Sobre
la guerra y el terrorismo
Nicolás
Sartorius
Reconozco que no soy un pacifista, si por tal se entiende aquel que en
ninguna circunstancia admite el uso de la fuerza armada. Creo, por el
contrario, que en determinadas situaciones el uso de la fuerza está
justificado, por ejemplo, contra la tiranía o contra amenazas ciertas
de carácter totalitario o ante invasiones de unos países
por otros con la pretensión de dominarlos. No obstante, observo
que en la actualidad no es el pacifismo que respeto, aunque no comparta
el que tiene el viento a favor, sino el pensamiento belicista, es decir,
aquel que ante las mismas circunstancias entiende que la primera y mejor
acción que se debe emprender es la bélica, sin importarle
un adarme las consecuencias de la misma.
Resulta escandaloso, por lo tanto, que se hable en la actualidad con tanta
ligereza de la guerra como si ésta fuese una acción política
más y no la tragedia más espantosa que uno pueda imaginar,
de tal suerte que sólo debe desencadenarse ante situaciones límite,
con agotamiento de todos los medios pacíficos y en legítima
defensa. Nada de lo anterior se está teniendo en cuenta en el caso
de Irak. Probablemente porque en estas guerras la potencia hegemónica
ataca con total impunidad, las víctimas se producen siempre del
otro lado y, además, tampoco se cuantifican ni aparecen ante el
público.
Esta actitud belicista se ha entronizado como doctrina con la Administración
de Bush en EE.UU., con Sharon en Israel, y ha impregnado a ciertos acólitos
europeos como Aznar, Berlusconi o Blair, que siguen los dictados del imperio
sin el mínimo criterio independiente. Bush ha declarado que, a
poco de producirse el 11 de septiembre, acudió a la "zona
cero "de Manhattan para consolar a los familiares de las víctimas
de aquel espantoso crimen y éstas le pidieron sangre. Entonces
comprendió y decidió declarar la guerra total al terrorismo.
Pero, en realidad, a quién ha declarado la guerra? Porque el "Terrorismo,
"tal como lo presentan el presidente estadounidense y otros, no existe.
Lo que sí subsisten son múltiples fenómenos terroristas
en diferentes partes del planeta que obedecen a causas distintas, con
historias diferentes y que, en la mayoría de los casos, no tienen
nada que ver unos con otros.
No existe un centro mundial del terrorismo que coordine todos estos foros
de violencia. Por ejemplo, la Administración de Bush tendría
que explicar cómo se compadece su guerra total al terrorismo con
su alianza con la dictadura paquistaní del general Musharraf, que,
como todo el mundo sabe, es más que condescendiente con los terroristas
de Cachemira, lo que ha estado a punto de provocar una guerra en este
caso sí que con armas nucleares entre India y Pakistán.
Se puede sostener que todos los terrorismos (actos de violencia indiscriminada
e injustificada con el fin de producir terror en la ciudadanía)
son nefastos. Pero es de todo punto equivocado concluir de lo anterior
que todo terrorismo exige el mismo tratamiento. Es evidente, por ejemplo,
que una solución equitativa al contencioso Israel-Palestina resolvería
algunos focos de violencia terrorista. Un más justo reparto de
la riqueza a nivel mundial también contribuiría a lo mismo.
No distinguir los diferentes supuestos, meterlo todo en el mismo saco,
no sólo aleja la solución de los problemas, sino que genera
nuevos escenarios de terrorismo allí donde no los había.
El drama es que al actual Gobierno de EE.UU. no le interesan estas matizaciones,
"porque donde no aparece una amenaza global no se justifica un poder
mundial. "Para justificar el rearme, el recorte de libertades o la
intervención allí donde se crea oportuno tiene que existir
una amenaza de naturaleza mundial similar a la que significó el
comunismo en el pasado y no amenazas parciales, aisladas, cada una de
su padre y de su madre, cuyo tratamiento no es precisamente "la guerra
"con barcos, aviones, misiles, etcétera.
Como no se
puede bombardear o invadir al "terrorismo mundial, "pues carece
de un territorio concreto, se seleccionan algunos países débiles,
desafectos y, si es posible, con petróleo, y se les declara el
"eje del mal "o los representantes de ese supuesto terrorismo
global. A partir de ahí todo está admitido.
Ahora bien, qué tiene que ver Al-Qaeda con el régimen dictatorial
pero laico de Irak o Corea del Norte? Ahora la amenaza para la humanidad
es Saddam Hussein, dictador de un país que vive en la miseria debido
al bloqueo, empaquetado entre dos zonas de exclusión que son bombardeadas
sistemáticamente por la aviación anglo-americana y que como
gran argumento se nos dice sin pruebas de ningún tipo que puede
llegar a tener el arma atómica u otras de destrucción masiva.
Es cierto que Hussein es un dictador nefasto sobre todo para su pueblo,
pero dictaduras hay muchas y no por eso se bombardean e invaden los países
que las soportan. Hussein no cumple las resoluciones de Naciones Unidad
y debe cumplirlas, pero tampoco las respeta Israel desde hace décadas
o Marruecos en el caso del Sahara y no por eso se les ataca, sino que
son fieles aliados. Cuando la legalidad no es igual para todos se convierte
en arbitrariedad y pierde legitimidad. Claro que sería positivo
acabar con el régimen de Saddam, pero no por medio de una guerra
devastadora de incierto resultado y con miles de muertos inocentes.
Para la UE esta guerra puede ser desastrosa. Por lo menos a corto plazo
dificultaría la recuperación económica por el aumento
del precio del petróleo; desestabilizaría aún más
su frontera sur; dividiría a los gobiernos de la Unión en
un momento clave en el proceso de la construcción política
de Europa. Hay que ser conscientes de que no siempre los intereses estadounidenses
coinciden con los de la UE.
El mundo islámico no es frontera de EE.UU.; en este país
no viven decenas de millones de inmigrantes árabes: el "keynesianismo
bélico "que practica Bush puede aliviar de momento la economía
de EE.UU., pero perjudica la europea.
Qué saca Europa de todo esto? Sólo mayores amenazas para
el futuro, gastos en la reconstrucción de Irak, pues suele ser
Europa la encargada de este menester, y una debilidad aún mayor
ante el coloso americano. Ante esta situación, los europeos tenemos
que reaccionar. Hay que oponerse con firmeza a este belicismo que sólo
conduce al rearme, al sacrificio de la ayuda al desarrollo, al recorte
de libertades civiles en aras de una supuesta seguridad.
El interés de Europa está en una ayuda sostenida al mundo
árabe para que se desarrolle y se democratice y no en echar petróleo
en un incendio que nos puede costar muy caro en todos los sentidos.
Nicolás Sartorius es abogado y vicepresidente ejecutivo de la Fundación
Alternativas
El País de Madrid
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