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EL ANÁLISIS por Jorge Savia
Un técnico argentino viene a Wanderers: Salvador Capitano. Conocido de nombre, pero -al menos por uno- no por su trabajo.
Lo primero que viene a la mente, entonces, es el pensamiento de "que le vaya bien". Por lo expresado antes, por Wanderers. Hizo una apuesta, al fin y al cabo.
Lo otro son algunos recuerdos de técnicos argentinos que pasaron por el fútbol uruguayo y el registro de que, en mayor o menor medida, cada uno con lo suyo, la mayoría fueron folklóricos, verdaderos personajes.
El "Flaco" Menotti fue uno, claro. Dentro de ese encuadre -Passarella y Basile eran más formales- quizá pasó con el estandarte. Pero hubo otros, como Miguel Basílico, por ejemplo, que resultaron inefables.
Había sido zaguero. Tan recio como la voz grave con la que hablaba. Pero amable. Simpático. Entrenaba a los arqueros pateándole él mismo, descalzo, desde afuera del área. Y terminaba las prácticas con los empeines hinchados. Además, cuando agarró Bella Vista, la pareja de backs eran Revelez y Ferrari. Altos. Anchos. Hacían fouls con la mirada. Sin embargo, antes de los partidos Basílico les pedía: "¡Felipe! ¡Juan! ¡No se afeiten, déjense la barba muchachos, que así parecen más malos!"
Era una táctica.
¿Y vos qué decís?
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