Más que el mejor: un espejo

Verón ha sido electo por segunda vez consecutiva como el mejor jugador de América.

¿Qué decir, ante esta nueva consagración de "La Brujita", que no se haya dicho, o no se sepa? Nada. Si acaso, la expresión más concluyente acerca de su técnica, su clase, su estirpe, su personalidad, y también su adhesión al club donde nació futbolísticamente, como quizá no se encuentre una igual entre ningún otro jugador y entidad del mundo entero, es la abrumadora e histórica superioridad que el argentino estableció sobre quienes compartieron el segundo puesto: el chileno Humberto Suazo y el ecuatoriano Edison Méndez.

Nunca antes, en 24 ediciones de la encuesta "América y Europa le responden a El País", nadie -por más calidad y relumbrón que tuviera- ganó, sobre un total de más de 400 votos, por 45 de diferencia.

Las palabras, pues, huelgan. Es que el embrujo de Verón, adentro y afuera de la cancha, obra como un imán, empezando porque se trata de un gran y vivificante ejemplo.

Además del mejor, es un espejo donde se refleja una imagen estelar, límpida, ante la que era muy difícil permanecer indiferente.