"El
costo de reconstruir corresponde a los países que iniciaron la
guerra"
El ex secretario
de Naciones Unidas y actual embajador del Perú en Francia dice
que dependerá de EE.UU. irse o quedarse en Iraq después
de la guerra. Asimismo, habla sobre las responsabilidades de este país
y de Gran Bretaña
Por Ítalo Sifuentes
Javier Pérez de Cuéllar ejerció una incansable labor
pacificadora desde la ONU. Antes de ser secretario general afrontó
el conflicto que vivía Chipre y después le tocó enfrentar
los casos de las islas Malvinas, Líbano y Afganistán, Irán
e Iraq y la guerra civil en El Salvador. Su máximo esfuerzo, sin
embargo, se dio en el Golfo Pérsico, donde ejerció una actividad
permanente para buscar una solución pacífica a la invasión
de Iraq al emirato vecino de Kuwait.
Al final
de esta guerra, ¿Estados Unidos deberá quedarse o salir
de Iraq?
Es una disyuntiva que indudablemente se puede presentar, pero creo que
Estados Unidos debe evaluar qué actitud tendrá una vez que
logre ganar esta guerra. Habrá que ver si ellos consideran que
se deben retirar inmediatamente y solicitar una administración
de la ONU, cosa que es posible, o si ellos mismos quieren asumir esa administración.
En este segundo caso, será una actitud unilateral y habrá
que imaginarse que algunos países pensarán que eso no es
correcto y pedirán que la ONU intervenga.
¿Qué
tipo de reconstrucción tendría que darse?
Tendría que ser una reconstrucción no solo material sino,
en la medida de lo posible, debe incluir el establecimiento de un régimen
democrático. Sé que no es una tarea fácil. Si el
Consejo de Seguridad de la ONU se reuniese nuevamente y solicitase, con
el acuerdo de EE.UU. y Gran Bretaña, que la ONU asuma el papel
de administrador de Iraq, seguramente lo haría. No hay que olvidar
que Naciones Unidas es un instrumento al servicio de sus estados miembros.
¿Y
quién pagará el costo de la reconstrucción? ¿La
ONU?
Al no haber sido esta guerra aprobada por el Consejo de Seguridad, les
correspondería fundamentalmente a los países que la iniciaron.
Ahora bien, si algunas naciones quisieran colaborar con algunos de los
costos, eso ya es una cuestión bilateral entre EE.UU. y esos países.
Uno de los que apoya económicamente es Japón, y no es la
primera vez que lo hace, pues en la anterior guerra del Golfo Pérsico
asumió una parte considerable de los gastos. Países árabes
tan importantes como Arabia Saudita contribuyeron también a la
financiación, pero ahora no creo que lo haga, puesto que no es
favorable a esta acción militar angloamericana.
¿La
ONU no pudo hacer más para evitar la guerra?
La ONU es un foro que está a disposición de los 192 países
miembros que lo integran. De ellos, 15 son miembros del Consejo de Seguridad,
y de estos solo cinco tienen el derecho al veto, en el sentido de que
ninguna resolución sobre un asunto sustancial se puede aprobar
si no tiene el voto positivo de todos. Como ve, el mecanismo de las naciones
no tiene la capacidad de tomar decisiones, sino de implementar las decisiones
que toman los países miembros. Pérez de Cuéllar,
actual embajador del Perú en Francia, destaca que la ONU tiene
muchas iniciativas para propiciar soluciones pacíficas negociadas
de los problemas internacionales, pero que jamás el secretario
general ni las Naciones Unidas pueden tomar una decisión de uso
de la fuerza si esta no es aprobada por el Consejo de Seguridad. Cree
que en esta instancia se habría podido llegar a un acuerdo con
un paquete negociador que permitiera, si no una solución, al menos
una rápida activación del proceso de negociación
con los países del Medio Oriente. Es decir, los cercanos a Europa
como Egipto, Israel, Palestina, Líbano y Siria. Esa habría
sido una salida pacífica y concertada al conflicto.
¿En
qué posición queda el Consejo de Seguridad?
Quedará como después de todas las diversas acciones unilaterales
que se han tomado a lo largo de los años. Un caso que vale la pena
recordar -no muy reciente, pero es un buen ejemplo- es la ocupación
por Francia e Inglaterra del Canal de Suez. Estados Unidos, que en esa
época estaba en la posición de defensor de la Carta de las
Naciones Unidas, se opuso vigorosamente y dijo que se había violado
esta carta y que la ocupación de ese canal era indebida. Incluso
pidió que el Consejo de Seguridad condenara a estos dos países.
Ante ello Francia e Inglaterra ejercieron su veto y, naturalmente, la
resolución no fue aprobada. Sin embargo, la ONU sigue funcionando.
¿Son
posibles otras guerras?
Desgraciadamente, esa es una posibilidad. Estamos en un verdadero círculo
vicioso que solo podría ser modificado si la Carta de las Naciones
Unidas fuera cambiada y suprimiendo el derecho al veto.
Ese es un
tema que se está observando actualmente.
Sí, pero con una gran dificultad. Una dificultad fundamental es
que ninguna decisión que tome el Consejo de Seguridad puede ser
adoptada sin el voto aprobatorio de los cinco miembros. Como la reforma
de la carta implicaría un cambio sustancial, entonces necesitaría
la aprobación del Consejo de Seguridad. Luego, surgiría
el problema de que los países que no estarían de acuerdo
en que se modificase la carta, por ejemplo que se suprimiera el derecho
al veto, se opondrían y la reforma no saldría adelante.
¿No
hay solución a la vista?
Lo que pasa es que la institución del veto fue constituida con
el propósito de que ninguno de los cinco países miembros
del Consejo de Seguridad estuviera expuesto a decisiones contra sus intereses.
Esta idea fue originaria de Rusia. En la época en que se creó
el Consejo de Seguridad, estaban EE.UU., Gran Bretaña, Francia
y China. Rusia (en esa época Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas) se sentía sola y previó -con
razón- que ante una votación siempre iba a tener las de
perder por la sencilla razón de que era uno contra cuatro. Por
eso propuso esta idea del veto para el caso de resoluciones en su contra.
Actualmente, esto es subjetivo porque habrá que ver a qué
llamaban los rusos en esa época sus intereses y a qué llaman
ahora sus intereses estos países miembros del Consejo de Seguridad.
Sin embargo,
Rusia dice que esta no es su guerra.
Claro, esta es una guerra anglosajona con el apoyo discreto de España
y de algunos países -como Polonia y otros de Europa del Este- que
se han declarado públicamente a favor del conflicto, lo cual también
ha significado una división en la Comunidad Europea.
Esa es otra
de las consecuencias de esta guerra.
A lo que se ha aspirado siempre es a que exista una fuerza muy grande
de Europa unida que esté a la altura de Estados Unidos, a la altura
de lo que probablemente en un futuro no muy lejano será China.
Se necesita que exista una fuerza de equilibrio en la comunidad internacional,
pero desgraciadamente ahora habrá que ver si los europeos podrán
reconstruir su unidad quebrada con esta guerra.
Está
división conviene a países que se estiman potencias nucleares,
como Corea del Norte.
Salvo que este país salga con alguna acción absurda y descabellada,
el arma atómica felizmente está excluida de cualquier guerra.
Eso lo saben las potencias atómicas, que son prácticamente
los países miembros del Consejo de Seguridad, más India,
Pakistán y Corea del Norte. Se dice que Israel tiene poderío
atómico, pero no se sabe si posee armas atómicas, que son
cosas diferentes. No hay que temer que se produzcan guerras de este tipo.
Ni tampoco
guerras biológicas, pues hasta ahora Iraq no ha utilizado ningún
elemento químico en este conflicto, que ya lleva más de
diez días.
No existe
ninguna señal de guerra biológica, pero los iraquíes
ya utilizaron químicos contra los kurdos y los iraníes,
con estos últimos durante la guerra a la cual tuve la suerte de
ponerle término. Lamentablemente, existe ese precedente.
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