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EL ANÁLISIS por Jorge Savia
El clásico da gusto y es doloroso
Un mediodía en Los Céspedes y otro en Los Aromos. Un par de horas en cada una de las concentraciones. Pasando el rato. Conversando con Eduardo Acevedo y Diego Aguirre, como antes, sin el apuro de los modernos formatos de las entrevistas "express", después del entrenamiento e, incluso del almuerzo, casi como de sobremesa, a solas. Y también hablando informalmente, como para ponerle aderezo a los saludos, con los más viejos conocidos, como Lembo, Gustavo Varela, "Ojota", Darío, Diego Alonso o el "Tony".
Un par de horas mirando rostros, gestos, actitudes. Hasta que, al cabo, la conclusión duele: ¡qué distensión, hasta qué paz interior, qué transcurrir sin miradas torvas ni caras hoscas reina en los "bunker" de aurinegros y tricolores.
Es decir, la realidad de los protagonistas del clásico es diametralmente opuesta a esa otra que, paradójicamente en torno a ellos, hay que afrontar, -y prever- como si fuera un infierno, por la insanía mental de unos pocos, con el marco de 800 policías, ómnibus de los equipos con custodia y hasta un helicóptero. Da gusto y, a la vez, es doloroso.
Ovación digital
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