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Especiales - Irak - EE.UU
 
   

La guerra en Irak podría crear las bases para una nueva seguridad global

por Stephen Collinson

Una invasión estadounidense a Irak podría anular décadas de diplomacia, pero consagraría una nueva doctrina sobre guerra preventiva y tendría un impacto de consecuencias impredecibles sobre los conflictos latentes en todo el mundo.

Con el enfrentamiento con Irak, la administración Bush está cuestionando un principio básico de la seguridad colectiva del siglo XX: una nación no tiene derecho de comenzar una guerra a menos que esté en peligro de ataque inminente.

El shock de los atentados del 11 de setiembre de 2001, que revelaron que la única superpotencia del mundo no estaba segura dentro de sus fronteras, generó una completa reconsideración de la seguridad estadounidense.

El gobierno decidió pasar a la acción por el temor de que la próxima vez los enemigos de Estados Unidos puedan cambiar los aviones suicidas por armas de destrucción masiva obtenidas de regímenes tiránicos.
"Si esperamos que las amenazas se materialicen por completo, habremos esperado demasiado", dijo Bush a fines del año pasado, poniendo en evidencia la dura postura de Estados Unidos.

"Debemos llevar la batalla hasta el enemigo, trastocar sus planes y enfrentar las peores amenazas antes de que emerjan", añadió.

En un esbozo de su política de seguridad nacional, la Casa Blanca prometió en setiembre pasado que, para prevenir "este tipo de actos hostiles por parte de nuestros adversarios, Estados Unidos, si es necesario, se adelantará a los hechos".

La estrategia podría incidir en el escenario mundial durante mucho tiempo. Irak se transformó en un pretexto para un debate mucho más amplio sobre el poder de Estados Unidos. Muchos analistas creen que ese torbellino definirá el escenario que surgirá de estos años de post Guerra Fría.

"Esta es una clara bofetada en la cara de las normas internacionales", dijo John Gershman, del Centro de Política Exterior de Estados Unidos. "Abre la puerta para que todo el mundo diga 'si es bueno para Estados Unidos, y si Estados Unidos va a tener esto como estrategia, nosotros también podemos tenerlo como estrategia'", añadió.

Washington, irónicamente, está desafiando un principio internacional que ayudó a inscribir en la carta de las Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial.

La carta garantiza a los miembros el derecho a la autodefensa, pero designa al Consejo de Seguridad como árbitro de una eventual acción preventiva. Durante más de un siglo, la ortodoxia militar de Estados Unidos se basaba informalmente en la doctrina establecida en 1842 por el ex secretario de Estado, Daniel Webster.

Webster argumentaba que utilizar la fuerza era legítimo en casos en los que la necesidad de esa autodefensa es inmediata, arrolladora, y cuando no hay otra opción ni tiempo para deliberar.

Los críticos de la postura estadounidense para desarmar a Irak señalan que el conflicto no cumple con ninguna de estas condiciones, pese a la lógica de Bush de que Saddam Hussein podría un día darle armas de destrucción masiva a terroristas hostiles a Estados Unidos.

"¿Qué debemos hacer? Simplemente quedarnos sentados y recibir golpes como el World Trade Center? Recibir los golpes que nos infligirían armas biológicas?", dijo el año pasado en una entrevista el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

Responsables de la administración observan que en el pasado la acción estadounidense, por ejemplo en Kosovo bajo la presidencia de Bill Clinton, no siempre siguió a una aprobación de la ONU.

Rumsfeld argumentó que la crisis de los misiles cubanos en 1962, en la que el presidente John F. Kennedy contempló la posibilidad de un ataque preventivo contra los sitios con misiles soviéticos, sentó un precedente para la nueva postura estadounidense. Los críticos de ese argumento, sin embargo, apuntan que fue la diplomacia y no la fuerza la que solucionó la crisis.

Los defensores también destacan las intervenciones en Granada en 1983 y en Panamá en 1989, aunque éstas tampoco tuvieron lugar con Estados Unidos bajo amenaza inminente.

Incluso en la Segunda Guerra Mundial el presidente Franklin D. Roosevelt esperó para entrar en conflicto que se produjera el ataque contra Pearl Harbor.

"Creo que la política de la administración implica el riesgo real de que Estados Unidos quede cada vez más aislado y solo, y dependiente de su fuerza militar para proteger sus intereses y a sus ciudadanos", advirtió el mes pasado la senadora demócrata Dianne Feinstein.

"Otros temen el efecto que pueda tener sobre otros conflictos.Legitimar los ataques preventivos cuando hay conflictos como India y Paquistán y la península de Corea (...) es algo que tiene que asustar a todo
el mundo", dijo Gershman.

Pero la administración parece resuelta, privilegiando los criterios de seguridad sobre el impacto que pueda tener su política a nivel mundial. "Mi trabajo es proteger a Estados Unidos, y eso es exactamente lo que voy a hacer", reafirmó Bush la semana pasada.

AFP

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