Saddam Hussein, ¿tirano o héroe árabe?

Luego de tres décadas en el poder, el presidente iraquí Saddam Hussein, un tirano para Occidente, libra frente al poderoso Estados Unidos un último combate por su supervivencia, que podría reforzar aún más su dimensión de héroe árabe.

El hombre fuerte de Bagdad, convencido de su lugar en la Historia, se manifestó determinado a morir en su país, incluso si Estados Unidos lleva adelante una guerra en su contra que tiene como uno de sus objetivos derrocar su régimen.

Sin embargo, el Occidente que lo odia lo había ayudado en su aventura militar contra el Irán de los molás. Al invadir Kuwait, Saddam Hussein convirtió a Irak, cuna de civilización, en un país empobrecido y fuera de la ley pese a sus fabulosas riquezas.

En el marco de un culto a la personalidad comparable al de Mao y los dirigentes soviéticos, Saddam Hussein no duda en compararse al rey babilonio Nabucodonosor o a Saladino, que liberó Jerusalén de los Cruzados en 1187. Esto lleva a decir a los analistas que el hombre que tanto se dedicó a concentrar
el poder entre sus manos nunca aceptará partir al exilio.

Pese a resignarse a la destrucción de misiles Al Samud 2 bajo la presión de la ONU, Hussein no parece en cambio tener la intención de abandonar el control del país donde su partido, el Baas, omnipresente, lo hizo reelegir en octubre con poco menos del 100% de los votos.

La vida fue una larga carrera de obstáculos para este pobre campesino, que no conoció a su padre y que fue adoptado por su tío materno. Saddam Hussein, bajo cuya conducción Irak llevó adelante de 1980 a 1988 una sangrienta guerra en Irán y sufrió la derrota de la guerra del Golfo, tiene el arte de la supervivencia, señalan los diplomáticos.

Su autoridad se afirmó en numerosos bautismos de fuego.

Estados Unidos inundó Bagdad de bombas y misiles en diciembre de 1998. Otros misiles cayeron en 1996 y 1993, observándolo en cada ocasión volver a la superficie cantando victoria.

En 1998, Washington y Londres pretendían castigarlo por haber resistido al proceso de desarme, al cual Husseiin asegura hoy en día colaborar.

Las dos capitales acariciaron la esperanza de verlo derrocado por un levantamiento interno, pero el hombre supo reinar contra todo intento de revuelta.

Saddam Hussein aplastó un levantamiento en el sur chiíta y en el norte kurdo durante la guerra del Golfo, luego de hacerse un nombre, en su juventud, intentando asesinar al presidente Abdel Karim Qassem en 1959. Herido en la pierna, huyó de Irak para regresar cuatro años más tarde, antes de ser enviado a prisión en 1964, de donde escapó para volver a trabajar en forma clandestina para el partido Baas.

Participó en 1968 en el golpe de Estado que llevó al Baas al poder y que marcó el inicio de su ascenso hasta convertirse en el hombre fuerte del régimen del presidente Ahmed Hassan Al-Bakr.

Vicesecretario general del partido, Saddam Hussein se convirtió en 1969 en vicepresidente del Consejo de Mando de la Revolución (CCR), la instancia más alta del país, y no dejó de reforzar su poder bajo el ala del presidente. Número uno desde el 16 de julio de 1979, Hussein acumula los puestos del jefe de Estado, secretario general del partido y presidente del CCR.

Saddam Hussein no tolera ninguna disidencia, multiplica las purgas y no duda en enviar a sus opositores al exilio o al cementerio. La crueldad de su régimen fue sacada a la luz por los defensores de los derechos humanos. La delación es alentada y los medios de comunicación están bajo su control.

Hoy en día, el hombre que inspira el temor, pero que no pasó un examen de reclutamiento de oficiales en su juventud, es un mariscal y el jefe supremo de un ejército que corre el riesgo de ser destruido.

"Moriremos aquí. Moriremos en este país y preservaremos nuestro honor, el honor que debemos a nuestro pueblo", declaró recientemente a un canal de televisión norteamericano.

AFP