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 Domingo 30.09.2012, 00:41 hs l Montevideo, Uruguay
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NOMBRES

El showman que une a América

Don Francisco cumple 50 años al frente de Sábado gigante, el programa de televisión que une a los latinos desde la Patagonia hasta Miami. ¿Cuál es el secreto de un éxito que perdura?

ANTONIO CAÑO*

El de 1962 no fue uno de los peores años en la siniestra acumulación de dictaduras que padeció América Latina el siglo pasado. Si se excluyen las pequeñas islas del Caribe, ocho países estaban gobernados por regímenes militares o totalitarios. Estaban en el poder personajes de siniestra memoria como Francois Duvalier, Luis Somoza Debayle y Alfredo Stroessner. Pero existían también presidentes ilustrados como Alberto Lleras Camargo, Rómulo Betancourt o Jorge Alessandri. El mundo rendía en esa época culto a un joven presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy.

En 1962, la economía latinoamericana estaba sumergida en uno de sus habituales ciclos de crisis y comenzaban a germinar las protestas y movimientos revolucionarios que se extenderían pocos años después. Era una época de gran vitalidad para el boom de la novela latinoamericana, que empezaba a obtener reconocimiento mundial. Había pobreza en la región, pero también energía renovadora y élites modernizadoras.

Ese mismo 1962 nacía en Chile un programa de televisión de ambiciones sencillas pero que acabaría convirtiéndose en un fenómeno vertebrador de América Latina y de su extensión hacia Florida y la población hispana de Estados Unidos. Pocas veces, un suceso televisivo, mucho menos uno concebido para satisfacer a los más humildes, ha merecido crédito como un factor de identidad y estímulo social. En ocasiones, en ciertos países, un programa determinado consigue formar parte de la memoria colectiva de una generación. Pero jamás se logró un espectáculo que se herede de padres a hijos, durante medio siglo, desde la Patagonia hasta el Norte de California. Solo Don Francisco, con su Sábado gigante, ha sido capaz. Por eso se convirtió el año pasado en el primer latino en entrar en el Salón de la Fama de la televisión norteamericana y el segundo, después de Desi Arnaz, la célebre pareja de Lucille Ball, que cuenta con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. El libro Guinness de los récords lo cita como el programa más longevo de la televisión mundial.

No estamos hablando, por tanto, de un simple programa de televisión. Estamos hablando de un misterio tan formidable que ni siquiera su creador, la persona que surge cuando desaparece el personaje, Mario Kreutzberger, es capaz de desentrañar.

Para calibrar la magnitud de este éxito es preciso delimitar el territorio en el que se produce. Esta es una región en la que cada quien hizo su guerra de independencia por su cuenta y nunca fue capaz de acercarse al sueño de unos Estados Unidos de Latinoamérica. Solo el idioma es patrimonio común. Si quisiera mencionarse la religión católica como un elemento de cohesión, resultaría paradójico que sea precisamente un judío el responsable de un triunfo tan sensacional como Don Francisco.

No se puede decir que Sábado gigante tenga el mismo éxito en todos los países y entre todos los espectadores. Hay quienes critican el tono del programa y la simpleza de sus contenidos, que se reparten entre concursos, escándalos familiares y chismorreos de famosos. Es un compendio de los contenidos que hoy dominan los reality shows, pero en una versión más amable y apta para todos los públicos. Kreutzberger lo define como "un programa familiar", y eso es, una oportunidad para que la familia latina pase un buen rato el fin de semana.

Parte del misterio radica en que no hay nadie más alejado del prototipo de Don Francisco (ese ser simpático y campechano que cuenta chistes vulgares, baila con las abuelas y juega con los niños) que el propio Mario Kreutzberger, en realidad un hombre introvertido, tímido, de compleja biografía y un perfil más cercano a un intelectual que a un showman.

Mario Luis Kreutzberger Blumenfeld nació el 28 de diciembre de 1940 en Santiago de Chile, adonde su familia había llegado desde Alemania huyendo de la persecución nazi. Su padre, Erick Kreutzberger, un boxeador sin fortuna que pudo salir adelante como tendero de ropa, fue detenido y encarcelado en un campo de concentración. Para evitar la misma suerte, su madre, Anna Blumenfeld, cantante profesional de ópera, escapó a América. El matrimonio se reuniría en Chile, alrededor de un año antes del nacimiento de Mario, después de que el padre consiguiera salir de Alemania.

La madre, recuerda Kreutzberger, quiso volcar sobre su hijo su frustrada vocación artística. Le hizo aprender música y tocar varios instrumentos. Pero sus dotes en ese campo se revelaron pronto muy limitadas. El niño se mantuvo, no obstante, vinculado al espectáculo y llegó a hacer varias actuaciones como imitador y cómico para la comunidad judía de Santiago. Fue buscando un nombre más accesible para los chilenos que el impronunciable Kreutzberger, cuando surgió Don Francisco.

El padre no veía un gran futuro en las tablas y convenció al muchacho para que se fuera, a los 16 años, a estudiar contabilidad y corte y confección a un instituto tecnológico de Nueva York. Eso hizo. Se alojó en el hotel Stanford, que todavía existe, en la calle 32 con la avenida de Broadway. "Cuando yo entré en la habitación y vi una radio exactamente igual que la Grundig que teníamos en casa, con la diferencia de que en lugar de tener una tela por delante tenía un cristal, y cuando yo la encendí y comprobé que se podía oír y ver a la vez, pensé: mi padre me ha enviado a estudiar algo que es el ayer. Fue como si a un tipo que tiene un ábaco le dan una computadora".

A partir de ese descubrimiento olvidó los estudios, aprendió inglés, vio televisión de forma obsesiva, leyó sobre televisión, se aprendió los programas, retuvo en la cabeza los movimientos de los personajes que aparecían y, de la noche a la mañana, el aprendiz de sastre, cantante frustrado, humorista de salón, se transformó en un animal televisivo.

Cuando regresó a Chile ya no tenía más meta que la de trabajar en televisión, cosa que no podía resultar muy difícil en ese tiempo para un muchacho que contaba con la ventaja de su experiencia en Nueva York. "Chile entonces era una aldea". El canal de la Universidad Católica, para el que trabajó en un principio, tenía 20.000 espectadores y era el de mayor audiencia. Cuando, años más tarde, empezó Sábados gigantes, que es como se llamaba en su primera etapa, provocó una revolución en el medio y se convirtió rápidamente en la actividad obligatoria de los chilenos el fin de semana.

No se ve a Mario Kreutzberger cómodo hablando de política. Nunca ha confesado por qué partido vota y nunca ha mostrado preferencias por ningún gobierno. "Conviví con (Salvador) Allende con dificultad y conviví con (Augusto) Pinochet con dificultad, pero conviví. Incluso durante la dictadura y en todos los gobiernos que sucedieron a la dictadura, el programa siempre cumplió con la función de puente entre las inquietudes de la gente, las necesidades de la gente, sin involucrarnos de manera partidista".

La única causa de ese carácter que ha abrazado públicamente es la denuncia del exterminio judío por el régimen nazi. En estos 50 años, solo una semana estuvo su programa fuera del aire, y se debió a la muerte de su madre. Su mayor motivo de orgullo personal es la Teletón, proyecto que se ha replicado con éxito en Uruguay, y que asiste a niños y jóvenes que tienen discapacidad motora.

Mario Kreutzberger no sabe muy bien las razones del éxito de Don Francisco. Ni siquiera se le ve seguro sobre la calidad del programa. Cuando le pregunté que si él, el verdadero él, vería a Don Francisco, lo dudó por unos segundos y contestó: "Ahora que estoy en una entrevista, tengo que hablar bien del programa, pero yo no soy así, yo soy mucho más opaco".

Las dudas de Mario se acentuaron cuando el programa comenzó a rodarse en 1985 en los estudios de Univisión en Miami. Tuvo que aceptar ser copresentador, compartiendo la titularidad con un cubano, tal como imponía la comunidad que en ese momento controlaba los negocios de habla española de la ciudad. Tuvo que soportar críticas feroces por su falta de preparación para un mercado que estaba a años luz del chileno. Pero también en Miami descubrió el poder del idioma español, que le permite unir a públicos de 13 países en un espectáculo de interés común.

Ha ganado mucho dinero, pero no se comporta como un millonario. Su matrimonio con Temy Muchnick cumple tantos años como su programa. Tiene tres hijos y nueve nietos. Y se considera un empleado más de Univisión que algunos días comparte la mesa en la cafetería de la empresa.

Para despegarse de Don Francisco, Mario Kreutzberger tiene que someterse tras cada grabación a una exigente reprogramación a base de sueño, ejercicio y familia. La duda es si Mario Kreutzberger podrá sobrevivir a Don Francisco. Con el tono trágico que, como buen humorista, pone en sus palabras, le gusta referirse a la obra The little shop of horrors, en la que un florista cultiva meticulosamente la planta carnívora que lo acaba devorando. *El País de Madrid

UN CONSEJO A SU HIJA

Cuando su hija empezó a trabajar en la televisión, le preguntaron qué consejo podía darle. "Yo le dije, con toda honestidad: nosotros no somos dueños de los medios y, por tanto, no podemos hacer y decir lo que se nos ocurra. En algunas oportunidades vamos a tener que obviar cosas, como yo he hecho. Lo que yo no he hecho, nunca voy a hacer y recomiendo que no hagas es que pongas en tus labios cosas que no crees. Una empresa puede pedirte que no hables de los pingüinos, pero lo que no puede pedirte es que digas que los pingüinos no están en extinción cuando tú estás convencida de que sí lo están".

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