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Sufrimiento | Debutará este domingo pero se pone nerviosa en lo previo
SILVIA PÉREZ
Vilma, la mamá de Sergio Blanco no fue nunca a ver un clásico. Esta tarde será su primera vez. La titularidad de su hijo así lo amerita.
La mujer, apicultora de profesión, ha acompañado siempre a su hijo, desde el baby fútbol cuando jugaba en "Los Magos" y en el "Carlitos Prado" antes de llegar a Wanderers. "Voy siempre, salvo que esté con problemas de presión, porque a veces, sobre todo en invierno, entre el frío y los nervios me sube la presión. Pero nunca había ido a un clásico, había dicho que iba a ir a ver un clásico el día que mi hijo fuera titular. Y llegó", contó Vilma que está segura que gana Nacional. "Le tengo mucha fe. Lo veo muy motivado a él. Para mí gana Nacional 2 a 0 y mi hijo hace uno de los goles".
Vilma quería que su hijo estudiara, pero de un día para el otro se encontró con que se había convertido en futbolista. "En la familia lo que queríamos era que estudiara y que estudiara. De repente fue a Irlanda con la selección y cuando quisimos acordar ya era un futbolista. Nunca pensamos que se iba a dedicar al fútbol. Jugaba desde niño, pero lo teníamos como un deporte para que se distrajera y nada más. Siempre jugó de delantero, era una pulguita corriendo y haciendo goles. ¡Era divino verlo!"
Se pone muy nerviosa en los partidos y para calmarse apela a sus creencias. "Lo que más me cuesta es lo previo, después que empieza el partido me tranquilizo. Salvo que vea que el cuadro no funcione o a mi hijo no le salgan las cosas. Pero en lo previo me enloquezco, por eso vivo rezando. Rezo y rezo. Soy muy devota de la Virgen de Lourdes y de San Pancracio. Y cada vez que Sergio viaja me trae algún santo o nuevo y yo siempre pidiendo para él".
Vilma suele hacer promesas a la virgen y si se da lo que pidió, por lo general algún gol de su único hijo, las cumple. "Voy a la Gruta de Lourdes y ayudo a los que están allí pidiendo o llevo surtidos de alimentos al Cotolengo Don Orione, que mucho lo necesitan. Lo que no me gusta es llevar velas o esas cosas inútiles, prefiero ayudar a la gente", relató.
Las cábalas también están a la orden del día en la vida de Vilma. Una vez, cuando su hijo aún jugaba en Wanderers, llevó un buzo rojo y luego no se lo sacó más por el resto del campeonato. "Lo peor es que el rojo no me gusta nada, pero esa vez mi madre me había dicho que había que ponerse algo rojo y le hice caso. Como ganaron no me lo pude sacar más", dijo riendo la mujer que debutará esta tarde en un clásico. Irá con su nuera Natalia, su nietito Joaquín, de dos años, y su consuegro.
Ovación digital
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