Un Individuo Imborrable
JORGE ABBONDANZA
Rara vez ocurre que un artista plástico sea
en persona tan cautivador como su obra, y sin embargo
Guillermo Fernández no sólo disponía
de una sensibilidad colosal para su trabajo sino además
de una erudición, una inteligencia y hasta un
sentido del humor capaces de magnetizar a su interlocutor.
La forma en que manejaba los puntos de referencia, en
que desplegaba su conocimiento, en que formulaba sus
observaciones y en que lanzaba sus bromas, constituía
un discurso casi incomparable del que gozaron colegas,
amigos, admiradores y discípulos, ya que no sólo
dejó una producción artística valiosa,
sino una masa de alumnos a quienes supo formar en su
taller con el regalo de esas cualidades personales.
Luego de un período juvenil en el Taller Torres
García, ejerció el profesorado en institutos
oficiales durante décadas. Desde principios de
los años 60 comenzó a dictar clases en
su propio taller, convirtiéndolo con el paso
del tiempo en uno de los más influyentes y fermentales
centros de formación artística de nuestro
medio a nivel privado. En esos cursos desarrolló
una singular práctica del lenguaje visual, previa
a las definiciones de tema o de estilo, manejándola
como una envidiable herramienta sensibilizadora de su
alumnado. Eso sucedía mientras mantenía
su dedicación a una obra personal, dentro de
la cual figuró una serie que expuso en 1966 como
"pinturas primarias", donde partía
de la improvisación y del ritmo generado por
los propios elementos expresivos. Reformuló entonces
las normas aprendidas en el Taller Torres García,
confiriéndoles un carácter diferente al
de su matriz escolástica. Llegó a realizar
en el país una docena de exposiciones individuales,
pero asimismo exhibió su obra en el exterior.
Una de las vertientes mayores de ese trabajo fueron
los retratos de notabilidades uruguayas en el campo
de las letras, la historia y la política. Su
pintura llegó a adquirir la seducción
de un lenguaje expresionista muy suelto y muy libre,
tanto en los óleos como en los dibujos a tinta,
que ha quedado como el signo definitorio de su personalidad
creadora y es el mejor índice de sus finezas
de percepción. Sin embargo, lo que conviene pensar
ahora es que, afortunadamente esa obra por lo menos
perdura y permite seguir disfrutándola. Lo que
se perdió para siempre es, en cambio, la personalidad
sin par de un maestro.
Los numerosos frutos Esta muestra colectiva en el Museo
de Arte Contemporáneo, al cumplirse nueve meses
de la muerte de Guillermo Fernández, es la de
quienes fueron sus alumnos hasta último momento
y aspira a convertirse en la prueba de una perduración,
no sólo la del sello dejado por un docente sobre
quienes se formaban con él, sino también
la de una atmósfera, que fue la característica
del taller en que Guillermo enseñaba y que diecisiete
de sus discípulos resolvieron no perder. Para
que esa atmósfera no se evaporara, y demostrar
de paso cuál es la mejor manera de que perdure
la presencia del maestro manteniendo vivos algunos estímulos,
esos diecisiete han seguido reuniéndose semanalmente
para trabajar, y lo han hecho con una cohesión,
una regularidad y un espíritu participativo que
Guillermo habría agradecido (y aprobado) con
toda seguridad. En realidad, los agradecidos son ellos
y la forma ejemplar en que decidieron mostrarlo es esta
voluntad de permanecer unidos en sus encuentros de todos
los miércoles, prolongando el lazo casi físico
que los asociaba con Guillermo. El fruto de esa voluntad
y esa memoria colectiva, es ahora esta exposición
que quiere tener el aire familiar de un producto de
taller que se abre al público, pero tiene además
el alcance -nada solemne, aunque bastante devoto y algo
emocionado- de un homenaje. Quienes integran el grupo
y rodean sobre estos muros a su profesor, son Carlos
Bogado, Rosina Cassarino, Graciela Costa, Lola Fernández,
Flabia Fuentes, Inés García, Perla Garese,
Silvia López, Carlos Millot, Oscar Morisio, Alejandro
Ottonello, Teresa Pace, Beatriz Pintos, Lila Regules,
Marie Therèse Roger, Milton Sagrada y Juan Carlos
Sancho. En ese orden alfabético, los alumnos
comparecen en el MAC alrededor de Guillermo para que
el recuerdo o la gratitud no se borren, y la unidad
tampoco.
La muestra "Guillermo y su gente" se puede
observar en el Museo de Arte Contemporáneo desde
el 16 de octubre hasta el 10 de noviembre.
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