La gloria también se disputa

GUILLERMO ZAPIOLA

Pasaron los Oscar, los ganadores celebraron, los perdedores pusieron buena cara (qué más remedio) y la vida sigue. Por unos días, de todos modos, alguna gente va a apropiarse de ellos en beneficio de sus respectivas agendas.

Inevitablemente, los primeros en la fila han sido los franceses. Al fin y al cabo franceses son la película ganadora (El artista) y sus premiados director, actor, música y vestuario, y la ironía se redobla cuando se piensa que el otro film galardonado igualmente con cinco Oscar, La invención de Hugo Cabret del norteamericano Martin Scorsese, es a su vez un homenaje a los pioneros del cine francés. Aunque sea cierta la vieja afirmación del español José Luis Garci ("los franceses inventaron el proyector cinematográfico; los norteamericanos la técnica, el lenguaje y el arte") Francia tenía ciertamente mucho para festejar.

Como de costumbre, los políticos son los primeros en subirse al carro. El presidente Nicolas Sarkozy calificó el triunfo en los Oscar de El artista como "un éxito formidable para el cine francés y el cine de calidad". Sarkozy, que está en campaña electoral y cualquier tema le sirve para aparecer en los medios destacó el hecho de que se tratara de una película muda y en blanco y negro, y expresó su deseo de que su difusión sirviera para que la gente quisiera volver a ver a "Capra, Lubitsch, el cine italiano", que como se sabe han sido con frecuencia con sonido y en color.

Otros franceses comentaron el premio con espíritu más práctico. "Es una gran, gran noticia para el cine francés", aseguró Claude Lelouch, el veterano realizador de Un hombre y una mujer. "Es probable que los estadounidenses, a quienes les gustan los premios, sentirán ahora más curiosidad por los films franceses", razonó Lelouch, añadiendo que, posiblemente, eso ayudaría a la circulación de otras películas de su país en los Estados Unidos.

Por su parte Eric Garandeau, presidente del Centro Nacional del Cine (CNC), ha dicho que la ceremonia de los Oscar consagró lo que considera "un año cinematográfico particularmente brillante" para el cine francés, que a su juicio confirma "la eficacia de nuestro modelo de organización y de financiamiento".

Garandeau destacó el hecho de que la película es el resultado de la colaboración de un "equipo trasatlántico" que "reunió lo mejor de Francia y Estados Unidos". También aprovechó para pasar el aviso sobre la competencia del instituto que preside: en 2011 se vendieron 215 millones de entradas (o sea nueve millones más que el año anterior). Particularmente hizo notar que una película, Intouchables ("Intocables"), sobre la amistad entre un acaudalado tetrapléjico (Francois Cluzet) y un joven de origen africano (Omar Sy), ha vendido ya 19 millones de entradas desde su estreno en septiembre pasado.

Otros franceses se expresaron de manera más cauta. Antoine de Clermont Tonnerre, presidente de Unifrance, el organismo encargado de la promoción del cine francés en el extranjero, aconsejó por su parte a mantener los pies sobre la tierra, advirtiendo acerca de los serios problemas de distribución que afectan la cinematografía francesa.

El triunfo hollywoodense de El artista constituye según Clermont Tonnerre "un acontecimiento excepcional", que ayudará probablemente a la exportación del cine francés, pero no va a resolverlo todo. "Los problemas de exportación continúan", sostuvo.

"La estructura de las salas de cine en el mundo favorece a los grandes complejos de multicines, es decir principalmente las películas estadounidenses. Eso vuelve difícil la exportación de películas de autor". Incluso, agregó, el éxito de El artista no debe hacer "que los árboles escondan el bosque". El cine de autor va a seguir teniendo problemas. "Los problemas de fondo y la fragilidad de la penetración del cine francés en el extranjero" persisten, dijo también. "Es un combate permanente", concluyó.

Bérénice Bejo, la actriz nacida en Buenos Aires y esposa del director Hazanavicius que encarna a la protagonista femenina de El artista ya había dicho que hacer la película fue una tarea difícil. Hasta que "un loco" como Thomas Langmann dijo `Vamos a hacer la película`", aseguró Bejo (premiada el viernes en la velada de los César), las cosas no fueron sencillas.

IRANÍES. El toque de humor oriental a propósito de las premiaciones del Oscar vino empero de Irán. La televisión estatal de ese país describió el triunfo en el Oscar del film iraní A Separation en el rubro mejor título en lengua no inglesa como una victoria sobre Israel, y un apoyo para "una cuestionada industria cinematográfica". El comentario omite señalar que los principales cuestionamientos al mejor cine iraní provienen de su propio gobierno (que censura o encarcela a cineastas opositores), y que el film premiado ha sido cuestionado en Irán por sectores conservadores por sus elementos de crítica social, que incluyen apuntes sobre conflictos domésticos, desigualdades de género y el deseo de muchos ciudadanos de abandonar el país.

La reacción oficial prefirió hacer resonar los clarines triunfalistas y presentar el Oscar a A Separation como un triunfo contra el "enemigo sionista". Hay que recordar que Israel competía con una película de Joseph Cedar que no ganó, pero la lista de perdedores incluye también una película belga, una canadiense sobre un inmigrante argelino y probablemente musulmán, y una polaca sobre judíos perseguidos. La mejor explicación para el premio a la película es que la Academia (que no está llena de musulmanes) la consideró la mejor.

Impulso: Los premios a "El artista" pueden servir para promover a la industria francesa.

Denuncia y elegía en pro de la mujer

Las turbulencias del Medio Oriente estuvieron inevitablemente presentes en la ceremonia del Oscar, especialmente desde que la Academia premió al film iraní A Separation.

Sin embargo, el momento más estremecedor de la noche en lo que tiene que ver con la situación de los derechos humanos en el planeta lo aportó probablemente el premio a mejor documental corto, la coproducción norteamericano/pakistaní Saving Face de Daniel Junge. El tema es la situación de la mujer en Pakistán, y concretamente el drama de cientos de mujeres cuyos rostros son desfigurados año tras año con ácido por rechazar determinadas propuestas de matrimonio o desobedecer a sus esposos. Los perpetradores de esas atrocidades rara vez son procesados por la justicia.

La película se centra en un grupo de esas mujeres, su lucha por la justicia y el trabajo de un cirujano plástico, pakistaní, el doctor Muham- mad Jawad, que ha vuelto a su país tres especializarse en reconstrucción facial y dedica una parte significativa de su tiempo a ayudar a esas víctimas a recobrar sus facciones y su humanidad. No todo el Oscar es frivolidad.