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Elvio E. Gandolfo
A ESTA ALTURA es una leyenda y hasta un mito de la literatura, a pesar de basarse en datos reales: en 1816 un grupo de ingleses ocupó la villa Diodati, junto al lago de Ginebra. Entre ellos se contaban el poeta Percy Bysse Shelley, su esposa Mary, lord Byron, Catherine Clairmont (que esperaba un hijo de él, y negaba el rechazo evidente de Byron) y el Dr. John William Polidori, contratado por Byron. Ese pequeño grupo, trabajado por tensiones abundantes (Mary, por ejemplo, hubiera querido librarse de Claire, que no se despegaba de Shelley), era culto, muy lector y con inquietudes políticas avanzadas para la época. Una noche, después de una lectura de relatos fantásticos, se plantearon el desafío de crear monstruos propios. El más exitoso y perdurable, por lejos, fue el monstruo del Dr. Frankenstein, inventado por una Mary Shelley de apenas 19 años, en una extensa novela. El otro, el mito del vampiro, aunque el texto de Polidori era un relato breve que influyó poco. Los dos, el monstruo creado de retazos humanos y vivificado por la electricidad de los rayos, y el sediento consumidor inmortal de sangre humana, desencadenarían cientos y hasta miles de imitaciones en los años transcurridos desde entonces.
EL DIARIO DE VÍCTOR.
El sello Edhasa acaba de difundir El diario de Victor Frankenstein, última y voluminosa novela del polígrafo y narrador inglés Peter Ackroyd, y La noche de los monstruos, cuya edición está a cargo de Ángela Pérez.
La novela de Ackroyd, muy extensa, no se cuenta entre las mejores del autor. Como lo demostró de sobra hace poco con su biografía sobre Dickens, hay pocos autores que dominen mejor el contexto de Londres, la enorme ciudad a partir de su explosión demográfica en los siglos XVIII y XIX, que la llevó a los varios millones de habitantes y a los laberintos de los que terminaría por surgir la sociedad victoriana y sus contradicciones extremas. Ese aspecto está cubierto con gran solvencia por la novela, mientras el forastero Frankenstein va contactándose con los "resurreccionistas" (o desenterradores de cadáveres) que le suministran la materia necesaria para sus experimentos. A partir de la creación del monstruo, éste reacciona con violencia extrema, y se dedican unas cuantas páginas a sus propias declaraciones.
El relato avanza un poco a los tumbos, intercalando las descripciones minuciosas de paisajes y ambientes con los estallidos de acción o los monólogos explicativos o filosóficos. Tal vez el punto más débil resida en el cierre del "caso" (en inglés el libro no es un diario sino un "casebook"), que se define por una vuelta de tuerca tan brusca como frustrante. No hay que revelarla. Pero sí en todo caso avisar que los cientos de páginas anteriores valen la pena por la abundancia de los datos de época, y el clima entre frenético y filosófico en el que se mueven los personajes.
LA NOCHE JUNTO AL LAGO.
La selección de materiales que preparó Ángela Pérez se muestra mucho más rendidora. Ante todo, cuenta con una nueva traducción de la novela de Mary Shelley, completa. No viene mal recordar hasta qué punto la imaginación de aquella auténtica "mujer de letras" supo armar una estructura memorable, llena de ideas y de saltos, tanto textuales como geográficos.
La originalidad de esta selección de Edhasa reside sobre todo en un conjunto de materiales recogidos al final: cartas, diarios y datos adicionales. Los que tienen que ver con Polidori testimonian hasta qué punto Shelley ya había vivido antes situaciones semejantes a las que le provocaron la muerte (una violenta tormenta sobre el lago, mientras lo navegaban juntos). En cuanto a Byron, le da una serie de indicaciones a su editor para que no le pase noticias sobre él desde Inglaterra, ni buenas ni malas, para no hacerle perder el tiempo ni la calma. La orden indica hasta qué punto su conducta tenía un gran potencial de escándalo, incluyendo un probable incesto. El doctor Polidori, por su parte, cuenta que percibía cierto desdén por parte de quienes lo rodeaban. El más conmovedor es el diario de Mary Shelley, en momentos en que perdía la primera de sus tres hijas. Además queda en evidencia que su equilibrio la hacía mucha más madura que Shelley, con quien había huido de Inglaterra, dejando atrás a una esposa del poeta, que se suicidó.
El peso pesado literario del volumen lo lleva su gran novela. Pero el conjunto de textos adjuntos, más una serie de prolijas biografías de cada implicado, y una cronología final, asombran al reconstruir un mundo que se renovaba y destruía a sí mismo sin cesar. En él las invenciones de la imaginación y el modo en que la ciencia se tocaba con la superstición o la seudociencia (electromagnetismo, espiritismo) en muchos de sus avances creaban una tensión peculiar. Esa ebullición hacía que la escritura de la época fuera difícil de dividir en niveles. Se mezclaban los recursos del relato gótico o fantástico más intenso con diarios, noticias, o relatos enmarcados en entornos muy reales, para mejor crear un espacio verosímil para convencer al lector.
También hay que destacar que el breve texto de Polidori asombra por la fluidez de su escritura, por la manera en que sigue a sus personajes a través de paisajes y medios de transporte distintos (como los que recorría su grupo de amigos), mientras va dejando la huella de su definición del vampiro: inmortalidad y capacidad de filtrarse en todos los entornos, como una especie de virus del mal, tan subyugante como repulsivo. Este bosquejo intuitivo y veloz alcanzaría un grado extremo de evolución más tarde, en el Drácula de Bram Stoker, que consolidaría definitivamente los rasgos de todo un subgénero en 1897, cuando el siglo XIX empezaba a terminar.
Leídos en conjunto, los dos libros comparten muchos de sus personajes, tanto reales como imaginarios. Aunque por cierto es más directa y cargada de voltaje la lectura de los textos imaginarios fundadores que el pastiche talentoso pero a la larga un poco fatigante de Ackroyd.
Entretanto, rodeada por personalidades mercuriales y hasta salvajes como Byron y Shelley, la muy dinámica Mary lee a Gibbon, soporta con dolor la primera muerte de una hija, escribe y publica, primero anónimamente, su novela. Más tarde, ya fallecido Shelley, la corrige extensamente en la edición de 1831. A pesar de la guerra sorda con el padre de Shelley, compila y edita además toda la obra poética de su amado, a tal punto que mucho de lo que hoy conocen sus lectores se lo deben a ella.
EL DIARIO DE VÍCTOR FRANKENSTEIN, de Peter Ackroyd. Edhasa, 2012. Barcelona, 441 págs. Distribuye Gussi.
LA NOCHE DE LOS MONSTRUOS, de M. Shelley, Lord Byron, y John William Polidori/ ed. Ángela Pérez. Edhasa, 2012. Barcelona, 443 págs. Dist. Gussi.