Un cine con sangre

Este es un rodaje salvaje. La locación central de la película Dios local es una mina de oro. Ya no se explota, sus habitantes son cientos de murciélagos que mientras se filma huyen por los 700 metros de túneles que construyeron a principios del siglo XVIII decenas de esclavos. Fotografiar, dirigir, manejar dos cámaras, conservar los decorados y actuar en pasillos estrechos, bajos, fríos, oscuros, con charcos cada dos pasos y bichos que vuelan encima de tu cabeza, no es para cualquiera. Esto es lo que hace el equipo que lidera Gustavo Hernández para que los sustos de su segunda película sean tres veces más aterradores que los de La casa muda. Es que como dirá uno de ellos, "a la gente del terror no le gusta que le tomen el pelo".

MARIÁNGEL SOLOMITA | FOTOS:IGNACIO BENEDETTI Y MARCOS BANINA

Treinta y dos personas viven circunstancialmente en unas cabañas a pocos metros de este inusual espacio turístico a pocos kilómetros de Minas. La mina de oro tiene dueño y, aunque el año pasado se filmó una miniserie italiana allí, hubo que convencerlo para que permitiera convertirla en el set de una película que quiere meter miedo, mucho miedo. El mérito es de Jean Paul Gaucher, locacionista, y de Ignacio García Cucucovich, productor ejecutivo. "Por lo general me pasan un proyecto y busco un lugar para filmar en función de lo que se necesita. En este caso consideré cuán segura es la mina, que rinda para los planos porque está llena de bifurcaciones y encontramos algunas con buena altura para el tipo de escena que se quiere hacer. También que está cerca de la ruta y de un lugar donde alojarnos", explica Gaucher. "Y mete miedo. La primera vez que vinimos tuvimos un cagazo tremendo", dice su colega un poco sonriente y un poco serio. "Y otra ventaja", sigue Gaucher, "que en este caso la colonia de murciélagos que habita la caverna tiene espacios para escapar".

Cineaventura. "Esto es más difícil de lo que parece", lanza García mientras me extiende un casco amarillo de construcción que dudo en ponerme. Una mirada fugaz a mí alrededor me indicó que era la norma: casi todos los que estaban cerca llevaban uno. A la mina hay que entrar haciendo silencio, aunque es casi imposible no tropezar durante los primeros metros. Hay vigas y alambres en el suelo que solo se ven si la linterna los encuentra. Cada golpe retumba; de todas formas el escenario está bastante alejado de la entrada. El aire allí dentro es puro y fresco. Se camina sobre una tierra firme aunque está mojada y sorpresivamente se convierte en barro. Cada pocos pasos aparece un nuevo túnel. El imaginario que la literatura y el cine crearon de una mina de oro se ajusta a lo que estoy viendo. "Esa es agua cristalina", señala este guía improvisado indicando con la luz tenue unas rocas entre las que se ve agua transparente e inmóvil. En el interior de la mina hay más manantiales naturales, hasta de 20 metros de profundidad, donde se bañan turistas osados y se entrena buceo.

"A mí me interesa producir un cine de entretenimiento. Las bases cinematográficas las tenemos todos, porque la mayoría egresamos de la Escuela de Cine". García egresó de la ECU en 2001, Pedro Luque en el 2000, Gustavo Hernández en 1999, detalla el productor. "Para mí este rodaje es un paso más. Yo vengo de mucha publicidad y fui productor de campo en La casa muda, como ejecutivo es mi primera película y me está gustando muchísimo. Hacer cine de género es accesible. Se trata de tener un guión bien pensado; digamos que la capacidad de poder rodar una película de este tipo depende más del equipo que de la economía."

Dios local comenzó a pensarse hace un año. Para realizarla, García, Hernández, Ignacio Benedetti y Santiago González Mella armaron la productora Madre superiora. "Ignacio también es productor ejecutivo y además es el post productor. Santiago es guionista, yo productor y Gustavo dirige. Creo que así están cubiertas las cuatro patas esenciales para lograr continuidad haciendo proyectos como este". Una productora canadiense, Canespan, invirtió dinero - "es una especie de prueba"-, que permitió arrancar el rodaje que tiene un total de 14 jornadas (la mitad que un largometraje habitual) y se filma en Minas y en Montevideo. La película aplicó al fondo de financiamiento Montevideo Filma.

Para asustarte mejor. "Me encuentro muy cómodo con el momento este de que se haga cine de género en Uruguay. Me encanta que hayan policiales o comedias como Relocos y repasados". El casco que usa Federico Capra sobre su cabeza tiene una linternita y se parece al de un soldado europeo de hace dos siglos. Además viste una remera con estampado de camuflaje. Es el director de arte y mientras responde intenta envejecer un rifle que ya parece bastante viejo. Pone pegamento sobre el metal del arma y coloca hojitas y ramas con mucho cuidado. Detalles imperceptibles para el ojo del espectador pero que permiten que ocurra la magia en el cine, además "me di cuenta que la gente que ama este género sabe mucho de cine y no le gusta que le tomen el pelo: detecta problemas de continuidad, de lenguaje de cámara, exige mucho con el tipo de luces". Dios local es la cuarta película en la que trabaja. En este caso también participó en el guión: "mucha gente metió mano en la historia porque pasa mucha cosa, tiene muchos requerimientos técnicos y eso hace que todas las áreas deban estar muy conectadas a cómo justificar los lugares a los que quiere llegar". Opina que el cine de género, al igual que la comedia, da infinitas posibilidades para desarrollar el arte. Su primer paso es interrogar,"si uno cuestiona mucho al director podés descubrir qué cosas son caprichos y qué tienen que ver realmente con la historia de vida de los personajes. Por lo general la gente de arte es la que entra muy en detalles con los personajes. Cuando tenés que completar las casas, las habitaciones, el auto, incluso el vestuario y el maquillaje, cuando tenés que hacer el mundo de una persona, es esencial saber de dónde viene el personaje, qué música escucha, qué hacen sus padres, qué come." Por eso acostumbra ir a los ensayos con los actores. Habitualmente lo acompaña Caro Duré, vestuarista y algo así como su dupla. "Ella entiende que no se trata de hacer el vestuario y listo. Que esto es un proceso y ese proceso incluye un casting también, además se termina trabajando mucho con el actor porque sino se pueden llegar a lugares donde el mundo que se hizo él se aleja de la propuesta de vestuario". No suele utilizar películas para referenciarse, sino más bien "cosas que vimos o gente que conocemos."

Fuera de la cueva hay una especie de zombie. Un joven fumando, con el rostro pintado entre verde y azul, con el pelo sucio y la ropa desgarrada y cubierta de sangre. "Lleva entre una hora y una hora y media producir a cada actor", aclara. Se acerca su asistente, Javier. Él fue el constructor de la estatua que representa al dios local, el ídolo mitológico que usaban los colonizadores para controlar a los nativos y que los tres protagonistas encontrarán en la cueva. "Nunca antes había hecho nada. Estas son las posibilidades que te da una película como esta, de tirarte al agua, probar y sacar gente nueva, lenguajes nuevos", apunta sin despegar la vista del rifle.

Ellos son los culpables. Gustavo Hernández prometió que demoraba solo 20 minutos rodando planos detalle pero van muchos más. Por la pequeña entrada a la mina sale una chica y llama a Gabo, el perro actor para que vaya al plató. Son casi las cinco de la tarde y no almorzaron. "Preparate porque pueden ser horas", me dicen.

-¿Por qué otra película de género?

-Me gusta el género, pero pasó que generamos un antecedente con La casa muda y se nos abrieron varias puertas que nos facilitó el camino para una segunda película. Algunos distribuidores de otros países nos dijeron `háganse alguna película que se pueda colocar`, y además disfrutamos de hacer este tipo de cine, está muy bueno para experimentar.

"El género es como un camino para ir a algún lado", acota Pedro Luque, director de fotografía. "Nos divierte mucho, y es una manera de hacer las películas que nos gustan ver a nosotros, que por ahí tienen más sangre". El género puede ser una excusa, explica Hernández, no quieren que Dios local sea un puñado de sustos y para eso triplicó el presupuesto, la cantidad de actores, de días de rodaje, de miembros del equipo, la calidad de la cámara y el miedo que quiere causar.

El tema arrancó así: "Óscar Estévez (guionista de La casa muda), Ignacio Benedetti, Federico Capra y yo empezamos a pensar en ideas. Escribimos el argumento y se lo pasamos a Santiago para que lo transformara en un guión". "Después de algunos hechos trágicos, un grupo de rock de veinteañeros se vuelca a grabar un disco conceptual que arroja como resultado tres canciones que componen la ópera de sus temores, culpas y abismos", anuncia la gacetilla. Los jóvenes tendrán la excelente idea de ir a grabar los video clips a las Sierras de Minas y allí se toparán con el dios local. Una vez que despierten el espíritu, su realidad recreará las pesadillas que narran en sus canciones. "Abordamos cierta psicología en cada uno de los integrantes de esta banda que está casi desintegrada, entonces lo que le pasa a cada uno es bien distinto. Mostramos los traumas que no pudieron sobrellevar y los siguen acosando. No es simplemente que detrás de una cortina aparece un asesino. Vamos por un lado más interno, por eso la película tiene un toque surrealista, fantástico. Hay lugares de la cueva que tienen incrustada la escenografía de otros sets, por ejemplo el pasillo de un apartamento", y refuerza Luque, "porque lo que vimos termina transformándose en una especie de viaje por la cabeza de cada uno. La cueva se convierte en sus memorias. Los laberintos de la cueva son los laberintos de sus cabezas."

Esos cambios son los que hacen tan exigente la atención de las otras áreas y el fuerte trabajo en equipo. "Muchas veces subimos por la mina a ver qué nos encontramos, porque hay un cierto grado de improvisación, hay un lenguaje que acompaña a la historia y que nos marca a nosotros como realizadores en el cine que queremos hacer."

-¿Cómo te arreglás para fotografiar ahí dentro?

-Es muy complicado porque hay poco espacio, es muy claustrofóbico y no hay tanta novedad como uno podría suponer. Buscamos la manera en que la fotografía sea narrativa, que aporte, que no sea algo separado.

Por eso se utilizan algunos planos secuencia, coreografíados, (tal como se probó en La casa muda), "que la cámara vaya contando junto con los personajes, que descubra el lugar." Se registra todo cámara en mano, en digital, con una cámara de fotos y "los lentes más luminosos que hay en el mercado. Luego utilizamos luces simples: usamos tres Led a pila, una linterna y dos lamparitas", cuenta Luque.

-En una escena caerán autos del cielo, ¿cómo se va a rodar?

-En Montevideo, y vamos a tirar autos básicamente, dice Hernández ante la mirada atenta del productor.

-Podemos tirar pocos autos y multiplicarlos en post producción. A veces uno piensa que hay más magias de las reales detrás de los efectos y no es así. A veces hay que ir y hacerlo.

GRACIAS AL ÉXITO

Buena parte del equipo técnico de Dios local participó en La casa muda . Esta cinta se estrenó en el Festival de Cine de Cannes, se vendió a 39 territorios y fue exhibida en cines de Argentina, Brasil, Chile, E.E.U.U.. Se emitió en TV y hasta tuvo su remake en Hollywood. Según se dijo, se realizó con poco más de ocho mil dólares.