Educar es la consigna de los rugbistas

El deporte de la ovalada atrae a un público que está habituado a compartir un espectáculo divertido, alegre y agradable.

La mayoría de los espectadores sienten que la conducta colectiva condiciona muchas veces sus propias actitudes civilizadas, para dar cabida a gritos destemplados, crispaciones de puños o insultos. Todo esto, en la mayoría de los casos, pone al descubierto sentimientos reprimidos como consecuencia de factores foráneos al mismo espectáculo del cual se participa.

El rugby no está al margen de esta situación, aunque en menor proporción, gracias al carácter formativo que se impone en las categorías inferiores. Pero todo esto se puede perder si no se continúa en la difícil tarea de formar hombres que se integren a la sociedad sin caer en esos gritos estridentes, saltos histéricos y cantos agraviantes con que se pretende romper el orden establecido.

Para jugar al rugby se necesita un rival, pero nunca un enemigo, por el solo hecho de tener puesta otra camiseta. Es un deporte para compartir dentro de reglas muy claras y quien no las respete mejor que se aparte del mismo.

El Dr. Julio César Maglione, presidente del Comité Olímpico Uruguayo, participó como disertante de un Taller a Dirigentes de Rugby donde, entre otras cosas, destacó la conducta y el buen ejemplo del rugby.