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Especiales - Irak - EE.UU
 
   

La batalla final por el agua

El ingeniero ecuatoriano Manolo Bedrán forma parte del equipo encargado de dotar al campo de refugiados para iraquíes de agua potable

Patricia Castro Obando
Enviada de El Comercio de Lima
GDA

Ammán. Manolo Bedrán es el ecuatoriano que busca agua en el desierto aunque las guerras lo persigan. Ha hecho de su profesión, la ingeniería civil, un reto sin fronteras. Con experiencia en la hidráulica y la
mecánica de suelos, viaja alrededor del mundo contratado por la ONU, los gobiernos, las fundaciones privadas, las Ongs, o cualquier otra institución que asuma el desafío de encontrar el líquido elemento, en los terrenos más áridos, donde a veces no crece ni la esperanza. Busca agua en el desierto con tanta pasión, como aquellos que buscan petróleo. Sumergido en medio de conflictos, ha estado en Afganistán, Kósovo, e Iraq, siempre con la misma tarea: Encontrar agua potable para las poblaciones que sufren
de una guerra. Hoy es responsable, junto con otros expertos de Oxfam, que no falte el agua en el campo de refugiados iraquíes, cuando ellos crucen sedientos la frontera con Jordania. Pero esto es apenas una gota en su abundante historia personal.

SE ABRE EL CAÑO

El ecuatoriano que hoy busca agua en el desierto, se considera, un hombre de mar. Nació en Guayaquil hace 47 años, y a pesar de que partió de Ecuador cuando tenía 39, conserva todavía una casita en la península de Santa Elena, con la que sueña cuando el calor del Medio Oriente lo agobia. Estudió ingeniería civil en la Universidad de Guayaquil, y aunque sabe que muchos estudiantes se quejan de lo poco que reciben en los años de estudios, él asegura que la base de las universidades latinoamericanas es más sólida y que sus catedráticos están más curtidos en la realidad. "Mi profesor, el ingeniero Luis Marín Nieto, siempre decía: 'Si no conoces algo de la ingeniería, pregunta a los pastores de la zona, ellos saben qué hacer'. Nunca olvido esta enseñanza que no está en ningún libro especializado y aún así, me ha salvado proyectos. Jamás se aprende todo, la gente sencilla que habita en la región por generaciones suele tener más sabiduría de lo que cualquier especialista cree".

En el Ecuador trabajaba en la construcción de represas hasta que fue contratado para realizar un proyecto con la Universidad de New Orleans, Estados Unidos. Durante cuatro meses, se encargó con un equipo de preparar los diseños del alcantarillado de la ciudad de Guayaquil. A partir de entonces, el futuro lo empapó de sorpresas. Dejó su país para casarse con una londinense que también ama el mar, adquirir un departamento a medias, y empezar una nueva vida en Inglaterra. Ahora tiene tres nacionalidades en su corazón: la ecuatoriana por nacimiento, la libanesa por su padre, y la inglesa por matrimonio. Debido al trabajo de su esposa, Oxford es su centro de operaciones, aunque cada año viaja por el planeta alrededor de ocho meses. No tienen hijos. Manolo dice que "por correo electrónico es un
poco difícil".

TODO EMPEZÓ EN AFGANISTÁN

Llegó a Afganistán en la primavera de 1996, cuando los muyahidines de la que más tarde se convirtió en la Alianza del Norte, manejaba el gobierno como si fuera un auto de carreras, sin control y estrellándolo en cada esquina. Fue contratado por una fundación privada que tenía un proyecto vital entre manos: Dotar de agua potable a la ciudad de Kabul. Mientras Manolo y su equipo trabajaban en la obra, la batalla entre los muyahidines y los talibanes cubría el país con ríos de sangre. "Decidimos quedarnos. A
pesar de que bombardeaban todos los días y dañaban lo que hacíamos, logramos terminar el proyecto. Kabul tuvo agua pero no paz". La tarde en que el Talibán tomó el control de la capital, muchos profesionales extranjeros que aún quedaban en Afganistán, se refugiaron en el Campamento de Naciones Unidas. Durante más de cinco meses, nadie pudo salir.

Sin embargo, Manolo no era visto con malos ojos por el Talibán. En el Medio Oriente, los beneficios de su especialidad, lo hacen tan valioso para el pueblo, como el hombre que encuentra petróleo para el gobierno. "No me quedé por una razón fundamental: El régimen del Talibán impuso una política muy estricta contra las mujeres. Yo que siempre he apoyado el progreso de mi esposa, no podía permitir que las mujeres afganas pierdan sus derechos. Cogí mis cosas, cerré la puerta y me fui".

Cuando la Alianza del Norte recuperó el poder tras la Guerra en Afganistán, Manolo que conocía muy bien a los muyahidines y a los talibanes, concluyó: "Los primeros son corruptos y los segundos extremistas. Lo lamento tanto por el pueblo afgano".

IRAQ INOLVIDABLE

El Medio Oriente nunca lo dejó ir. En 1997 aceptó un trabajo en Iraq para una organización privada. El proyecto consistía en la dotación de agua potable que beneficiaría a tres ciudades del Kurdistán: Erbil, Dohud y Suleimanía. Después de ocho meses, más de millón y medio de personas tenían agua potable para su consumo personal.

La experiencia lo llenó tanto de satisfacción, que dos años después volvió a Iraq. Esta vez, fue contratado por un organismo no gubernamental para resolver un problema grave. La ciudad de Suleimanía fue golpeada por una sequía extrema. Cuando el caso estuvo resuelto tomó el camino de vuelta, rumbo a Siria. "Viajamos por todo el desierto hasta la frontera. Se suponía que en la ruta iba a encontrar un hotel. No había más que algunas casas y un mercado. Con un calor de 50 grados, sin bañarme dos días no
tuve otra opción que dormir en el techo del mercado, como lo hacían muchos viajeros. Me sorprendí cuando encontré a buen amigo inglés buscando un sitio como yo. Comprobé que el mundo es un pañuelo".

A Bagdad la lleva en sus recuerdos pero no sabe si quiere volver. "A mí siempre me importó la gente, no la política. En Iraq me tope con personas muy buenas, profesionales excelentes, hombres y mujeres orgullosos de sí mismos. Ahora con la guerra están siendo humillados. No se trata de Saddam Hussein sino más bien que nadie respeta a la población. Para ellos, esto es una invasión que ataca el territorio, la cultura y el orgullo iraquí".

ANTES KÓSOVO, HOY JORDANIA

Con guerra o sin ella, nadie puede vivir sin agua. Manolo fue uno de los primeros civiles que entró a Kósovo. Su tarea fue evaluar los sistemas tan dañados de agua. Después de cuatro meses de mucho trabajo y poco sueño, las ciudades más importantes del área tuvieron agua potable. Esta misión
de salvar vidas a través del agua, le trajo muchas interrogantes. "Kósovo se salvó debido a los recursos invertidos por los grandes gobiernos que compitieron por participar. A mi juicio hay otros lugares donde la pobreza es más contundente que requieren atención. Siempre pienso en Latinoamérica y en África. Pero bueno, son políticas de los gobiernos que yo no las decido. Tan solo me encargo del agua".

Horas antes de que estallara la guerra en Iraq, Manolo llegó volando a buscar agua para el campamento de refugiados iraquíes en la frontera jordana. A pesar de su experiencia, el trabajo no fue nada fácil. Ha
debido luchar contra el tiempo y las tormentas de arena. Ahora que todo está casi listo, no llega ni un solo refugiado iraquí."Los técnicos jordanos nos ayudaron a encontrar agua. Hicimos un pozo de 400 pies que provee alrededor de 30 metros cúbicos por hora. El agua estaba un poco salada pero todo tiene solución. La enviamos a un desalinador y después pasa por un clorificador. Se almacena en un tanque que tiene capacidad de 95 metros cúbicos. Utilizando el criterio de 20 litros diarios por persona, podemos dar agua a 5 mil refugiados por día.

Tenemos tres tanques más pero no los hemos armado porque todavía no ha llegado nadie por aquí. Pero ya estamos preparados para que a ningún refugiado le falte agua".

LA MEJOR ENSEÑANZA

Dice que es un tipo afortunado porque ha descubierto en su profesión el sentido de su vida. Revela que el secreto es siempre conectar el trabajo con la gente. "Amo que salga agua. El escritorio y los cálculos son fríos. Este tipo de labor ayuda a saber cuáles son las necesidades básicas de la población. Hay que olvidarnos del manual. Antes de cada proyecto observo a la gente y trato de resolver las siguientes preguntas: ¿Cuánta agua necesita?, ¿Cuál es su problema de salud?, ¿Qué tipo de agua requiere?,
¿Cómo deben ser las construcciones?, entre otras muchas que salen en el camino. Los ingenieros civiles nunca debemos de olvidar que la parte técnica es muy importante pero que la gente, lo es mucho más".

Por ahora, con la tarea concluida, el ecuatoriano que busca agua en el desierto y las guerras lo persiguen, solo espera que el próximo trabajo sea en cualquier lugar del planeta donde finalmente, pueda ver el mar.

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