de que había que regresar a Kuwait, vista la imposibilidad de trabajar en un sitio en el cual uno es el blanco.
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La anarquía domina al punto de que hasta la zona de frontera es totalmente insegura. Paradójicamente, las fuerzas de la coalición avanzan a la velocidad de la luz hacia Bagdad, pero ni siquiera pueden controlar la puerta de entrada a Irak.
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Ayer, en Safwan, antes de cruzar el límite escapando de los francotiradores, los periodistas fuimos testigos de enfrentamientos de fuego. Y al ingresar en Kuwait los policías tenían sus máscaras antigás puestas por un enésimo alerta químico tras un misil lanzado desde Basora.
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No sorprende entonces que las fuerzas aliadas decidieran hacer retroceder a las famosas "desert rats" (ratas del desierto) británicas, que habían emplazado a las puertas de Basora. En otro golpe bajo para las tropas de su majestad, en Al-Zubayr, un poblado cercano, cayó en combate el primer soldado británico.
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Basora, la segunda ciudad de Irak, en tanto, sigue en manos de las fuerzas de elite de Saddam, que están arrastrando a los soldados de la coalición a una guerrilla urbana, casa por casa, edificio por edificio, para que la guerra sea infinita. El peor escenario de todos los que se podían imaginar.

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