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Especiales - Irak - EE.UU
 
   

Donde los kamikazes se alistan para morir

Por Elisabetta Piqué
Enviada especial

PUESTO DE POLICIA DE UMM QASR, en la frontera Kuwait-Irak.- ¿Cuatro mil kamikazes listos para el martirio, para frenar el avance de las fuerzas invasoras? La noticia no sorprende si uno ingresa en la bombardeada sede del partido Baath del pequeño poblado de Umm Qasr, en el sur de Irak.
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En un escenario de devastación, entre escritorios dados vuelta, vidrios rotos y paredes ennegrecidas, tiradas en el piso están las virtuales pruebas de los conocidos vínculos entre el régimen de Saddam y la Jihad, la "guerra santa".
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Junto a legajos desparramados, planillas, documentos varios, sillas tiradas y cuadros destruidos hay decenas de diplomas de cartulina brillante, de 40 por 30 centímetros. Aunque están escritos en árabe, enseguida se entiende qué certifican: en el centro está la figura de Saddam Hussein vestido con uniforme verde militar, boina negra y brazo en alto empuñando un fusil, con un telón de fondo que lo dice todo. Nada más ni nada menos que la famosa cúpula de la mezquita de Al Aqsa. Todo rodeado por la bandera iraquí, que se junta con la de la unión panárabe. Traducido por un intérprete, el texto del diploma consigna que "en nombre de Allah, el partido Baath, que lidera Irak, certifica la participación en la lucha por la liberación de Palestina". "Nuestro líder Saddam Hussein, a quien le deseamos larga vida, suscribe que el voluntario (espacio para el nombre y para la foto) ha tenido el honor de participar en la liberación de Palestina y de la mezquita de Al Aqsa de los sionistas ocupadores".
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Si luchar por la liberación de Al Aqsa -la mezquita considerada por los musulmanes el tercer lugar más venerado después de La Meca y Medina, en Jerusalén- era un honor y un deber para los musulmanes de Irak -es sabido que Saddam enviaba importantes sumas de dinero a las familias de los hombres bomba palestinos-, sacrificarse ahora para defenderse del enemigo invasor resulta casi lógico. Tirados en el suelo, también hay diplomas que sirven para que la gente se comprometa a estar lista para luchar en la "madre de todas las batallas" en contra del enemigo sionista.
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Es Ahmed Alí, que ostenta una prótesis de plástico porque durante la guerra entre Irak e Irán saltó sobre una mina, quien llama a un grupo de periodistas a visitar la hoy desolada y destruida sede del partido Baath, considerada una suerte de palacio del horror. "Tienen que decirle al mundo que ahí cortaban las cabezas a los que hablaban mal de Saddam", dice Ahmed, mientras señala un edifico de una planta agujereado por los misiles de los helicópteros Apache. "Los acompaño, pero por favor, no quiero que nadie me saque fotos o me filme. Aunque los hombres del partido huyeron todos a Basora, y todo ha terminado, todos los iraquíes tienen miedo", confiesa.
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Como en todos los edificios gubernamentales, en la entrada hay una enorme imagen de Saddam con el puño en alto. Pero, en una señal de que algo está cambiando, de que quizá la fuga de los hombres del partido está reduciendo el miedo de la población a expresar sus verdaderos sentimientos, notamos que el rostro del gran líder ha sido manchado en mal modo con pinceladas negras.
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No a Saddam, sí a la ayuda
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"Todos los iraquíes nos queremos deshacer de Saddam, pero también queremos ayuda, porque la situación aquí es peor que antes", dice Ahmed. "Queremos que los americanos y los ingleses cumplan con su promesa de ayuda. Necesitamos agua, comida y electricidad, y todos los días nos dicen que mañana llegará", se queja.
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En el patio hay gente que aprovecha para llevarse la nafta dejada en grandes tanques por los líderes del partido. La puerta de entrada al virtual palacio del horror ya no existe. Seguramente alguien se la llevó. En la anarquía que reina desde que comenzó la guerra, los saqueos se han vuelto normales en el sur de Irak. Todavía se huele humo en la sede del partido Baath, donde al ingresar se ve lo que era la sala de conferencias y a la izquierda, donde interrogaban a los prisioneros. "En verdad aquí no cortaban las cabezas -se ríe Ahmed-, sino que detenían a quien criticaba al régimen, y después lo mandaban a Basora, donde sí le cortaban la cabeza", agrega.
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En el cuarto ennegrecido por el fuego de los bombardeos también encontramos las papeletas que sirvieron para el referéndum de fines del año último, en el que Saddam obtuvo el 99,9 % de los votos. "Todos votamos por el sí; si no, nos cortaban el dedo", dice Ahmed, que, más allá de las exageraciones, es el primer iraquí que se atreve a condenar al régimen abiertamente, dejando la sensación de que algo está cambiando.
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Desocupado y sin rumbo, como la mayoría de los habitantes de este poblado, Ahmed no está tranquilo. "Si los americanos se van, volverán los del Baath y nos van a envenenar el agua. Si los americanos se van, tienen que llevarnos con ellos", afirma este hombre, que solía trabajar en uno de los silos del puerto nuevo, ahora ocupado por cientos de marines armados.
.
Ahmed enloquece al saber mi origen: " I very love Maradona, tengo un CD de él. En Umm Qasr amamos el fútbol: Ortega, Batistuta, Crespo... Dígale al mundo que el pueblo iraquí ama a Maradona, es el número uno".
.<< Comienzo de la notaPUESTO DE POLICIA DE UMM QASR, en la frontera Kuwait-Irak.- ¿Cuatro mil kamikazes listos para el martirio, para frenar el avance de las fuerzas invasoras? La noticia no sorprende si uno ingresa en la bombardeada sede del partido Baath del pequeño poblado de Umm Qasr, en el sur de Irak.
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En un escenario de devastación, entre escritorios dados vuelta, vidrios rotos y paredes ennegrecidas, tiradas en el piso están las virtuales pruebas de los conocidos vínculos entre el régimen de Saddam y la Jihad, la "guerra santa".
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Junto a legajos desparramados, planillas, documentos varios, sillas tiradas y cuadros destruidos hay decenas de diplomas de cartulina brillante, de 40 por 30 centímetros. Aunque están escritos en árabe, enseguida se entiende qué certifican: en el centro está la figura de Saddam Hussein vestido con uniforme verde militar, boina negra y brazo en alto empuñando un fusil, con un telón de fondo que lo dice todo. Nada más ni nada menos que la famosa cúpula de la mezquita de Al Aqsa. Todo rodeado por la bandera iraquí, que se junta con la de la unión panárabe. Traducido por un intérprete, el texto del diploma consigna que "en nombre de Allah, el partido Baath, que lidera Irak, certifica la participación en la lucha por la liberación de Palestina". "Nuestro líder Saddam Hussein, a quien le deseamos larga vida, suscribe que el voluntario (espacio para el nombre y para la foto) ha tenido el honor de participar en la liberación de Palestina y de la mezquita de Al Aqsa de los sionistas ocupadores".
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Si luchar por la liberación de Al Aqsa -la mezquita considerada por los musulmanes el tercer lugar más venerado después de La Meca y Medina, en Jerusalén- era un honor y un deber para los musulmanes de Irak -es sabido que Saddam enviaba importantes sumas de dinero a las familias de los hombres bomba palestinos-, sacrificarse ahora para defenderse del enemigo invasor resulta casi lógico. Tirados en el suelo, también hay diplomas que sirven para que la gente se comprometa a estar lista para luchar en la "madre de todas las batallas" en contra del enemigo sionista.
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Es Ahmed Alí, que ostenta una prótesis de plástico porque durante la guerra entre Irak e Irán saltó sobre una mina, quien llama a un grupo de periodistas a visitar la hoy desolada y destruida sede del partido Baath, considerada una suerte de palacio del horror. "Tienen que decirle al mundo que ahí cortaban las cabezas a los que hablaban mal de Saddam", dice Ahmed, mientras señala un edifico de una planta agujereado por los misiles de los helicópteros Apache. "Los acompaño, pero por favor, no quiero que nadie me saque fotos o me filme. Aunque los hombres del partido huyeron todos a Basora, y todo ha terminado, todos los iraquíes tienen miedo", confiesa.
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Como en todos los edificios gubernamentales, en la entrada hay una enorme imagen de Saddam con el puño en alto. Pero, en una señal de que algo está cambiando, de que quizá la fuga de los hombres del partido está reduciendo el miedo de la población a expresar sus verdaderos sentimientos, notamos que el rostro del gran líder ha sido manchado en mal modo con pinceladas negras.
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No a Saddam, sí a la ayuda
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"Todos los iraquíes nos queremos deshacer de Saddam, pero también queremos ayuda, porque la situación aquí es peor que antes", dice Ahmed. "Queremos que los americanos y los ingleses cumplan con su promesa de ayuda. Necesitamos agua, comida y electricidad, y todos los días nos dicen que mañana llegará", se queja.
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En el patio hay gente que aprovecha para llevarse la nafta dejada en grandes tanques por los líderes del partido. La puerta de entrada al virtual palacio del horror ya no existe. Seguramente alguien se la llevó. En la anarquía que reina desde que comenzó la guerra, los saqueos se han vuelto normales en el sur de Irak. Todavía se huele humo en la sede del partido Baath, donde al ingresar se ve lo que era la sala de conferencias y a la izquierda, donde interrogaban a los prisioneros. "En verdad aquí no cortaban las cabezas -se ríe Ahmed-, sino que detenían a quien criticaba al régimen, y después lo mandaban a Basora, donde sí le cortaban la cabeza", agrega.
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En el cuarto ennegrecido por el fuego de los bombardeos también encontramos las papeletas que sirvieron para el referéndum de fines del año último, en el que Saddam obtuvo el 99,9 % de los votos. "Todos votamos por el sí; si no, nos cortaban el dedo", dice Ahmed, que, más allá de las exageraciones, es el primer iraquí que se atreve a condenar al régimen abiertamente, dejando la sensación de que algo está cambiando.
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Desocupado y sin rumbo, como la mayoría de los habitantes de este poblado, Ahmed no está tranquilo. "Si los americanos se van, volverán los del Baath y nos van a envenenar el agua. Si los americanos se van, tienen que llevarnos con ellos", afirma este hombre, que solía trabajar en uno de los silos del puerto nuevo, ahora ocupado por cientos de marines armados.
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Ahmed enloquece al saber mi origen: " I very love Maradona, tengo un CD de él. En Umm Qasr amamos el fútbol: Ortega, Batistuta, Crespo... Dígale al mundo que el pueblo iraquí ama a Maradona, es el número uno".

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