"Palo y palo", tal como corresponde en un campo de golf

DANIEL ROSA

"Pah, tengo las piernas que lloran". Luego de una hora y media de "paliza" en el campo de golf del hotel Sheraton, enclavado en la zona de la Real de San Carlos, Roberto Brum enfilaba descalzo hacia el ómnibus que trasladaría a la delegación hacia el hotel Days Inn, distante unos nueve kilómetros del lugar.

Entre las 8.45 y las 10.15 el profesor Javier Carballo marcó los ejercicios, sobre una espectacular alfombra verde formada por los tees, los fairways y los greens de la cancha de nueve hoyos, en la que un par de huéspedes extranjeros hacían su recorrido a puro palo. No menos palo fue el que recibieron los hasta entonces 18 jugadores de la delegación, a quienes les marcaba el paso el otro "profe", Fernando Cal, quien hizo las tres pasadas de unos dos kilómetros cada una junto a los futbolistas.

"Estoy muerto y lo peor de todo es que esto recién empieza", confiaba el juvenil Diego Rodríguez, quien realiza su primera pretemporada con el equipo principal, un rato más tarde, ya luego de haber hecho piscina, descansado y mientras esperaba ansiosamente el almuerzo luego de una mañana con trabajos desgastadores. Trabajos que los jugadores saben se ven reflejado después.