Maestro de la vida
Con la misma expresión de sus ojos grandes y
celestes con que Guillermo nos enseñaba a analizar
o desentrañar los elementos formales de una obra,
con ese mismo espíritu de observador y escucha
interesado, analizaba y explicaba en sus cálidas
y brillantes charlas las circunstancias del mundo, la
vida, la política o el tema que fuera. Estudiaba
y decodificaba las determinantes de un hecho, cosas,
circunstancias y personas mas allá de juicios
de valor y explicaba los resultados o acontecimientos
de la misma forma que el ojo avezado sabe sobre la función
que va a cumplir o cumple un punto, una mancha, una
línea, un ritmo, repetición o simetría.
Así era su crónica de la vida y de esa
manera podía explicar hechos, acontecimientos,
actitudes, reacciones y conductas de los personajes
o personalidades más rechazados, controvertidos
y antitéticos de la historia o del mundo actual.
Era un estudio abstracto que prescindía de la
valoración de tema o contenido y donde el objeto
era lo de menos. Porque Guillermo también pintaba
y dibujaba con la palabra. Su capacidad de análisis
no era puro ejercicio sino que la aplicaba en provecho
propio ya que le permitía saber cuánto
le costaría en su tiempo vital, de artista, creador
y cronista vocacional cada opción con la que
se comprometía. Esa sabiduría fue la que
le permitió mantener una vida ajustada a sus
valores sin dejar de participar del mundo en que vivía,
ese mundo que supo hacer pasar por su taller durante
años sin interrumpir ni por un momento el diálogo
permanente con el papel y el lápiz, ni variar
un ápice las conclusiones de lo que era dable
aceptar respecto a lo que la sociedad ofrece. Simultáneamente
con sus enseñanzas de las disciplinas plásticas
Guillermo nos dejó con su ejemplo esa manera
de analizar, elegir y disponer de los elementos que
la vida nos propone de manera tal que cuando debamos
tomar una decisión en el campo que sea, no se
nos desbalancee el cuadro.
Milton Sagrada.
Discípulo y amigo.
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