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Especiales - Irak - EE.UU
 
   

Una extraña guerra

A guerra contra Irak ha terminado: Bush (hijo) concluyó lo que Bush (padre) había dejado inconcluso. Es probable, sin embargo, que el conflicto continúe moderadamente en la modalidad de guerra de guerrillas (para la cual el territorio iraquí no es especialmente adecuado, salvo el norte) o mediante actos terroristas. De todas maneras, el régimen de Saddam Hussein ya ha pasado a la historia, luego de dos décadas de megalomanía, asesinatos, genocidios, tiranía, guerras perdidosas, lujos desenfrenados, miseria popular y fanfarronería sin límites.

Examinada objetivamente, la guerra contra Irak se nos presenta como muy extraña y, en varios aspectos, como sin precedentes.

Veamos algunos hechos que inducen a llegar a esta conclusión.

1. Esta guerra es el fruto de la agresividad de dos o tres países plenamente democráticos, actitud impensable tres lustros atrás. El siglo XX nos había permitido asociar toda intervención bélica por parte de una democracia a un acto de agresión de países que se oponían a sus principios fundamentales o que actuaban en forma clara o potencialmente hostil. Las dos guerras mundiales, la de Corea, incluso la de Vietnam, las intervenciones en la ex Yugoslavia y la guerra del Golfo dieron lugar a enfrentamientos defensivos, respondieron al respeto a compromisos previamente contraídos o a mandatos de la ONU o de la OTAN.

PERO en el caso de la guerra iraquí no se dio ninguno de estos extremos. Se resolvió iniciar las hostilidades independientemente de lo que pudieran decidir las Naciones Unidas. Fue una guerra preventiva (eventual posesión y utilización de armas de destrucción masiva por parte de Saddam Hussein), una agresión de varias democracias (EE.UU. G. Bretaña y, subsidiariamente, España y Australia) a una tiranía inescrupulosa y errática.

2. Fue una guerra de gobiernos (quizá 45 o 48) pero no de pueblos, salvo el norteamericano que mayoritariamente la apoyó; en todo el mundo se manifestó en contra de esta guerra.

3. Fue una guerra en la que los aliados no se empeñaron en destruir la infraestructura de sus enemigos. Centrales eléctricas, represas, sistema vial, oleoducto, etc. no fueron objeto de bombardeos, a pesar de que, en cualquier guerra, son los objetivos primordiales.

SE explica que se hayan respetado los oleoductos y refinerías de petróleo (porque está en juego algo fundamental para el mundo entero) pero no las restantes obras, vitales para el éxito de las acciones bélicas.

La televisión, por ejemplo, mostró siempre a Bagdag iluminada "a giorno" y a los automóviles iraquíes marchando por sus calles con los focos encendidos mientras, a lo lejos, explotaban bombas, obuses y misiles y estallaban incendios.

4. Es la primera vez que en una guerra se propalan comunicados oficiales del enemigo emitidos a través, nada menos, que del Ministro de Información iraquí y de las cadenas árabes de televisión. Es entonces que se conoce la situación angustiosa de los hospitales iraquíes, la falta de agua y de alimentos y —gravísimo—imágenes de heridos, muertos y prisioneros norteamericanos y británicos.

5. ¿Qué guerra fue acompañada, desde su mismo inicio, por planes de reconstrucción del país que se iba a destruir y hasta por la licitación y adjudicación de las tareas consiguientes? ¿O por planes de ayuda humanitaria paralelos a los bélicos?

6. La guerra es contemplada por los televidentes del mundo como un espectáculo deportivo: ¿quién la está ganando?, ¿dónde está la superioridad tecnológica de los aliados?, ¿dónde está la resistencia a muerte de Saddam?, ¿quién quiero yo que gane?

EL hombre común va perdiendo su sensibilidad pues la guerra real se nos muestra menos cruenta que la de la ficción: apenas algunos cañonazos, unas marchas, algunos aviones, explosiones distantes... Sólo asoma la verdadera tragedia cuando aparecen imágenes de muertos y, sobre todo, de mutilados, el espanto de los prisioneros o la destrucción de las ciudades.

7. Había que terminar con la dictadura de Saddam Hussein y contra la posibilidad que tuviera (no se comprobó tal presunción) y empleara armas químicas y bacteriológicas y, eventualmente nucleares. Pero hay tantas dictaduras en el mundo que ese justificativo moral sólo sería admisible si se emprendiera una acción militar contra todos los regímenes de ese tipo, lo cual sería absurdo y cataclísmico. De todos modos, al resultar victoriosa la guerra contra Saddam Hussein, las Naciones Unidas se ven beneficiadas porque, a pesar de su oposición, a pesar de las trabas legales y estaturarias que plantearon algunos de sus principales miembros, en definitiva, la coalición le sacó las castañas del fuego.

EN efecto, hay una dictadura menos en el planeta. Obviamente, seguirá reprobándose el unilaterialismo angloamericano y su pretensión de ser y de actuar como una especie de policía universal —hacemos abstracción de los intereses materiales que, sin duda, están en juego— pero lo cierto es que la región y el mundo sentirán alivio con la desaparición del régimen de Saddam Hussein.

Esta vez, el Derecho cedió la derecha a la realidad.

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