El respeto cambia según la persona

MATÍAS CASTRO

La columna de ayer se llamó "La vida privada nunca será privada" y trató sobre el caso de Juana Viale y la brutal reacción de la prensa en torno a su historia. Angelina Jolie, que hace un tiempo dijo que debería haber una ley anti paparazzi, ha vivido algo parecido a esta situación, con periodistas de todo el mundo acosándola en diversas circunstancias. La gran diferencia está en que en su caso, cuando no hay noticias, se ha inventado mucho. En el de la argentina no hay invenciones, sino más bien una historia real que salió a la luz por un informe de la revista Paparazzi.

Tras la revelación de su amorío con Martín Lousteau, Viale desapareció de la vista del público e hizo una sola declaración cuando pidió que respetasen su intimidad y las alternativas que vivía con su pareja. Por supuesto que nadie la respetó. Y así hemos visto que en estas semanas han salido docenas de datos sobre ella y lo que le ocurría.

Tras la pérdida de su embarazo, el miércoles pasado, buena parte de lo que ocurrió se hizo público. Extraoficialmente, por supuesto. Mientras ella y su familia han permanecido en una clínica (al momento de escribir esta columna todavía estaban allí), lejos de la vista de todos, el resto del mundo se enteró de prácticamente cada cosa que le había ocurrido y revivió el minuto a minuto de la muerte de su hijo. Precioso todo, pero queremos más. La obligación por informar se confunde con la falta de respeto hacia una persona. Las reglas cambian en función del lugar que se ocupe. Si nuestra hermana pierde un hijo estaremos de acuerdo en respetar su privacidad y dejarla tranquila. Si Juana Viale pierde un hijo tenemos que avalanzarnos sobre ella buscando la mayor cantidad de exclusivas posibles, incluso una imagen del feto, si fuera posible (¿alguien duda de que hay medios capaces de publicar algo así?). Aquí no hay reglas, solo competencia disfrazada de ética periodística.