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COPA BIMBO
edward piñón
Taquito va, moñita viene. Pelota por acá, pelota por allá y siempre los de azul con ella. Tremendo. Una soberbia sacudida, por no decir paliza. Así se impuso Cruzeiro ante Nacional. Así se adjudicó la Copa Bimbo en el Centenario.
La diferencia fue grotesca. Abrumadora. Si por momentos, cuando los tricolores corrían detrás de los brasileños para tratar de apoderarse de la pelota parecía que en la cancha eran algo así como 30 contra 10.
El baile fue mayúsculo por la lentitud del mediocampo tricolor, por la ineficacia de la defensa para cortar el circuito que los jugadores de Cruzeiro armaron por la franja derecha de su ataque y por las pocas ideas que tuvieron los muchachos de Gerardo Pelusso para no regalar el balón con facilidad.
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El partido bien pudo tener una secuencia de goles interminable en la primera mitad. Y si no ocurrió fue porque los norteños jugaron con tanta facilidad que hasta se sorprendieron de generar jugada tras jugada de gol. Cada ataque, cada incursión estuvo a centímetros de terminar con la pelota en la red.
Fue una noche terrible para el fondo albo, bueno, en realidad para todo el elenco, porque no hubo ni siquiera un pantallazo de lo que puede dar Nacional cuando tiene el balón en su poder.
Dio lástima todo. La manera en la que Blanco y Medina se entreveraron y perdieron entre los defensas rivales. El poco apoyo que tuvo "Matute" Morales. La escasa participación de Álvaro Fernández.
No se salvó nadie. Y contra eso, y en un partido en los que los visitantes no tenían ningún tipo de presión, no podía esperarse otra cosa que el desarrollo que tuvo el cotejo.
O sea, mucho toque, pelota para allá, pelota para acá y siempre en poder de los norteños, mientras los uruguayos con desesperación parecían ir corriendo tras la carnada.
La sucesión de goles no extrañó. Quizás si se pudo esperar que los tantos fueran de mayor factura técnica, especialmente en la culminación, pero no fue necesario porque los dueños de casa colaboraron muchísimo para que la canasta se llenara.
Porque es bien cierto que Wagner, Thiago Ribeiro y Wellington Paulista jugaron anoche como si fueran Kaká, Ronaldinho y Robinho, pero no es menos verdad que ayer ni Romero fue el "Hueso", ni Morales fue "OJ", ni el "Chapita" se puso la ropa de verdugo y, además, hasta Burián volvió a convertirse en el "Cachorro" y dejó atrás el "León" del clásico.
Con esas diferencias bien marcadas, lo único que pueden agradecer los hinchas tricolores es que los muchachos de azul se cansaron de romper la red, porque caso contrario se pudo haber registrado una diferencia como pocas veces ha sufrido un equipo uruguayo.
Así y todo, rompió los ojos que de esta manera a Nacional no le espera mucho futuro en la Copa. Claro, queda la ilusión de que nunca más sea "pan comido".
Ovación digital
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