"Los helicópteros son, después de los Harrier, los aparatos más complicados de volar; mucho más que los aviones civiles, y a mí me apasionan, como creo que le ocurre a muchos pilotos", le contó Daniel Ferrere a El País en enero de este año, en una nota que relataba la pasión de muchos ejecutivos por los helicópteros.
El abogado aseguró que el recurso del helicóptero no es una cuestión de "estatus" sino que se explica por "la rapidez, comodidad e independencia" que le brinda al empresario que llega a veranear a Punta del Este.
"Por esta zona hay muchos helipuertos privados en chacras o estancias; el escultor Pablo Atchugarry tiene uno, por citar un ejemplo. De modo que trasladarse en helicóptero por el interior del departamento es más fácil y rápido que hacerlo en automóvil", afirmó.
"A mí me invitan a almorzar en Buenos Aires y yo estoy en dos horas. Salgo en el momento que quiero y me evito las complicaciones y las esperas en el aeropuerto", relató. Ferrere explicó que el uso de helicópteros "tiene un fin comercial" por encima de todo. No se trata de un capricho de verano.
"Yo alquilo el helicóptero; lo he alquilado a personas que deben trasladarse al interior del país por motivos laborales o de negocios".
En aquel momento, se decía que Ferrere evaluaba un "trueque" de aeronaves con el argentino Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat: "Yo conozco muy bien a Rattazzi, es un gran piloto y como sabe que a mí me gusta volar me ha prestado algunos días el suyo para que lo pruebe. No sé si voy a cambiárselo o no, todavía no lo he decidido; pero no es un mal negocio, para nada. El Bell de Rattazzi es bastante más caro que el mío".