Las
carpas vacías de mis siete colegas
Por Elisabetta
Piqué
Enviada especial
OESTE DE BASORA, en el campamento militar de la Séptima Brigada
Británica, Irak.- Quisiera no tener que escribir esta historia.
Siete amigos -colegas de distintos diarios italianos: Francesco Battistini,
del Corriere della Sera; Leonardo Maisano, de Il Sole 24 Ore; Luciano
Gulli, de Il Giornale; Tony Fontana, de L´Unità; Lorenzo
Bianchi, de Il Resto del Carlino; Vittorio dell´Uva, de Il Mattino,
y Ezio Pasero, de Il Messagero-, con quienes me estoy moviendo desde hace
casi un mes entre Kuwait e Irak cubriendo esta guerra insensata, no están
esta noche en este campamento militar de la Séptima Brigada Británica,
a 20 kilómetros de Basora. La última vez que los vi fue
cuando tres policías iraquíes armados los detuvieron al
ingresar en esa ciudad.
.
Es de noche y sus carpas están vacías. Sus camionetas no
están y no se sienten sus voces, siempre alborotadas, por discusiones
típicamente italianas llenas de pasión. El silencio es total.
Sólo se oye el ruido de los generadores y del teléfono satelital
que no para de sonar: todo el mundo quiere saber qué pasó
con los siete periodistas desaparecidos en Basora, que estaban ingresando
como yo en la ciudad, pero en tres autos que iban adelante. Yo pude escapar
gracias al hecho de que al volante estaba Angelo Macchiavello, que se
dio cuenta a tiempo del peligro y pegó la vuelta. Ahora, aunque
todavía no puedo creerlo, me toca contarlo.
.
Como todas las mañanas nos habíamos despertado muy temprano,
cuando el sol comienza a sentirse demasiado en la carpa, en este campamento
militar donde nos quedábamos desde hace unos días. Mientras
tomábamos el café hacíamos los planes de la jornada.
Más allá de que todos el día anterior habíamos
escrito que "Basora es Belfast", nadie tenía duda de
que había que intentar ver si se podía entrar en la ciudad.
Hablar con la gente, ver con nuestros ojos qué pasaba, siempre
y cuando los ingleses nos dejaran pasar el último check point,
antes del Puente de Basora.
.
Salimos como siempre tarde porque no es fácil coordinar los tiempos
de un grupo de diez. Además, esta mañana a la Mitsubishi
Pajero alquilada en Kuwait de Luciano, Tony y Lorenzo se le había
pinchado una goma, y hubo que cambiarla. Nos movíamos siempre juntos
en caravana, y ya el domingo último habíamos vivido juntos
la odisea de tener que fugarnos de donde estábamos porque los ingleses
tenían información de grupos de iraquíes que querían
atacar a los periodistas.
.
Siguiendo los consejos de Francesco, todos decidimos salir con lo necesario
para poder pasar la noche en otro lugar, si hacía falta. Nunca
se sabe en guerra, y mejor tener a mano la bolsa de dormir, la computadora,
el teléfono satelital, agua y comida.
.
Llegamos al puente de Basora a eso de las 11.30. Nos dimos cuenta de que
el check point inglés estaba más atrás. Un oficial
explica que se debe a que una hora antes desde la ciudad los iraquíes
han disparado a los grupos de gente en fuga. Estamos por estacionar los
autos como siempre al lado del check point inglés, pero Vittorio
se da cuenta de que los soldados británicos igual dejan pasar a
los autos iraquíes que quieren regresar a Basora. "Intentemos
ponernos en fila", dice Vittorio, un napolitano fantástico
de 65 años con quien ya compartí días de guerra en
Kabul, y en Israel, durante el sitio de Belén.
.
Los iraquíes pasan el check point, y nosotros también. "¿No
tiene miedo de cruzar, ya que en Basora siguen los combates?", le
pregunto a un hombre que está por pasar en una combi destartalada.
.
"Ya viví la guerra con Irán, y estoy acostumbrado a
los bum bum ", contesta.
.
Con casco y chaleco antibalas avanzamos hacia el puente. Estacionamos
nuevamente los autos, y seguimos a pie hasta la parte más alta
del puente. El agua del río, que nos dicen que también se
llama Basora, tiene un extraño color verde, posiblemente por la
contaminación.
.
Como el día anterior, hay un montón de desesperados en fuga
de Basora, caminando hacia nosotros con caras agotadas y pidiendo agua.
Las columnas de humo negro de los oleoductos en llamas se han multiplicado.
Contamos once. También se oyen golpes de artillería. Francesco,
que se había adelantado, está volviendo hacia atrás.
Dice que no vale la pena seguir a pie, que después del puente hay
otro check point inglés, que es mejor volver a buscar los autos,
y llevarlos hasta allá. Junto a Francesco también vuelven
Vittorio y Luciano. Angelo, con quien comparto el auto, junto a Salvo,
su camarógrafo -a ellos los conocí en el norte de Afganistán-,
no está convencido. "Todos llevamos en el portaequipajes más
de cien litros de nafta, si alguien nos dispara estallamos", advierte.
.
"Pero si tenemos que escapar, en auto podemos hacerlo más
rápido", contesta alguien.
.
El último check point
.
Salimos igual, pero quedamos retrasados con respecto a los demás
porque no encontramos a Salvo, el camarógrafo de Angelo. Cruzamos
el puente, donde noté que aún hay varias cajas de municiones
iraquíes abandonadas. Llegamos al último check point inglés,
donde un militar nos advierte que "si pasan ponen en peligro sus
vidas, pero depende de ustedes. No van a encontrar a ningún soldado
de la coalición más adelante".
.
Como nos quedamos atrás, y casi perdimos de vista las camionetas
donde van Francesco y Leonardo; Luciano, Tony y Lorenzo; y Ezio y Vittorio,
seguimos adelante igual. Atrás nos sigue un auto de France 2, la
TV francesa, que lleva a dos periodistas amigos de un diario de Arabia
Saudita.
.
* * *
.
Pasamos debajo del humo negro que desde hace días veíamos
de lejos, y parece que el día se hizo de noche. Avanzamos zigzagueando
entre tanques iraquíes destruidos en los bombardeos, restos de
cohetes, trincheras destruidas, bolsas de arena tiradas por todos lados.
Basora ostenta un clima totalmente surrealista. Al recorrer unos dos kilómetros,
se ven fábricas con los inmensos retratos de Saddam bombardeadas,
casas vacías, estaciones de servicio atestadas de gente, uno que
otro hombre en bicicleta, y ninguna mujer a la vista, salvo las que avanzan
en sentido contrario, acompañadas de niños, para escapar
de la ciudad.
.
Después de escuchar muchos disparos muy cerca nuestro, alcanzamos
a los demás. Somos los cuartos del convoy, y detrás nuestro
vienen los franceses. Llegamos a un gran cruce, donde hay un semáforo,
detrás una estatua inmensa de Saddam, y tres hombres de uniforme
negro cerca de una garita, armados, que creemos que son policías.
La cosa no nos gusta nada. Los iraquíes hacen señas para
que nos detengamos, pero nadie lo hace. Salvo Vittorio que frena, y parece
decirles algo a los policías -ninguno de nosotros habla árabe-,
los demás pegamos la vuelta. Recorremos el mismo camino, pero hacia
el puente, y notamos tres militares de uniforme verde que nos saludan.
Un kilómetro más adelante, detenemos nuestros cinco autos
porque Vittorio hace señas. "¿Qué hacen? ¿Se
van? ¿A qué le tienen miedo? Acá está la nota,
no pasa nada", grita desde la ventanilla. Ezio, entusiasmadísimo,
coincide: "Imagínense que los tres policías dispararon
tiros al aire hacia la estatua de Saddam", también grita.
.
Invertimos la marcha y volvemos hacia el centro de la ciudad. Esta vez
dos de los tres policías vestidos de negro están en medio
de la avenida y, nuevamente, hacen señas como para que nos detengamos
para un simple control. Angelo nota que uno de ellos saca un cargador.
Yo no me doy cuenta. Es más, le digo que siga a los demás.
Mientras ellos paran, Angelo rápidamente hace un giro en U, y dice:
"Salimos ya". La camioneta de France 2 nos sigue. Mientras Angelo
controla por el espejito que nadie nos dispare, yo dudo, no sé
si está bien dejar solos los demás. Todo es confuso. Pasamos
otra vez frente al lugar donde habíamos visto a tres militares
vestidos de verde, que ya no saludan. Volvemos al check point inglés,
donde esta vez no paramos porque los iraquíes acaban de lanzarle
tres granadas. Cruzamos otra vez el puente, y esperamos junto a unos tanques
ingleses que los demás vuelvan. Llamamos frenéticamente
a sus satelitales, pero nuestros compañeros no contestan.
.
Le pedimos a Essad, el colega saudita que estaba con el auto de France
2, que nos traduzca lo que nos gritaban unos iraquíes que desde
un auto destartalado se pusieron al lado del nuestro, mientras escapábamos.
"¿Para qué están entrando? ¡Esta es una
guerra contra el islam! ¡ Inshallah , si dios quiere, nosotros vamos
a ganarla!"
.
Es la una de la mañana, hace mucho frío, y estoy sentada
en la camioneta, en el campamento de los ingleses, escribiendo esta historia
a oscuras, porque aquí no permiten luces blancas apenas cae el
sol, por seguridad. De Italia nos llegan noticias. Según el Ministerio
de Relaciones Exteriores italiano, nuestros amigos estarían en
el hotel Sheraton de Basora. Los iraquíes los estarían por
expulsar porque no tienen visa iraquí, y porque sus autos tenían
chapas falsas (lo que no es cierto porque lo único que hicimos
al entrar en Irak fue tapar con cintas adhesivas las chapas kuwaitíes).
.
Ruego a Dios que sea cierto.
.<< Comienzo de la notaOESTE DE BASORA, en el campamento militar
de la Séptima Brigada Británica, Irak.- Quisiera no tener
que escribir esta historia. Siete amigos -colegas de distintos diarios
italianos: Francesco Battistini, del Corriere della Sera; Leonardo Maisano,
de Il Sole 24 Ore; Luciano Gulli, de Il Giornale; Tony Fontana, de L´Unità;
Lorenzo Bianchi, de Il Resto del Carlino; Vittorio dell´Uva, de
Il Mattino, y Ezio Pasero, de Il Messagero-, con quienes me estoy moviendo
desde hace casi un mes entre Kuwait e Irak cubriendo esta guerra insensata,
no están esta noche en este campamento militar de la Séptima
Brigada Británica, a 20 kilómetros de Basora. La última
vez que los vi fue cuando tres policías iraquíes armados
los detuvieron al ingresar en esa ciudad.
.
Es de noche y sus carpas están vacías. Sus camionetas no
están y no se sienten sus voces, siempre alborotadas, por discusiones
típicamente italianas llenas de pasión. El silencio es total.
Sólo se oye el ruido de los generadores y del teléfono satelital
que no para de sonar: todo el mundo quiere saber qué pasó
con los siete periodistas desaparecidos en Basora, que estaban ingresando
como yo en la ciudad, pero en tres autos que iban adelante. Yo pude escapar
gracias al hecho de que al volante estaba Angelo Macchiavello, que se
dio cuenta a tiempo del peligro y pegó la vuelta. Ahora, aunque
todavía no puedo creerlo, me toca contarlo.
.
Como todas las mañanas nos habíamos despertado muy temprano,
cuando el sol comienza a sentirse demasiado en la carpa, en este campamento
militar donde nos quedábamos desde hace unos días. Mientras
tomábamos el café hacíamos los planes de la jornada.
Más allá de que todos el día anterior habíamos
escrito que "Basora es Belfast", nadie tenía duda de
que había que intentar ver si se podía entrar en la ciudad.
Hablar con la gente, ver con nuestros ojos qué pasaba, siempre
y cuando los ingleses nos dejaran pasar el último check point,
antes del Puente de Basora.
.
Salimos como siempre tarde porque no es fácil coordinar los tiempos
de un grupo de diez. Además, esta mañana a la Mitsubishi
Pajero alquilada en Kuwait de Luciano, Tony y Lorenzo se le había
pinchado una goma, y hubo que cambiarla. Nos movíamos siempre juntos
en caravana, y ya el domingo último habíamos vivido juntos
la odisea de tener que fugarnos de donde estábamos porque los ingleses
tenían información de grupos de iraquíes que querían
atacar a los periodistas.
.
Siguiendo los consejos de Francesco, todos decidimos salir con lo necesario
para poder pasar la noche en otro lugar, si hacía falta. Nunca
se sabe en guerra, y mejor tener a mano la bolsa de dormir, la computadora,
el teléfono satelital, agua y comida.
.
Llegamos al puente de Basora a eso de las 11.30. Nos dimos cuenta de que
el check point inglés estaba más atrás. Un oficial
explica que se debe a que una hora antes desde la ciudad los iraquíes
han disparado a los grupos de gente en fuga. Estamos por estacionar los
autos como siempre al lado del check point inglés, pero Vittorio
se da cuenta de que los soldados británicos igual dejan pasar a
los autos iraquíes que quieren regresar a Basora. "Intentemos
ponernos en fila", dice Vittorio, un napolitano fantástico
de 65 años con quien ya compartí días de guerra en
Kabul, y en Israel, durante el sitio de Belén.
.
Los iraquíes pasan el check point, y nosotros también. "¿No
tiene miedo de cruzar, ya que en Basora siguen los combates?", le
pregunto a un hombre que está por pasar en una combi destartalada.
.
"Ya viví la guerra con Irán, y estoy acostumbrado a
los bum bum ", contesta.
.
Con casco y chaleco antibalas avanzamos hacia el puente. Estacionamos
nuevamente los autos, y seguimos a pie hasta la parte más alta
del puente. El agua del río, que nos dicen que también se
llama Basora, tiene un extraño color verde, posiblemente por la
contaminación.
.
Como el día anterior, hay un montón de desesperados en fuga
de Basora, caminando hacia nosotros con caras agotadas y pidiendo agua.
Las columnas de humo negro de los oleoductos en llamas se han multiplicado.
Contamos once. También se oyen golpes de artillería. Francesco,
que se había adelantado, está volviendo hacia atrás.
Dice que no vale la pena seguir a pie, que después del puente hay
otro check point inglés, que es mejor volver a buscar los autos,
y llevarlos hasta allá. Junto a Francesco también vuelven
Vittorio y Luciano. Angelo, con quien comparto el auto, junto a Salvo,
su camarógrafo -a ellos los conocí en el norte de Afganistán-,
no está convencido. "Todos llevamos en el portaequipajes más
de cien litros de nafta, si alguien nos dispara estallamos", advierte.
.
"Pero si tenemos que escapar, en auto podemos hacerlo más
rápido", contesta alguien.
.
El último check point
.
Salimos igual, pero quedamos retrasados con respecto a los demás
porque no encontramos a Salvo, el camarógrafo de Angelo. Cruzamos
el puente, donde noté que aún hay varias cajas de municiones
iraquíes abandonadas. Llegamos al último check point inglés,
donde un militar nos advierte que "si pasan ponen en peligro sus
vidas, pero depende de ustedes. No van a encontrar a ningún soldado
de la coalición más adelante".
.
Como nos quedamos atrás, y casi perdimos de vista las camionetas
donde van Francesco y Leonardo; Luciano, Tony y Lorenzo; y Ezio y Vittorio,
seguimos adelante igual. Atrás nos sigue un auto de France 2, la
TV francesa, que lleva a dos periodistas amigos de un diario de Arabia
Saudita.
.
* * *
.
Pasamos debajo del humo negro que desde hace días veíamos
de lejos, y parece que el día se hizo de noche. Avanzamos zigzagueando
entre tanques iraquíes destruidos en los bombardeos, restos de
cohetes, trincheras destruidas, bolsas de arena tiradas por todos lados.
Basora ostenta un clima totalmente surrealista. Al recorrer unos dos kilómetros,
se ven fábricas con los inmensos retratos de Saddam bombardeadas,
casas vacías, estaciones de servicio atestadas de gente, uno que
otro hombre en bicicleta, y ninguna mujer a la vista, salvo las que avanzan
en sentido contrario, acompañadas de niños, para escapar
de la ciudad.
.
Después de escuchar muchos disparos muy cerca nuestro, alcanzamos
a los demás. Somos los cuartos del convoy, y detrás nuestro
vienen los franceses. Llegamos a un gran cruce, donde hay un semáforo,
detrás una estatua inmensa de Saddam, y tres hombres de uniforme
negro cerca de una garita, armados, que creemos que son policías.
La cosa no nos gusta nada. Los iraquíes hacen señas para
que nos detengamos, pero nadie lo hace. Salvo Vittorio que frena, y parece
decirles algo a los policías -ninguno de nosotros habla árabe-,
los demás pegamos la vuelta. Recorremos el mismo camino, pero hacia
el puente, y notamos tres militares de uniforme verde que nos saludan.
Un kilómetro más adelante, detenemos nuestros cinco autos
porque Vittorio hace señas. "¿Qué hacen? ¿Se
van? ¿A qué le tienen miedo? Acá está la nota,
no pasa nada", grita desde la ventanilla. Ezio, entusiasmadísimo,
coincide: "Imagínense que los tres policías dispararon
tiros al aire hacia la estatua de Saddam", también grita.
.
Invertimos la marcha y volvemos hacia el centro de la ciudad. Esta vez
dos de los tres policías vestidos de negro están en medio
de la avenida y, nuevamente, hacen señas como para que nos detengamos
para un simple control. Angelo nota que uno de ellos saca un cargador.
Yo no me doy cuenta. Es más, le digo que siga a los demás.
Mientras ellos paran, Angelo rápidamente hace un giro en U, y dice:
"Salimos ya". La camioneta de France 2 nos sigue. Mientras Angelo
controla por el espejito que nadie nos dispare, yo dudo, no sé
si está bien dejar solos los demás. Todo es confuso. Pasamos
otra vez frente al lugar donde habíamos visto a tres militares
vestidos de verde, que ya no saludan. Volvemos al check point inglés,
donde esta vez no paramos porque los iraquíes acaban de lanzarle
tres granadas. Cruzamos otra vez el puente, y esperamos junto a unos tanques
ingleses que los demás vuelvan. Llamamos frenéticamente
a sus satelitales, pero nuestros compañeros no contestan.
.
Le pedimos a Essad, el colega saudita que estaba con el auto de France
2, que nos traduzca lo que nos gritaban unos iraquíes que desde
un auto destartalado se pusieron al lado del nuestro, mientras escapábamos.
"¿Para qué están entrando? ¡Esta es una
guerra contra el islam! ¡ Inshallah , si dios quiere, nosotros vamos
a ganarla!"
.
Es la una de la mañana, hace mucho frío, y estoy sentada
en la camioneta, en el campamento de los ingleses, escribiendo esta historia
a oscuras, porque aquí no permiten luces blancas apenas cae el
sol, por seguridad. De Italia nos llegan noticias. Según el Ministerio
de Relaciones Exteriores italiano, nuestros amigos estarían en
el hotel Sheraton de Basora. Los iraquíes los estarían por
expulsar porque no tienen visa iraquí, y porque sus autos tenían
chapas falsas (lo que no es cierto porque lo único que hicimos
al entrar en Irak fue tapar con cintas adhesivas las chapas kuwaitíes).
.
Ruego a Dios que sea cierto.
|