ALEXANDER LALUZ
A varios años de su actuación en Uruguay, Paco Ibáñez regresa con su encendida vocación por la poesía hispana para un único concierto, esta noche a las 21, en el Plaza.
Quevedo, García Lorca, Alberti, Goytisolo, Biedma, Manrique, Garcilaso de la Vega. También Georges Brassens, Alfonsina Storni. Ellos son algunos de los poetas que siguen cobrando vida en la voz y la guitarra del artista valenciano, que devino ícono y emblema de varias generaciones, y que hoy estarán en el repertorio de un concierto que se escuchará y se cantará de memoria.
Ya a mediados de los `60, Ibáñez se había asumido como "un repartidor de quevedos". Y de ese camino no se ha apartado. La poesía es una brújula que no se abandona por caprichos de las modas, y "las que se han convertido en canciones son como diamantes, son inusables… no hay nadie que pueda hincarle el diente a eso; no hay americanos ni rusos que puedan con eso", dijo a El País desde una calurosa Barcelona, donde, recalca, sigue descubriendo al mundo.
Antes de llegar a Montevideo, Ibáñez desembarcó en Buenos Aires, junto a los músicos César Strosccio (bandoneón) y Carlos Padula (guitarra). La recepción del público borró los años de la ausencia para recuperar la misma emoción de su primer arribo al Sur.
Aquel debut fue en el teatro Ópera, en 1971, "y siempre me acuerdo que eso fue un estruendo, una bomba atómica. Venía de París, de hacer varias funciones para más de mil personas, o sea que ya estaba curtido. Llego allí, salgo al escenario y se oyó como un estruendo, como una gran explosión, que me paralizó de verdad… me quedé sin respiración. Por eso digo muchas veces que en Buenos Aires comencé por la segunda canción… no pude hacerlo por la primera. De verdad, tuve que dar unas vueltas y respirar porque no podía… me sorprendió el recibimiento, fue impresionante". Luego, la experiencia en Montevideo no fue diferente. Un encuentro intenso, profundo con un artista que no concede margen alguno al facilismo, y que por esa condición su arte ha calado en el imaginario de tantas generaciones, más allá de diferencias en lo ideológico o político.
Esta noche la experiencia no será diferente. A los 75 años, Ibáñez sigue cortando el aire con la misma voz áspera, de barítono, y vehemencia en su juventud: "lo que me importa es que esa canción se quede en el corazón de la gente". Y serán aquellas que nacieron de los descubrimientos de los grandes poetas hispanos, en tiempos de juventud, en París, cuando el "olor a cuadra" de una adolescencia en el campo fue trocado por los versos, las canciones de Brassens, y aquel primer repertorio que dio forma, en 1964, al ya legendario disco Paco Ibáñez 1. Pero también de sus últimos trabajos: Paco Ibáñez canta a los poetas andaluces, el más reciente, o Paco Ibáñez canta a José A. Goytisolo, de 2002, Oroitzen, de 1998, otro clásico: A galopar, un disco doble de 1992.
Como él dice es recorrer por la poesía hispana mayor "y las vidas de los que allí estén" y sus memorias.