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EL ANÁLISIS por José Mastandrea
A Bernd Schuster le dieron un patadón en el trasero. Lo mató la sinceridad. Sólo un alemán pudo haber dicho lo que dijo: "Ahora mismo es imposible ganarle al Barcelona en el Camp Nou. Está arrasando. Vamos a intentar hacer un buen papel", sentenció en la conferencia de prensa del Real Madrid tras la derrota que había sufrido (4-3) con el Sevilla.
"Las palabras de Schuster no han influido", afirmó Pedja Mijatovic, director deportivo de los "merengues". Mentira. Ni él se lo creyó. Pero es entendible. A Schuster le hubiese pasado lo mismo en cualquier parte del mundo menos en Alemania donde la sinceridad parece respetarse a rajatabla.
Es que los clásicos son clásicos y no hay vuelta de hoja. Son partidos que marcan, deciden, influyen y trazan una línea invisible entre ganadores y perdedores.
¿Se imaginan a Mario Saralegui diciendo "es imposible ganarle a Nacional en este momento, nos lleva cinco puntos de ventaja y anda muy bien?" Hubiese creado un sismo.
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¿Y lo ven a Gerardo Pelusso diciendo "es imposible ganarle a Peñarol, hace mucho que no pierde con nosotros y está en racha?" También hubiese sido un terremoto y los dos hubiesen terminado como Schuster: con una patadita en la cola.
A veces las mentiras son necesarias. ¿O no?
Ovación digital
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