Nicolás Lodeiro feliz: la promesa ya es una realidad
"Quería que la gente viera por qué el maestro me había citado", dijo la figura celeste de 19 años
DANIEL ROSA
"Mirá quién es: Lodeiro. ¡Qué bien jugó la otra noche!". "Nico" estaba sentado en la escalinata de la Facultad de Arquitectura tomándose las fotos. Los estudiantes y profesores salían y se paraban a observarlo. Él trataba de concentrarse en salir bien para que todo terminara rápido. "No me gustan estas cosas. Soy muy tímido", decía con una sonrisa nerviosa.
Atrás quedó la vida en Paysandú y hoy disfruta de un gran presente. Consolidado ya en Nacional, el miércoles debía dar su examen más importante, el de ser el conductor que la selección nacional tanto necesitaba para llegar al Mundial. Y pasó con excelente nota. A los 19 años, la gran promesa del fútbol uruguayo pasó a ser una realidad que la Celeste seguramente disfrutará en Sudáfrica.
"Nooo. Falta mucho todavía. Ojalá me toque estar, pero no siento que tenga ganado un lugar", dice con total humildad. Es cierto, fueron sólo dos partidos los que jugó, pero tuvo su noche consagratoria ante un Centenario repleto. Y eso que la tuvo que pelear, porque debía despejar las dudas que habían dejado su debut en el partido de ida. "No había jugado como quería en Costa Rica. Yo mismo me había dado cuenta que no me habían salido las cosas y quería revertir eso. Y más que éramos locales. Quería que la gente viera por qué el maestro me había citado. A mí no me lo regalaron y quería demostrar con la Celeste lo que venía haciendo con Nacional. Por ahí, algunos me preguntaban si estaba nervioso o preocupado, pero no, yo estaba muy tranquilo porque tenía mucha confianza en mí y sabía que todo iba a salir como quería. Uruguay tenía que estar en el Mundial sí o sí y son esta clase de partidos los que marcan a uno. Por eso es que trato de responder en estos encuentros más que nunca".
Y vaya si lo hizo. Fue figura y pico con enganches, apiladas a toda velocidad, pases, remates y una constante disposición a poner en práctica su explosión cuando tomaba la pelota. "Había muchas cosas que estaban dando vuelta y yo quería sacármelas de encima y demostrar por qué me habían citado", insiste. "Estoy feliz. La noche que salí campeón uruguayo y la del otro día me dieron la alegría más grande de mi carrera. La verdad es que hoy siento una tranquilidad inmensa, aunque dura poco, porque ya hoy (ayer) me metí en Nacional, con el que tenemos una final el domingo ante Danubio". Y no miente.
Luego de haber sido fundamental en la obtención del boleto para la Copa del Mundo, en vez de irse a celebrar con el resto de sus compañeros a un boliche prefirió irse a dormir temprano. "Tenía que ir a entrenar hoy". A las cuatro de la tarde ya estaba en el Parque Central para realizar ejercicios regenerativos porque quiere estar pronto para jugar en Jardines del Hipódromo.
Dice que le gustó la polémica versión del Himno Nacional, pero reconoce que fue larga. No obstante, le sirvió para repasar con detalle lo que veían sus ojos. "Ver el estadio lleno no sólo era motivante, sino que a mí por lo menos me erizaba la piel", dice, y asegura que "la reacción de la gente fue espectacular. En estos momentos es en los que más trato de disfrutar. Esta clasificación al Mundial fue un alivio por cómo se dieron las cosas y el partido. Con el Centenario lleno, cuando el juez pitó el final fue una paz interior impresionante. Fue quizá la noche en la que más descansé después de un partido".
Experiencia. Con 19 años ya jugó un Mundial juvenil, es titular indiscutido y conductor de un grande como Nacional y tiene dos Libertadores arriba. Ese bagaje acumulado fue fundamental. "Sentí los nervios de todo partido, con ese cosquilleo en el estómago, pero me sirvió la experiencia que había recogido en la Libertadores con Nacional, porque si por ahí me hubiera tocado jugar mi primer partido ante un estadio lleno de repente hubiera sentido la presión de la gente. Ya había jugado contra Estudiantes acá y afuera y contra Palmeiras; me había tocado estar en estadios repletos con gente en contra y me sentí muy cómodo. Hay veces que la gente trata de dominar el partido y en realidad somos nosotros los que debemos hacerlo, ya que entrar en el `vamos, vamos` del hincha nos juega en contra. Por eso la experiencia recogida, de saber escuchar a la gente en los momentos justos, fue fundamental".
Lo que jamás perdió de vista "Nico" fue que la clasificación a Sudáfrica era ineludible. "Si no íbamos al Mundial era un fracaso. Esta era una oportunidad que no podíamos dejar pasar, porque teníamos todo a favor. Si bien empatamos, lo importante era ir al Mundial. Yo diría que era fundamental porque significaba la coronación de un gran año para el fútbol uruguayo, porque la Sub 17, la Sub 20 y ahora la mayor clasificaron a sus mundiales, con Nacional terminamos entre los cuatro primeros de la Libertadores y River llegó a las semifinales de la Sudamericana. Además, hubiera sido el segundo Mundial consecutivo afuera, que para una selección campeona del mundo es un desprestigio".
Luego del entrenamiento y de las fotos, lo esperaban en la intimidad de su apartamento para ver el partido entre River Plate y Liga de Quito sus padres, Alfonso e Isabel, quienes habían viajado desde Paysandú para verlo jugar en vivo y en directo con la Celeste grande luego de seguirlo hasta Venezuela y Egipto para apoyarlo en el Sudamericano y Mundial Sub 20. Pero ahí, intangibles pero en el recuerdo vivo, estaban junto a "Nico" los que estuvieron en las buenas y en las malas. "La verdad es que me llamaron muchísimos amigos en estas horas, pero lo más importante fue que también habían estado antes, cuando en Costa Rica no me fue bien. En todo momento estuvieron presentes ellos, mi familia, mi novia, la familia de ella. Toda la gente que me conoce estuvo siempre conmigo".
Nicolás Lodeiro ya no es promesa, sino realidad. Lo disfruta Nacional y, sobre todo, Uruguay.
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