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Desde
el 21 se exponen en el Parque Rodó las aguafuertes de un
grabador único
El
milagro impar de Rembrandt
Una
cobertura conjunta de diplomáticos, directores de museos,
la embajada de Holanda y firmas que prestaron apoyo económico
acerca el país una cumbre del arte
Posee
un valor emblemático sólo comparable a los callos
de las falanges de Leonardo Da Vinci, el color transpirado que muestran
algunos pinceles de Velázquez, la tajeada oreja de Van Gogh
y el impulso erótico de Picasso si pudiera ser corporizado.
Los grabados de Rembrandt Harmensz van Rijn tienen en la historia
plástica universal un valor tan decisivo y significan un
paso tan adelante como en su momento sólo concretaron algunos
pocos genios del Renacimiento italiano, los dos o tres españoles
que transformaron a la hasta entonces módica península
ibérica pasada de pronto a Faro de Alejandría de la
pintura, la explosión francesa del impresionismo, la escuela
flamenca, el expresionismo alemán y algunos soles solitarios
y esplendorosos que aparecieron para no repetirse a lo largo de
los siglos. Cualquier listado de pintura ubica a Rembrandt en el
conteo de los diez gigantes pero a esa hazaña suma otra:
el reconocimiento de ser uno de los dos o tres grabadores de todos
los tiempos, en un terreno de excepcionalidad al que sólo
pueden acercársele Durero y Goya. Los grabados de Rembrandt,
alrededor de 290 a lo largo de una vida irregular y tortuosa figuran
en cualquier nómina prioritaria si algún día
alguien se viera obligado, como le sucedió a Noé,
a tomar los recaudos para asegurar la supervivencia de la especie,
esta vez de corte artística. Casi un tercio de ese tesoro
que produjo el artista de Leiden transformando y dando otro sentido
a lo que hasta ese momento había sido casi una disciplina
artística de segundo orden, estará en exhibición
en Montevideo, en los salones del Museo de Artes Visuales del Parque
Rodó a partir del próximo 21. No es el acontecimiento
mayor que ha logrado la institución que dirige Angel Kalenberg,
que posee algunos récords recordables, pero sí uno
de los logros mayores. Tener a Rembrandt un tiempo en el Uruguay
es un extraño acto de lujo artístico en estos críticos
momentos de pobreza extrema. Este regalo para el espíritu
le viene bien al país, le viene de maravillas a la cultura
nacional y hasta refuerza el alicaído ánimo general.
Que Uruguay sea incluido en una gira ceñida y rigurosa que
sólo abarcó otros cuatro países Argentina,
Brasil, Ecuador y Colombia ya de por sí es un galardón,
en momentos incluso en que desde alguna tienda se rumoreó
que la propia Embajada de los Países Bajos en el Uruguay
podía retirarse, dato que fue posteriormente desmentido,
por suerte. Si Holanda se hubiera ido era una señal casi
palpable de la desertificación regional.
El
inminente acontecimiento tiene a varias figuras como soporte importante.
Una de ellos es la del Embajador Octavio Brugini, representante
uruguayo ante La Haya desde hace cuatro años y medio y por
lo tanto colocado en un sitio estratégico. Cuando Brugnini
se enteró de los planes de una gira sudamericana, acotada
y con destinos ya elegidos, de casi una tercera parte de los mejores
grabados que se custodian en el Museo de Rembrandt en Amsterdam
en lo que en su momento supo ser su casa original, se puso rápidamente
en movimiento para que Uruguay fuera incluido en planteo del que
en principio había quedado afuera.
Las
gestiones de Brugnini pusieron en movimiento un mecanismo que luego
incluyó otros factores decisivos: la intervención
de Ed De Heer, director del Museo de Rembrandt en Amsterdam, la
activa intervención del hasta hace unos días embajador
holandés en Uruguay, Zanfleidt, que movilizó influencias
y ánimos cooperativistas de institutos cuyo aporte hicieron
posible la parte económica de la muestra, la siempre alerta
participación de Angel Kalenberg y algunos otros colaboradores
laterales. La lista de donantes que hicieron posible la venida de
la obra gráfica de Rembrandt a Montevideo incluye intervenciones
del Banco ABN-Amro, Sudy Lever, Banco de Crédito, KLM, Shell
Uruguay y Sheraton Montevideo Hotel.
UNA
HAZAÑA. Lograr encastrar a Uruguay en la cadena no fue fácil.
En primer lugar porque los holandeses hacen las programaciones con
mucho tiempo y son muy pocos proclives a introducirle luego cambios
a los planes fijados de antemano. En segundo lugar había
que obtener un respaldo económico en circunstancias donde
el Uruguay claramente no iba a poner un solo peso para operativo
realmente oneroso. Sólo el flete y el seguro de la muestra
alcanzan 380.000 dólares, repartibles claro, entre los países
del itinerario. El tipo de proyecto llave en mano implica
que el Museo que acoge la muestra actúa como contraparte
dentro de terrenos muy estrictos. El embalaje de las obras en el
Museo de Amsterdam ya genera costos a los que se suman varios otros.
Pero fue la propia Embajada de Holanda en el Uruguay la que jugó
el papel de activador, entre firmas afines a ese país o muy
relacionadas, para que el dinero apareciera e hiciera posible la
aventura uruguaya.
La
muestra uruguaya incluye más de 80 de varios de los grandes
grabados de Rembrandt mientras que el resto se compone con antecesores
y discípulos que conforman lo que puede verse como la escuela
holandesa del grabado. La exhibición incluye autorretratos,
escenas del Viejo Testamento y del Nuevo Testamento, santos, motivos
alegóricos de fantasía y de género, desnudos
y figuras mitológicas, paisajes, bosquejos originales y figuras
de ancianos. Varias de esas piezas figuran entre las mejores del
género.
Rembrandt
tuvo una influencia más profunda que cualquier otro artista
en el desarrollo del arte del grabado, aunque varias de sus pinturas
lucen entre las mejores del mundo, algunas de ellas de una sugestión
irrepetible. Su importancia como grabador de aguafuertes fue reconocida
ya en el siglo XVIII y los dueños de sus láminas,
entonces, y también más adelante, transformaron esa
importancia en un rédito financiero mediante incesantes reimpresiones.
Hoy en día, de todas maneras, las láminas de cobre
de Rembrandt son consideradas importantes, básicamente porque
brindan información acerca de su insuperable técnica
y métodos de grabado.
Esta
modificación en la valoración de las láminas
se hace evidente cuando se analiza su turbulenta historia. Las ideas
y vueltas de las láminas de los grabados de Rembrandt están
bien documentadas desde fines del siglo XVII en adelante, pero poco
se sabe acerca del modo como pasaron de la propiedad de Rembrandt
a otras manos, aunque es sabido que el artista no sólo trabajó
como marchand de otros pintores y de su propia obra, sino que además
conoció altibajos tremendos en su vida económica:
pasó de gran señor casi a mendigo cercado por las
querellas judiciales, una suegra que realmente resultó un
monstruo y una clara desordenada administración de sus bienes.
UN
HITO. Los retratos solían quedar en propiedad del modelo.
La lámina del Retrato de Jan Six, por ejemplo, es aún
hoy propiedad de la familia Six, lo que demuestra que hay patrimonios
que resisten el paso de los siglos y que no terminan en la cuarta
generación como afirman los italianos. Recientemente se supo
también que Rembrandt vendió la lámina de cobre
de Abraham echado de la casa de Agar e Israel inmediatamente después
de haberla terminado, en 1637. Pero no se sabe lo que sucedió
con el resto de las láminas en los últimos años
de la vida del artista o inmediatamente después de su muerte
en 1669. En el inventario de su propiedad que se realiza después
de su solicitud de una cesso bonorum en 1656, no se hace mención
a las láminas de cobre ni hay documentación acerca
de su destino. Rembrandt ya había organizado la venta de
una parte de su colección un año antes, pero no parece
probable que se haya desprendido de ellas en esa ocasión.
La venta de los grabados, después de todo, fue una importante
fuente de ingresos, y es más verosímil que haya dejado
de lado las láminas de cobre al efectuar el trámite
o que las haya empeñado. Se sabe con certeza que otros artistas
hicieron lo mismo.
Se
sabe también que varios editores poseyeron láminas
de grabados de Rembrandt ya en el siglo XVIII. Entre ellos debe
incluirse a Jessus Danckerts y a Frans van Wyngaerde, pero de lejos
el más importante fue Clement de Jonghe. Este reconocido
comerciante de grabados y mapas, que inició sus actividades
en Amsterdam hacia 1647, estableció su negocio en Kalverstraat
en 1658. A su muerte se contabilizaron entre sus propiedades no
menos de 74 láminas de Rembrandt. No está claro cómo
y cuándo se hizo de ellas, pero es probable que se conociera
con Rembrandt, porque hay un gran retrato en aguafuerte del artista
que tradicionalmente se ha entendido que es de Clement de Jonghe.
De cualquier manera, distribuidos por toda Europa, los grabados
de Rembrandt lograron sobrevivir a los siglos mientras ganaban cotización.
Los
trabajos a exhibir en el Museo de Artes Visuales del Parque Rodó,
entre ellos las escenas bíblicas, están consideradas
entre las cumbres del género. La casa de Van Gogh es ciertamente
el atractivo museístico más notorio de Holanda, un
país que como pocos tienen en la riqueza plástica
uno de sus mayores atractivos turísticos. El Rijksmuseum
es una especie de Louvre holandés donde se encuentra el mayor
espectro de la pintura de Holanda. Y en donde, a pesar de las cumbres
de Van Gogh y de Mondrian y de los maravillosos exponentes de la
pintura flamenca clásica, los sitiales de honor están
ocupados por las obras maestras de Rembrandt. Lo mismo sucede en
el delicioso museo que queda en Delft y el otro importantísimo
de Ultrecht. Pese a ser, después de Italia, España
y Francia, el país con mayor riqueza plástica del
mundo, nada supera en Holanda los brillos (más oscuros que
claros) de Rembrandt van Rijn.
Un
giro histórico
Las
aguafuertes de Rembrandt vieron la luz en una época en la
que el arte calcográfico estaba casi completamente dominado
por el grabado a buril. El éxito de este tipo de grabado
está vinculado a la importancia que se dio en aquella época
a la exactitud y a la claridad. Es cierto que los grabados de buena
calidad tienen estas características y son éstos los
que lo convierten en un medio idóneo para reproducir dibujos
y pinturas en forma exacta. El afán por la claridad llegó
a tal extremo que Abraham Bosse estipuló en su tratado sobre
los aguafuertes, que publicó en 1645, que éstos deberían
parecerse a los grabados a buril. Fue Rembrandt quien eliminó
la primacía del grabado sobre el aguafuerte al convertir
este último en un medio artístico digno.
Rembrandt
demostró que se podía utilizar el arte del aguafuerte
para plasmar ideas espontáneas y que era apropiado para experimentos
técnicos. Contrariamente a los grabados rígidos de
sus contemporáneos, en los que parecía excluida cualquier
expresión de individualidad, en su obra está cada
vez más presente su toque personal hasta convertirse en el
elemento plástico más determinante.
Los
aguafuertes de Rembrandt deben haber causado gran sensación.
Fue inevitable que los demás artistas se interesaran en su
obra. La influencia de Rembrandt se aprecia en un principio en la
obra de los artistas de su entorno, pero ya en 1648 hubo un artista
italiano llamado Castiglione, que hizo una serie de trabajos inspirados
en la serie de cabezas orientales en la Europa Mediterránea.
Generaciones de artistas le secundarían. Recientemente un
grupo de renombrados artistas holandeses ha realizado como homenaje
unos trabajos inspirados en la obra del maestro. La influencia de
Rembrandt es amplia, los artistas tan recurridos a su obra por varios
motivos. Tomaban prestadas composiciones o parte de ellas, imitaban
su estilo de dibujo, se inspiraban en sus motivos y temas o se apropiaban
de su técnica. Para todo este grupo de artistas del que formaban
parte Picasso y Goya, la obra gráfica de Rembrandt constituía
una fuente de inspiración a la par que un punto de referencia.
El Museo casa de Rembrandt, ubicado en la casa en la que Rembrandt
vivió durante más de veinte años, es el único
museo del mundo donde se expone permanentemente la obra gráfica
de Rembrandt. Desde su apertura en 1911 el Museo ha acogido centenares
de miles de personas del mundo entero que han podido conocer sus
trabajos. Ed de Heer, Director del museo Casa de Rembrandt.
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