Se lo reconoce por haber concretado una manera personal de escribir y por usar un lenguaje que se conecta con el público juvenil. Las obras del dramaturgo alemán Lutz Hübner se caracterizan por contener una crítica social que habla de jóvenes sin ideales, que se encuentran en el umbral de la edad adulta, de sus preocupaciones u obsesiones, de sus angustias ante un futuro incierto.
Hoy sube a escena un título de él, interpretado por Julio Calcagno y Mauricio Chiessa. Es "Corazón de boxeador", que dirigido por Jorge Denevi propone un mano a mano entre un actor veterano y uno joven. "En esta obra, el planteo es el encuentro de dos generaciones completamente distintas, donde se ve la lejanía pero también la cercanía de esos dos personajes. La obra habla de mucha cosa, abarca la soledad, la muerte -quizá próxima-, la amistad, y creo que más allá de todo es un canto a la vida y a seguir peleándola más allá de todo", adelantó Calcagno a El País.
"Mi personaje tiene casi 75 años, y el chiquilín es un drogadicto, que lo mandan a hacer tareas comunitarias: le tiene que pintar la habitación donde vive el viejo, en un geriátrico. Y de esa confrontación va a surgir una relación muy interesante, en la que al final el viejo de alguna manera adopta al joven, dándole consejos, enseñándole a boxear, pero más que eso, enseñándole a comportarse en la vida. Todo esto termina con un gran acercamiento entre esos dos personajes: es una obra muy emotiva", sigue el veterano intérprete.
"El espectáculo boxístico tiene un gran parentesco con una obra de teatro. Tienen mucho en común: esa luz cenital, que pica en el ring, la relación de los boxeadores con su manager, que tiene mucho que ver con la del director. A mí el box me atrae mucho como una cuestión estética".
"Corazón de boxeador" estará en el Teatro del Notariado, viernes y sábados a las 21 horas y domingos a las 19 horas. Entradas: $ 230.
Carlos Reyes
-¿Cómo es estrenar una obra como ésta en relación a cuando usted estaba en la Comedia?
-Es difícil: en la Comedia las cosas se me brindaban fácilmente. Las dificultades fuera de la Comedia son muy grandes, cosa que a veces tenía un poco olvidada: en ella teníamos todo servido en bandeja, y acá hay que pelear la sala, los horarios. Pero igual, estoy muy conforme.
-También habrá cosas a favor...
-Y bueno, mitad y mitad, porque fuera de la Comedia hago lo que quiero, que elijo los textos, y en la Comedia no es así. Todo tiene sus pro y sus contras. Las diferencias son obvias, pero todo se subsana.
-¿Tiene usted predilección por interpretar tipos uruguayos?
-Yo que sé, no sé si es un defecto o una virtud. Hace años hicimos en la Alianza Francesa una versión de Peer Gynt, y una crítica decía que yo era un gran actor, pero demasiado uruguayo. Yo lo tomé como un elogio, no como una crítica: y un poco es eso. Adapto un poco los personajes a mi sinceridad, a mi forma de ver las cosas. No me gustan mucho las composiciones, me gusta mucho trabajar de adentro.
-¿Se está desdibujando el actor de sainete?
-Probablemente, pero hay una nueva generación, que no sólo disfruta mucho, sino que tienen una gran espontaneidad. Y eso es muy importante, porque todo se hace más creíble. Se saca la palabra "teatralidad", para vivificar las emociones. Pero esta respuesta no la puedo dar: también hay actores impresionantes, de la vieja guardia, que siguen marcando escuela.
-¿Cuando usted estaba en la Comedia, sentía que tenían suficiente autonomía?
-Cuando yo entré, el elenco de la Comedia era prácticamente dueño de la situación, en el sentido de que elegía el repertorio. Siempre se estuvo desde tiempos inmemoriales, luchando contra la burocracia de la IMM, y había problemas con la plata y ese tipo de cosas. Estuve 15 años en la Comedia, y mi balance es que me llamaron para entrar en el momento justo, ya veterano, con 60 y pico. Si yo hubiera entrado joven, como en un momento se barajó, no hubiera podido hacer la carrera que hice, con algunos títulos que son importantes. Entré en el momento justo de madurez, y el balance fue muy bueno.
-¿Se siente más próximo al teatro independiente?
-Ni oficial, ni independiente. Me siento próximo a todo. Yo me adapto a todo, en mis inicios trabajé en el Circular y en varios lugares, pero nunca pertenecía a un grupo. Yo soy de la idea, por mi idiosincrasia, de ocuparme de la profesión: y lo otro, lo administrativo, lo de conseguir esto o aquello, siempre me paspó. No servía para eso, entonces me circunscribía a lo mío.
-¿Prefería mantener una distancia?
-Prefería mantener una distancia. Siempre prefería estar en mi casa esperando que me llamaran, y afortunadamente siempre me llamaron. Por mi forma de ser, no sé integrarme a un complejo de actores, no tengo visión para eso.
-¿Cambió mucho el público con el tiempo?
-Cuando empecé, y de eso hace 50 años, el público era más receptivo, se hablaba mucho con la gente, eran fanáticos del teatro. Pero el teatro cambió como todo el Uruguay: estamos hablando de otro Uruguay. Creo que estamos viviendo en el teatro uruguayo un momento muy bueno, con toda esta movida joven, de actores y directores jóvenes, con un afán de renovación que me parece fantástico. Además es un entusiasmo acompañado de talento: no es el entusiasmo juvenil y nada más.
-¿Cómo recuerda a Margarita Xirgu?
-La tuve de profesora solamente seis meses, en un preparatorio: no le tenía mucha simpatía, era una mujer muy rígida, ya estaba en las últimas. De cualquier manera, era una actriz que no me impresionaba mucho: era una gran actriz trágica, pero demasiado teatral. A mí no me llegaba, pero era una gran profesora. Hay gente de la Comedia que la adora, obviamente, porque les dejó su marca.
-¿Qué profesores lo marcaron en la EMAD?
-Antonio Larreta, Pepe Estruch: todo ese período de cuatro años en la EMAD fue muy bueno, pero lo que más me sirvió fue estar sobre el escenario, haciendo bolos. Yo era muy jodón, me pasaba mucho en la calle. Nací en el Barrio Sur, un barrio legendario donde vivían personajes como para escribir un libro. El protagonista de "La empresa perdona un momento de locura", existía en mi calle: yo lo copié, ahí no fue una creación ni mucho menos. Lo copié, eso no tiene nada que ver con la EMAD, ni con el teatro, eso lo copié, eso lo viví.
-¿Qué fue lo que aprendió haciendo bolos en la Comedia?
-Aprendí la actitud, el profesionalismo y más que nada, la forma de trabajo. Yo los copiaba a todos, la técnica de ellos, cómo trabajaban conjuntamente con el apuntador, cosa que en este momento hablar de apuntador es mala palabra. Recuerdo especialmente a Candeau, paternal, un artista que no tenía celos de nada. Alberto era un actor de primera línea pero también era un señor, en toda la palabra. Recogí vivencias humanas que me marcaron incluso más que las vivencias artísticas.