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Clima de guerraPor Elisabetta
Piqué KUWAIT CITY.- En el refugio del hotel Sheraton, Corazón, una mucama filipina, llora desesperada. Son las seis de la tarde de un día de pánico en Kuwait City, de esos que uno recordará por el resto de su vida, y acaba de sonar por enésima vez una sirena antiaérea. En el "shelter" del hotel, un búnker subterráneo en medio a las cañerías, hay periodistas de todo el mundo con cara preocupada, pero hiper equipados, que esperan. Algunos filman, otros sacan fotos. Corazón y sus compañeras de trabajo, que enfundadas en su prolijo uniforme dieron las indicaciones para que los huéspedes pudieran llegar hasta allí, bajando por las escaleras internas, lloran en un rincón. Darían cualquier cosa por tener ellas también una máscara antigás. En estos tiempos de terror, la máscara se ha convertido en un bien de primera necesidad, que hay que llevar con uno a todas partes siempre, en todo momento, pero que para muchos en Kuwait City resulta demasiado caro. Tal como había amenazado, Irak reaccionó ayer por la mañana al ataque angloamericano lanzando 9 misiles Scud a su vecino del sur, que hospeda la maquinaria bélica del ejército más poderoso del mundo, con más de 150.000 efectivos. Más allá de las adevertencias dadas por el gobierno en las últimas semanas, y de las recomendaciones que se habían leído en los periódicos y en la TV, nadie se esperaba que Saddam se atrevería a mandar misiles, y a desafiar a las tropas norteamericanas en forma tan descarada y frente a semejante poderío bélico. El terror
comienza a envolver la ciudad a las once de la mañana. Dos Scud
lanzados desde Basora sortean las baterías Patriot emplazadas por
las tropas aliadas, estallando a espaldas de los soldados listos a invadir
Irak. Los efectivos de Camp Commando se salvan por milagro, pero a la
velocidad de la Una hora
y media más tarde, las sirenas comienzan a ulular en forma intermitente
en Kuwait City. Hay peligro. Las calles de golpe se vacían, las
tiendas bajan sus cortinas , y se ven las primeras escenas de pánico.
Frente a la oficina de Egypt Air, tomada por asalto por centenares de
inmigrantes egipcios que buscan desesperadamente un pasaje, nadie tiene
máscara antigás. Y todos corren hacia cualquier parte para
refugiarse debajo de lo que sea. Once minutos después suena la
alarma contínua, que quiere decir que el peligro ha terminado,
y los egipcios vuelven a su puesto. "Una máscara antigás
sale 30 dinares (unos 90 dólares). ¿Cómo puedo comprarla
para toda mi familia? Es imposible. Lo único que quiero es irme,
pero el aereopuerto de Kuwait, que sigue funcionando, no deja aterrizar
a los aviones que viene Tres y veinte,
y el silencio de una ciudad paralizada por el terror es quebrado otra
vez por las sirenas. "Tapen el filtro, y traten de respirar, así
controlan que tienen bien puesta la máscara, y quedénse
tranquilos", advierte Renato Spedicato, agregado militar de la embajada
italiana, a las veinte personas refugiadas en la "unidad de crisis"
puesta a punto allí. Quince minutos después, pasada la alarma,
hay quien se queja de dolores en la mandíbula: la máscara
antigás no sólo da claustrofobia, sino que, si está A las seis
de la tarde, en el búnker del Sheraton, donde Corazón llora
en un rincón porque forma parte de ese ejército sin máscaras
formado por ese millón de humildes inmigrantes de Filipinas, Bangladesh,
Egipto y demás países asiáticos, se ven escenas surrealistas.
A los periodistas de la británica BBC, que se ponen botas de goma,
guantes y traje metalizado, además de la máscara, alguien
les toma lista, como en el colegio. Gustavo Ferrari, un argentino de Río
Cuarto que vive aquí desde hace más de 20 años, Las líneas
telefónicas funcionan pésimo. Kuwait parece estar aislado
del mundo. Arif Jhamal, 34 años, inmigrante de la India, camarero
del hotel Radisson, un edificio que ha sido sellado por precaución,
y que parece una burbuja de plástico, se anima a golpear la puerta
de un cuarto donde sabe que hay un teléfono satelital. "Quisiera
decirle a mi mujer a y mis tres hijos que estoy bien, y que estoy vivo.
La televisión india dice que estamos en guerra, bajo ataque misilístico,
y deben estar preocupados. ¿Puedo pagarle un llamado?", pregunta
tímidamente. Esperando una respuesta, al ver la máscara
antigás apoyada sobre la cama, dice: "qué linda, quise
comprarme una, pero no pude". |
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